sábado, 30 de junio de 2018

Dos anécdotas con Kaf Kita durante y después de la presentación de "Nietzsche, un pensador póstumo" de José Jara: 

1.- A modo de remate, la hija de Pepe Jara dio un emotivo discurso sobre la vida y la muerte. Su voz denotaba afectación. Luego, interpretó una pieza de teclado seguido de un arreglo musical con pie de cueca. En la parte que se suponía el público levantara las palmas, y se viera embargado con el ritmo, nadie atinó a nada, estupefactos, o tal vez, demasiado compuestos para la ocasión. "Es que son la mayoría eruditos" decía K, cuando se decidía a sacar dos tiempos con las palmas de las manos. Le seguía la corriente esperando que el sonido de esos dos pares de palmas contagiara al resto en un efecto dominó. (como suele suceder cuando alguien irrumpe con un aplauso y el resto le sigue aplicando la teoría de la imitación social). No hubo caso. El público permanecía sentado, únicamente escuchando la fiesta sonora en total pasividad. Solo terminando el show, y con las palabras de Warnken al cierre, eruditos y neófitos comenzaron a aplaudir de manera unánime en una especie de reacción en cadena. 

Kafkita recordó una frase sobre la extrañeza pronunciada por el Pancho Sazo. "Algo que te recorre el sistema nervioso. Algo diferente del asombro". También algunos apuntes sobre lo intempestivo en Nietzsche planteados por Martín Hopenhayn. Se suponía que la extrañeza y lo intempestivo se manifestasen allí, en los asistentes, durante el íntimo show de la hija del Pepe Jara, pero ni el martillo filosófico ni el espíritu de lo dionisiaco supieron inspirar un mínimo de desenfado en ese séquito formal. "Pero si Nietzsche hablaba de bailar, de la música y esas cosas. Y estos ni se mueven", repetíamos. El meta discurso vitalista, presente allí como fuerza latente, no consiguió remecer a nadie, en la práctica. Dios había muerto, y con él la tan bullada voluntad de los entusiastas. 

2.- A la salida, tomando un café, y comprando algo pa la choca, le recordé a Kafkita un cuadro en donde aparecía Platón señalando hacia arriba y Aristóteles hacia abajo, en una gran ágora llena de filósofos. La conversación salía a flote en una discusión sobre la metafísica. Ninguno de los dos se acordaba del nombre del cuadro ni del autor. "¿No será Donatello?", se preguntaba ella. "¿O Miguel Angel?". Dos autores renacentistas salían al baile. Había certeza de que eran de esa época, pero no se sabía quién, exactamente. De pronto, surgía una asociación inesperada: "Fíjate en sus nombres. Deben ser algunas de las Tortugas Ninjas". Una referencia pop, en medio de la bruma filosófica. Nos cagamos de la risa. Después, al ir bajando a tomar la micro, un loco hablaba a toda pala por celular, profiriendo garabatos y chuchadas. K quedó mirando y dijo: "No ves? A eso me refería. Puro mundo". 

Para el momento de la despedida, ninguno dio con el nombre del autor del famoso cuadro. Dos horas después, K mandó un mensaje confirmando que el pintor de La escuela de Atenas era Rafael, Rafael Sanzio. Era evidente. Era una de las Tortugas Ninja. "Y recuerda que tenían como guarida una alcantarilla, en el bajo mundo", comentaba ella. "simbolizado en la palma descendente de Aristóteles".

"Profe, mire pos, se están comiendo ahí ¿y no les va a decir nada?", se cuestionaba la chica revoltosa, refiriéndose a una pareja de cabros que estaban a la entrada de la sala de computación, abrazados, muy cerca de la pared. El chico de espalda solo miró hacia atrás, de reojo y siguió con lo suyo. La chica contra la pared, en cambio, asustada, se separó al toque y, justificándose, dijo: "No es lo que parece".