En cuanto a la escritura, me precio de no tener intermediarios -mecenas se les decía- y de no pertenecer a ninguna clase de redes de influencia. Es más, los contactos que tenía los he ido perdiendo, progresivamente, con el tiempo, aunque también he ganado otros, en otra vereda. Pese a lo precario de todo, me abro paso, prácticamente, a puro pulso.
miércoles, 10 de septiembre de 2025
Postulé a un Concurso de cuento chileno contemporáneo, de Editorial Etérea, con un relato llamado "La muerte de Chile". Tras el cierre de la convocatoria, me confirman por correo que, entre los 431 cuentos recibidos, el mío fue uno de los 15 que logró conquistar al jurado. Con respecto a mi cuento, señalan que el jurado otorgó el siguiente puntaje y concepto:
Puntaje final: 92/100
Originalidad: 18/20
Impacto narrativo: 18/20
Desarrollo temático: 19/20
Calidad literaria: 18/20
Autenticidad: 19/20
Además, adjuntan un comentario, en el que afirman que "el relato despliega un ambiente urbano cargado de tensión, donde el diálogo directo y los enfrentamientos verbales marcan el pulso narrativo. La figura del protagonista se construye desde la fragilidad y la necesidad, mientras los antagonistas representan un poder que se impone en la sombra. La narración avanza con ritmo sostenido hasta alcanzar un desenlace abrupto que reconfigura la presencia de la bandera como símbolo cargado de ironía y despojo. El texto ofrece un retrato áspero de la violencia y sus consecuencias, invitando a pensar en la fragilidad de quienes buscan una salida rápida".
Pareciera que se trata de un comentario riguroso, hecho de buena fe y luego de una lectura concienzuda. Quiero creer que fue así, y que no fue hecho con IA.
Tras el análisis, la editorial anuncia la pronta publicación de la antología de la que formaría parte, si es que llego a cancelar una módica suma de cincuenta lucas, correspondiente -según ellos- al costo del proceso de corrección, maquetación y diseño de portada.
La verdad es que ya había postulado en otras ocasiones, en distintas convocatorias, y bajo distintos sellos asociados al mismo equipo editorial, y en casi todas las oportunidades había quedado seleccionado, solo para recibir, acto seguido, el mensaje del pago como condición necesaria para quedar dentro de su proyecto.
Hay en esto un juego ambivalente: por un lado, me felicitan por la obra postulada, con un reconocimiento exprés, refuerzo positivo, golpe duro de dopamina; y, por otro, se apuran en cobrarme dentro de un plazo límite. Negocios son negocios. Algunos dirán que esa es su movida, tómala o déjala, y está bien. Pues, otros también han dicho, en esa misma línea, y en circunstancias similares, que no están dispuestos a pagar por una publicación del extranjero, sin garantía de retorno. En ambos casos, se disputa un valor transaccional, y la cuestión intrínseca a la propia obra queda supeditada a la voluntad de las partes interesadas.
El mercado editorial está lleno de este tipo de triquiñuelas que pueden constituir, en sí mismas, una sátira, una representación paródica, un teatro de comerciante bien disimulado bajo la figura de la gestión cultural. De todas formas, se agradece la oportunidad de seguir siendo publicado en antologías (que nadie cercano se animará a leer siquiera), solo que plata mediante, sin suficiente lobby ni "espaldarazo".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)