lunes, 5 de diciembre de 2022

Breve reseña y prólogo a mi segundo libro: A destiempo. Reminiscencias e instantáneas (2022)

"A destiempo. Reminiscencias e instantáneas, se propone como un compendio de crónicas sobre las vivencias personales del autor en el puerto de Valparaíso, intercaladas con digresiones reflexivas sobre diversas anécdotas o pensamientos. Este libro continúa la tónica del primero, Rinconada. Crónicas del adentro y del afuera (2019), pero apuesta a establecer un eje temático en torno a la experiencia y la reflexión sobre el tiempo como materia del acontecer y como sustancia de la palabra.
La distribución de las crónicas se realiza mediante dos grandes capítulos: Reminiscencias e Instantáneas, cada uno de los cuales cuenta con su propio orden cronológico. En la parte de Reminiscencias, el hilo conductor de las crónicas se tensa en los recuerdos, las evocaciones y las memorias, buscando retrotraer la experiencia pasada al presente de la escritura, siempre anacrónico. En la parte de Instantáneas, los textos apuntan a describir un instante específico de un acontecimiento o vivencia, o bien, a configurar una escritura que se desarrolle desde el momento mismo de su ejercicio. Aunque cada parte tiene su propia orgánica, el lector podrá encontrar nexos entre ellas, a medida que indaga en las coincidencias y los secretos que las unen, en una tentativa de reconfiguración de una experiencia completa."


Prólogo 

La siguiente declaración del autor parece que atrapa una de las corrientes de este volumen: «Caminar solo y sin rumbo por las calles, un día desocupado de noche. Había olvidado lo bien que se sentía». 

Al entrar en este libro, observamos pensamientos relativos a todo orden de cosas, por ejemplo: relaciones amorosas, amistades, entre otros. 

El ordenamiento lógico de estos no se avizora bajo un eje predominante, más bien se exponen y se van significando cada uno en sí mismo. Un aspecto interesante es que el lector puede interpretarlos libremente y asociar uno con otro, para de este modo trazarse un mapa o esquema mental. Quizá algo parecido a lo sucedido en Rayuela de Julio Cortázar, obviamente en el itinerario que promueve el escritor. 

Ello implica jugar a menudo con los períodos de tiempo. En este sentido, varios elementos sobresalen para conectar entre sí y volcarse tanto hacia el interior como el exterior del lector. A fin de cuentas, son oleadas del pensamiento humano con sus propios lapsos y, en conclusión, también ilusorios. 

En este punto, quién podría decir con exactitud, la duración de un momento cuya imagen es una instantánea que apenas conservamos. A veces eterna, y en otras ocasiones constituyen solo segundos de este silencio inextinguible llamado tiempo. Gracias a nuestra reflexión podemos construir historias, y esa misma capacidad se refleja en este libro precisamente llamado A destiempo: reminiscencias e instantáneas. 

Adentrarse en este mundo implica mirar, tanto hacia afuera y hacia adentro de nuestra historia personal, como lo hace el escritor Gabriel Palomo, quien nos otorga una visión particular de su propia forma de ver la vida, la cual está teñida obviamente por conceptos generacionales, como aparece en la crónica del 02/03/19: «La algarabía de marzo, arriba en forma de niebla, y con ella regresan los pendejos de uniforme a las calles, las fotos del primer día afuera de las escuelas». A través de ellos, nos reflejamos de manera local, quienes vivimos en este Chile de historias, memorias y evocaciones, que, de algún modo, reflejan y permiten conocer nuestra idiosincrasia, como un aspecto relevante de los hombres y mujeres de este lado del mundo. 

Por lo tanto, localizarse en este territorio, específicamente en los años ochentas, noventas y dos mil, en un lugar como Valparaíso, por ejemplo, por nombrar unos de los lugares señalados, involucra teñir nuestro recuerdo de cierta visibilidad del ser hacia el otro, ya que nos gusta reconocernos, mirarnos frente a frente y de este modo construir identidades: «Porque en las típicas reuniones familiares, cuando todos están a la mesa a propósito de una fecha popular, te lanzan las clásicas preguntas de siempre: cuándo va el trabajo, cuándo la novia y cuando sentarás cabeza», en la crónica fechada el 08/12/15. En la óptica mencionada, quizá sea más fácil posicionarse y construir la realidad fragmentada que conocemos o nos desconoce, de cierta manera nos arranca pedazos que solemos apresar como ladrillos de nuestra propia construcción, lo cual también forma parte de ese gran segmento llamado memoria. 

Y sabemos qué importante es construir la memoria de los pueblos, ya que nos permite, como decía anteriormente, reflejarnos y sabernos vitales, como integrantes y protagonistas de estos recuerdos en los que nos sabemos vivos y con derechos a seguir habitando este pedazo de tierra llamado Chile: «Una niña de la casa se pregunta por qué se escuchan tantos helicópteros en el cielo de noche. La mamá dice que nos están vigilando. Omite silenciosamente la palabra miedo», escribe el 25/10/19. 

Fuera del aspecto marcadamente regionalista, también se aprecian distintos niveles de la consciencia del ser humano reflexivo. De este modo, somos partícipes de la propia voluntad creadora y, como nuestro pensamiento expresado a través de la palabra tiene ese don de hacernos recapacitar, nombramos las cosas para no terminar extintos. Luchamos constantemente contra la acción desgarradora del tiempo que destroza el fragmento que queremos rescatar; atesoramos fotografías, libros, Gabriel Palomo Ponce u otros como una forma de conservar recuerdos vivos, en una lucha constante e imperecedera: 

La memoria, incluso la denominada individual, se construye sobre la base de narraciones que constituyen formas de discursos y modos de organizar experiencias, por ejemplo, las pasadas, que son culturalmente dotados de significado, y que, para ser inteligibles a la persona, grupo, sociedad o colectividad a quien se presentan, hay que expresarla en relatos lógicos que muestren la verosimilitud de lo que se está recordando o relatando. (Jorge Mendoza García, Las formas del recuerdo: La memoria narrativa) 

Una de las maneras de contrarrestar el efecto pernicioso del olvido, es la escritura. Mediante ella exorcizamos todo aquello que borra partes de nuestra propia historia personal. De este modo, conservamos fragmentos de nuestra cultura; nuestro legado se mantendrá a salvo del paso del tiempo y nos permitirá a su vez, poder reconstruir la historia de otros, tal y como hace el escritor. 

Gabriel Palomo, en su libro A destiempo: reminiscencias e instantáneas, nos permite reconocernos en estas fotografías como parte importante de un tiempo que construimos permanentemente y que aflora al leernos. La lectura es también una vía para poder observarnos y conservar el fragmento de tiempo que anuncia otras vidas, otros cuerpos, otros países, otros dialectos, aún no descifrados; los cuales esperan ser comprendidos, y ser parte imprescindible de nuestra vida. 

Por esta razón, se agradece este compendio de historia y miscelánea de un tiempo valioso, porque nos reconocemos parte importante, muchas veces testigos o en otras ocasiones, protagonistas de estas escenas íntimas de Gabriel Palomo, escritor que nos permite vislumbrar esta biografía como una suma de experiencias de un hombre que vive el momento. Su experiencia entonces nos parece verídica y nos recoge a una época que continúa hablando, escribiéndose permanentemente, con nosotros o a pesar de nosotros mismos.


Claudia Vila Molina Poeta y crítica literaria