lunes, 10 de julio de 2017

Los dos dinosaurios

Armando Uribe y Nicanor Parra, los dos dinosaurios de la poesía chilena que aún siguen con nosotros. Ambos han permanecido prácticamente a las sombras de la luz pública. Eso sí, sin dejar de producir por su cuenta, escondidos, lejos del ruido de la hiper conexión. Sin embargo, pese al factor tiempo, hay algo que los diferencia de manera casi diametral. Nicanor Parra, a su vez el más longevo, ha ido derivando hacia una especie de mito viviente. Por lo que se ve no ha escrito nada relacionado con la antipoesía, a excepción de los llamados "discursos de sobremesa". De hecho, su último libro es solo una antología titulada "El último apaga la luz", título, por lo demás, bastante conveniente. Uribe, en cambio, no ha dejado de escribir poesía en ese estilo amargo y sarcástico que lo caracteriza. Solo que lo ha hecho tratando de conspirar a pesar de todo, en un auto exilio acorde a su visión lúcida, catastróficamente lúcida. Su silencio mediático podría ser analogado casi con el de un monje rabioso. Por ejemplo, con el último trabajo La vanidad de la soberbia, afirma sin más que "sus libros no sirven para absolutamente nada", puesto que lo que aumenta con el tiempo no es el conocimiento ni la sabiduría, sino que la tontería. Veo en Parra y Uribe, algo así como los dos polos de una escritura que ha sobrevivido a su propia caducidad. Animales de otra historia que se han resistido a volverse fósiles en la era del desecho. El primero, como una gran carcajada paródica que sigue riendo incluso cuando ya ha acabado el show; Y el segundo, como el gran ceño fruncido que sospecha de todos los artificios, incluido el artificio de la propia poesía y el de la vida, de cara a la muerte.