domingo, 23 de junio de 2024

Pensamientos sobre La noche de San Juan.

Se dice que esta noche es pagana, que las hogueras fueron encendidas para honrar al Sol, pero luego las mismas hogueras honraron la figura de Juan Bautista, hijo de Zacarías, profeta de Jesucristo. De todas maneras, el fuego en tanto fuego volverá a arder, una vez más, ante el ocaso, quemante y purificador.

La noche de San Juan invita a reencantarse con el misterio, a vivir en sí el misterio, aquel aspecto mágico y oculto que integra nuestra rudimentaria existencia. Mircea Eliade lo retrató a la perfección, en su novela homónima. Se trata de ir más allá del Tiempo y de la Historia, como quiso Stefan, el enamorado protagonista, con fervor. Pero el tiempo y la historia son necesarios para el encuentro consigo mismo. El rito es fundamental en la búsqueda. El rito es la vida y también la muerte, bailarinas de lo eterno.

Hay que estar dispuesto a despojarse de ciertos prejuicios, dejar atrás los "metales pesados", ciertas miradas obtusas, perder el miedo a lo oculto y desconocido, si se insiste en el significado, en la trascendencia, en la reivindicación, porque "solo renace lo que ha muerto, solo despierta lo que está soñando, y solo sale del abismo aquel que ha caído en el abismo".

 Tras la lluvia que anegó los rincones, que limpió las aceras y que repletó los cauces, sale la gente a aprovechar el sol, atravesando el frío emergente. La feria se vuelve a instalar y la ropa vuelve a colgarse en las barandas. Surge un nuevo hacer y un nuevo decir. Lo mismo con la escritura. Tras la tormenta, hay una sensación de desbordamiento que decanta y adquiere luego la forma de una nueva mirada, una nueva intuición como luz que atraviesa las nubes.