jueves, 9 de febrero de 2017

El infinito turbulento

Durante el lapso de menos de una semana dos amigas han mencionado a Henri Michaux. Busco un libro suyo. "El infinito turbulento". En este se repiten las palabras droga, vacío y viaje. Me hago de inmediato su lector.
En una vuelta por la Feria del libro de Quilpué, me encontré con una novela de Enrique Vila Matas que no había tenido la oportunidad de hojear: "Doctor Pasavento". Versa sobre un narrador que va en busca del paradero de Robert Walser, de quien admiraba su inclinación por el anonimato, la satisfacción por una vida sencilla y el rechazo categórico a la gloria y la fama (literarias). Alrededor, mientras comenzaba la lectura del día, se avecinaban algunos escritores y escritoras de los cuales no se sabía mucho, pero que guardaban el ímpetu necesario. No me atrevería a llamarlos emergentes. Entusiastas creo que calza mejor con su definición. Sin leer mucho sobre ellos, y escuchando alguno que otro poema, se percibe a simple vista una sutil camaradería. No una cuestión sectaria, aspiracional, sino que un asunto de simpatía, de relación orgánica. Si uno comienza a hilar fino, uno puede llegar a encontrar lazos que creía imposibles en el contexto de una lectura. Cuestiones humanas, demasiado humanas. Poéticas o anti poéticas hasta decir basta. Sin embargo, esa parece ser una característica de los escritores de Quilpué: su espíritu medio Robert Walser, su renuencia a abandonar la provincia de la escritura.

El compás, la cruz y el graffiti

Cada vez que se pasa frente a la Gran Logia de Chile de Av Brasil con Carrera, se puede ver debajo de la columna con el logo masónico un graffiti de anarquía. Lo raro es que siempre que se pasa por ahí permanece imperturbable. Como si el hecho del graffiti fuese insignficante. Una vez, un par de punkis okupa de yungay pelaban el cable por fuera del edificio, cuando el graffiti seguía ahí. Puede que ellos lo hayan hecho. En otra ocasión, un grupo de gente aparece por la salida de Errazuriz, esperando que comenzara el culto de la iglesia evangélica a un lado de la Logia. Esta última, sin embargo, es la única que casi siempre se ve desocupada. O recibiendo gente de forma clandestina. Se podrían especular muchas cosas respecto al misterioso lugar. Pero ninguna sería lo suficientemente real. A un costado del compás masónico, en la parte alta, se encuentra la cruz evangélica. Junto con el ya clásico graffiti de anarquía sobre la columna. Todo en el espacio de una cuadra. Solo en Valpo pasa eso. Solo en el puerto esos tres símbolos pueden hallarse juntos, sin que ningún porteño o extranjero que pase por ahí parezca perturbarse.

The Lobster

Después de ver la película The Lobster, imaginé durante la noche la creación de un anti reality, en donde un grupo de solteros del país es confinado en un hotel, dentro del cual tendrán que pasar 45 días siguiendo reglas absurdas para encontrar pareja y volver a reintegrarse a la sociedad. El castigo por cada regla que no cumplan dentro del hotel sería ejemplar. Se les tendría prohibido andar solos, siendo acompañados todo el tiempo por una mascota o por compañeros de piso. Además no podrán recurrir a la auto complacencia hasta el lapso de que encontraran una pareja adecuada. Durante la tarde, se les obligaría a capturar solitarios en los bosques. Durante la noche, se les representarían de manera teatral las bondades de la vida con otra persona. De vez en cuando saldrían a la ciudad aquellos que hayan logrado el objetivo. Por supuesto, de manera paralela, se mostraría a los solitarios en los bosques, armando una conspiración para rebelarse contra el sistema de cosas. Un reality de ensueño al más puro estilo Buñuel, que sería algo así como la sátira social del amor.