martes, 17 de enero de 2017

El escritor del metro.

Noticia del día en Argentina: "Trabajador del metro gana premio de literatura". El escritor en cuestión, apodado "el escritor del subte", se aboca a su pasión por la novela negra. Será porque los túneles opacos, las máquinas frías, el gentío desaforado, su excesiva circulación, vuelven el misterio y el suspenso un tópico ineludible. En una entrevista, con total resolución, señala que: "En un universo que está siempre superpoblado, yo llego después de la fiesta". Los escritores como los que siempre parecen estar llegando tarde, a destiempo de la fiesta civilizadora pero justo a tiempo para atestiguar el vacío, el desmadre.

La existencia del "escritor del subte" reabre el debate sobre qué es o qué debe ser un escritor ¿Un simple mortal que escribe, sin otra profesión? ¿Un asalariado que dedica sus horas de ocio a la escritura? ¿Un sujeto x que participa de actividades literarias? ¿Solo un performista bohemio que hace como que escribe y frecuenta los círculos? ¿Un acomodado que tiene su puesto en la academia o en los medios periodísticos? ¿Una personalidad extravagante que se hunde en un mar de libros? ¿Un trabajador del metro que apuesta por una obsesión, o el sujeto anónimo que se sube al metro y anota unos apuntes misteriosos?

Todo eso junto, o cada cosa por sí sola. Como sea, el escritor puede llegar a ser perfectamente un paranoico que capta las últimas señas de la realidad, o un verdadero conjurador de fantasmas.

El Hada verde

En el bar Verde Absenta de Valpo, ayer. Nunca antes había entrado. Por cierto, un espacio como una casa antigua, de verde iluminación, con un par de cuartos, en los cuales aparecen colgadas las figuras de Baudelaire y Jack London, conocidos bebedores de absenta. Se dice que el trago fue creado en Suiza por allá por el siglo XVIII, por un doctor llamado Pierre Ordinaire, quien huyendo de la Revolución Francesa elabora este elixir. Nació de un exiliado de la revolución, para acabar como la bebida propia de los románticos alucinantes.

Con un amigo y otro más conversábamos respecto a la fama maldita de la verde bebida de ajenjo. El amigo aclaraba que su supuesto efecto alucinógeno no era tal, y que solo era por su gradación alcohólica. Recordaba también la vieja historia de que Verlaine, estando bajo los efectos del licor, disparó a Rimbaud a quemarropa. Y también que Van Gogh se cortó la oreja para entregársela a una prostituta, estando bajo el influjo del "Hada verde". Según el amigo, habitual bebedor de absenta en sus "años mozo", decía que hay diferentes tipos, dependiendo de cuán fuerte pueda ser su efecto embriagador. El primero de ellos era el Mojo Rising, el más amable y menos peligroso de los absenta.

Ayer el compadre se sirvió apenas dos vasos de ese. Contaba que antaño se fue en curadera de absenta, y agarró una extraña manía persecutoria, que lo pilló a él arrancando por la calle Salvador Donoso hacia Bellavista, hasta sufrir un atropello por cruzar en roja. Dice que la sacó barata, y que si no fuera por quien lo apañaba aquella vez no la estaría contando. Otra anécdota de un amigo suyo, que ahora no recuerdo del todo,-quizá por el propio efecto descontrolado del absenta- tiene relación con una supuesta visión que tuvo, luego de una ceremonia con el licor verde. En esa visión se dio cuenta que su muerte tenía fecha delimitada. Que todo lo que viviría de ahí en adelante era una preparación para ese momento sagrado. De lucidez y de destrucción. Aunque también de edificación. Por lo cual viviría abocado de forma resuelta al amor que profesaba por una mujer. Es raro, porque el propio amigo aquel aclaraba hace un rato que era un mito la propiedad psicotrópica del absenta. Que su cualidad de revelación psicológica era una mezcla entre sugestión mental y alta gradación etílica. En conjunto con las propiedades herbales, naturales, originarias de la infusión.

Como sea, la primera experiencia con la bebida, a pesar de solo consumir cerveza y Mojo Rising, habla de que la leyenda maldita del absenta no se remite solo a su imaginario bohemio parisino. Y que el puerto también inaugura un antro clandestino para rendir honores, sacrificios, a su propia manifestación del "Hada verde". Cuántas historias, maldiciones, mitologías descansando en el fondo de la copa. Verdes como la ilusión de su naturaleza. Delirantes hasta el punto de la realidad. Aquello solo se podrá saber brindando hasta morir. Porque, recordando las palabras de Oscar Wilde: “Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”.

A propósito, al salir del Verde Absenta, veo hacia la figura de Baudelaire a un costado de la barra. Su rostro parecía verde por efecto de la iluminación, o simplemente por efecto de la bebida o de la poesía. En la televisión se deja ver el rostro de Gary Oldman, peligrosamente idéntico al poeta francés. Parecía susurrarnos luego de brindar con el exilir, temiendo que el próximo paso fuese el de la locura más cuerda o solo el del imposible regreso al origen.


"El bebedor de absenta" Viktor Oliva, 1901.