martes, 26 de enero de 2016

Canonizados por el olvido

Frente a la banalidad y el carácter efímero del éxito, hay ciertas obras que por su pura existencia parecen estar a su modo tras las bambalinas de la consagración, existen y perduran como un sarcasmo viviente, demuestran el fracaso del sistema valiéndose de una victoria pírrica, de una proyección fantasmal de si mismas, no tanto por una empresa determinada como por una extraña voluntad de las circunstancias. Pienso por ejemplo en La conjura de los necios, la novela satírica de un joven John Kennedy Toole suicidado a los 32 años aparentemente por la frustración de no poder ver publicada su obra en vida. La novela ganaría el Pulitzer 10 años más tarde. Es la forma en que la literatura tiende a canonizar el olvido, en que la literatura misma se vuelve una canonización del olvido. En que parece que el mundo mismo se rie de sus ídolos que nacieron póstumos, rindiéndole el homenaje y el respectivo beso en el trasero que en vida jamás tuvieron. "Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Frase de Jonathan Swift citada por Toole y que sirve de epígrafe de su novela, y en cierto modo, de profecía autocumplida. No podría haber sido de otra forma. Si Toole hubiese triunfado en vida, no sería lo mismo. Su caracter de intelectual incomprendido, de solterón, bajo la influencia de una madre castradora, no hacen sino alimentar el mito. Porque pareciera que quien triunfa y consigue estar a tono en el sistema es su cómplice. Porque, a pesar de esto, nadie elige ese papel por una burda pose contracultural. El suicidio de Toole quizá era la última pincelada de una escritura que nadie está preparado para leer, todavía. Porque resulta demasiado grotesco, demasiado real, para nuestras lecturas y vidas acomodaticias. Producto del mainstream. Remedo de normalidad. Faltan más Ignatius Reilly. Allá afuera, ahora mismo, en el susurro de la noche, entre esos callejones sucios, o más cerca de lo que crees, en el vecino de la pieza vecina, puede encontrarse un personaje que no alcanzamos a descifrar ni digerir y que por eso resulta novelable. Canonizado por el olvido como nuestras vidas....
Google nos recuerda que se cumple el 90 aniversario de la primera demostración de la televisión. Quiere que celebremos recordando lo buen televidentes que somos, que muy en el fondo nuestra mente sigue haciendo un zapping, aunque hayamos apagado el circuito. Nos recuerda que, como en la película Videodrome, la pantalla televisiva puede ser la retina del ojo de la mente. Y que, después de tanto tiempo, como diría McLuhan, el medio sigue siendo el masaje.