martes, 2 de julio de 2024

Sobre Ismail Kadaré

Había en la obra de Kadaré, sin duda, una disidencia contra los regímenes totalitarios, como el que vivió en Albania con Enver Hoxha. Sin embargo, el propio escritor, aspirante eterno al Nobel, nunca se consideró a sí mismo ni héroe ni disidente. No quería ser el próximo Solzhenitsyn. Ante todo, se mantuvo como un creador que se abría paso a través de las contradicciones de un sistema paranoico, hasta lograr mantener su propio reducto vital.

En el libro El palacio de los sueños de 1981, por ejemplo, Kadaré se dirigió de forma velada al régimen, concibiendo un sistema en el que las instituciones controladas por el Sultán, interpretan los sueños de las personas, para estudiar, analizar y neutralizar cualquier signo de rebeldía en el imaginario colectivo. Una idea muy en la línea de El Castillo de Kafka o del mismísimo Orwell con 1984, aunque, si lo observamos bien, la historia avizora elementos de ciencia ficción que pueden cuajar perfectamente con nuestra época, en donde el avance del transhumanismo amenaza con el control del propio pensamiento y, por ende, del terreno de la consciencia. El visionario Kadaré parecía estar anticipando, así, la más escabrosa pesadilla virtual de Black Mirror, con la creación de una verdadera “policía de los sueños”.

Cuando Ramiz Alia tomó el poder en Albania, después de la muerte de Hoxha, este increpó directamente a Kadaré y le advirtió que “el pueblo y el Partido le han elevado al Olimpo, pero si no era fiel a ellos, lo arrojarían al abismo”. Tenemos en Kadaré, entonces, al escritor enfrentado al poder político, al literato obligado a permanecer en el status quo, bajo riesgo de exilio o descrédito. Pese a todo, el escritor siguió con su carrera. Ninguna amenaza iba a diezmar su voluntad, porque, a fin de cuentas, según sus propios dichos, “la literatura le había llevado a la libertad, no al revés”.

Librería Arcaluz

En librería Arcaluz, un par de chicas observaban entusiastas los libros apilados en el pasillo próximo a la caja. -Esto es el paraíso-, decía una, con un ejemplar de “Reino de brujas: El Grimorio de Origen”. Resonancia de Borges, con su frase sobre el paraíso como biblioteca. Las chicas compraron el libro sobre el “Grimorio” y se fueron. El librero seguía en lo suyo, mientras apilaba algunos libros desordenados en los estantes. -A veces se hace cuesta arriba mantener el lugar. Se vuelve un suplicio-, repitió, con un dejo de cansancio. -Lo que más vendo son libros escolares. De acá para abajo, tengo hartos libros, pero pocas ventas-. Para el librero, se trataba del rigor del oficio, de la realidad del comerciante, del valor mercado del objeto libro. Para aquellas lectoras y compradoras fugaces, en cambio, siempre se trató del goce, del placer estético de habitar entre la multitud de libros, pese a su costo.

La librería se debatió entre el edénico lugar que envuelve el sentido de las letras, y el refugio terreno que trae consigo una carga de nicho y de obsolescencia, ante una competencia cada vez más feroz. Hay algo de Sancho en esa constatación, en ese realismo sin el candor de la fantasía ni la vehemencia del idealismo. Aun así, nuestro librero abrigaba la ilusión del libro como en una armadura quijotesca. La librería se resistía a morir, porque llevaba inscrita, en su propio nombre, la materia de su consumación. No se la iba a ganar el molino financiero, ni tampoco el gigante de la ignorancia. Y aunque se supiera derrotada, iba a dar la pelea. En pie, abierta a la ciudadanía y rebosante de páginas.

María Luisa Bombal reniega del feminismo

«No me importó para nada el feminismo, porque nunca me importó. Sí leía mucho a Virginia Woolf, pero porque sus conceptos los hacía novelas y no daba sermones. Nunca fui amiga de Victoria Ocampo, ella era mi editora y fue generosísima conmigo. No me quería, yo creo, porque yo era tan distinta…Ella era tan solemne, tan gran señora y yo estaba en otra onda, como dicen ahora. Además, no sentía que la mujer estaba subordinada, me parece que cada una ha estado en su sitio, nada más». María Luisa Bombal.

Hipérboles (poema)

 Te abrazaré tan fuerte que rodearé 

con mis brazos tu existencia entera

Entraré en ti tan profundo que sentirás 

Que estoy acabando en tu alma 


Mi mundo y el tuyo colapsarán

Al caer el pájaro del último día 

A tal grado será el colapso

Que habrá que reinventar nuestros nombres 

Y escarbar hasta el inframundo 

Para exhumar nuestros cuerpos 

Y esparcir sus restos en el inmenso espacio

Sin materia ni constelaciones, 

Solo una nada fulgurante, incandescente 

Que hará del olvido la única historia 

Y que consagrará al lamento

La intensidad y su corona espinada.