Cuando se traspasa el umbral del sueño llega un punto en que ya no hay ganas ni de dormir ni tampoco de despertar; dilema de fin de semana. Uno le acaba rindiendo cuentas más a la noche que al sueño, porque tarde o temprano ella volverá en calidad de contadora a recordarte una deuda ficticia. Se cree satisfacer cierta obsesión poniendo al límite el insomnio, pero a la larga la noche como aval de tus días volverá a cobrarte esas horas muertas. Se llega a la conclusión inevitable: incluso los sueños son una especie de préstamos... Entonces, una cosa por otra: Regreso a la cama por puro placer o penitencia.