miércoles, 29 de diciembre de 2021

-O sea, se podría decir que eres otra-.

Ella se incorporó y me miró por unos segundos.

-Si así lo crees, entonces lo soy-.

¿Realmente, desde esa vez, ella siempre fue otra para mi conciencia? ¿Cómo reconocer lo que se niega a ser definido? ¿No será que lo nuestro radicó siempre en esa indefinición? Su alteridad y la mía fueron sombras que permanecieron demasiado tiempo juntas, a riesgo de aniquilarse y desaparecer.

¿Siempre fue esa otra que decía ser o solo fue la que yo creí que era?

(Fragmento de novela en curso)

Virus (1987) de Gonzalo Millán: "La palabra es un virus".

"La máxima alcanzada del libro Virus es el contagio de la palabra por la palabra y la síntesis como disolución del sujeto. En este sentido, el contagio opera en forma de metástasis textual, exhibiendo una dinámica tautológica reafirmada en la metatextualidad, en donde la alquimia textual ocupa un lugar intermedio entre lo absolutamente uno y lo absolutamente múltiple. La palabra como virus deviene como posibilidad de origen y muerte, cuya condición de propagación es la única forma de cambio".

VIRUS Si llevas el veneno en las fauces, muérdete la cola donde está el antídoto como el ouróboros.

EPIDEMIA Son necesarios Varios millones de virus Para conseguir un punto visible. Y varios millones de puntos Para conseguir una sola línea. ¡Cuántos millones de líneas! ¡Cuántos millones de puntos! ¡Cuántos millones de virus!

VACUNA En realidad, ya no escribo Inoculo vocales, consonantes. De un alfabeto de microbios. Vacuno con el virus De la verborragia, el silencio.

BORRÓN Y CUENTA NUEVA El virus de la parvedad Que antaño fue vacuna Un antígeno del fárrago, Hoy se ha vuelto plaga. Combátelo con formalina O con luz ultravioleta. Anteponle una hache muda, Calla a ese hijo de puta.

LETRA MUERTA Un virus en acción es casi invisible, la luz fusela su cuerpo. Se lo puede observar bien con el microscopio Electrónico, únicamente Después de muerto.

¿El virus ha muerto?

Ha dicho Jorge Zamora, disidente activo de la plandemia, que “todo lo que está ocurriendo hoy en día se produce gracias a que las personas creen básicamente dos cosas: 1 que el virus existe y 2 que la PCR detecta enfermedad”. Según él, no se descubrió un nuevo virus, solo se hizo un constructo virtual consistente en secuencias genómicas que no son originales, sino que fueron dispuestas como si de un Frankenstein virtual se tratase. Sarscov 2, para Jorge Zamora, no existe en la realidad y es tan solo un constructo virtual binario. Sí, tal cual se oye. Zamora es uno de los pocos chilenos que se la juega con una tesis tan atrevida, y se propuso hacerlo con argumentos racionales y científicos. Él sostuvo que, al no haber aislamiento ni secuenciación del genoma del virus, sencillamente no se puede afirmar su existencia a ciencia cierta. Similar a tomar la foto de un OVNI y suponer su estructura completa para afirmar que existe, asimismo, con el Sarscov 2 suponemos su estructura en fotos, pero no ha sido individualizado su genoma real, y con eso es imposible afirmar que este presunto virus tenga siquiera la capacidad de enfermar y, por ende, de matar. Zamora, para seguir argumentando su temeraria tesis, citó a Wu Zunyou, jefe del Chinese Center for Disease Control (CDC), quien declaró este año que “el virus no fue aislado”. Sin virus aislado, no puede existir genoma del mismo. Por ende, no puede haber pandemia.

Lo dicho por Zamora resultaría inmediatamente censurado por los talibanes del Ministerio de la verdad de Bil Gates, redes sociales y farmacéuticas asociadas y coludidas. Y eso es lo realmente preocupante. Ya no tanto el contenido de su tesis, de por sí provocadora y transgresora, sino que la falta de debate y aun de disenso científico en torno a este bicho, ya no se sabe si real o imaginario.

¿Y qué pasa con los millones de muertos? Esa misma pregunta se le hizo a Zamora en una transmisión en vivo. Él simplemente respondió que el problema radica en el engaño de las PCR, que realmente no detectan el supuesto virus. Lo que hacen es identificar ciertos síntomas asociados a otras enfermedades afines, para luego ser clasificados arbitrariamente, y de acuerdo a protocolos dudosos, como “positivos” falsos o verdaderos.

Si todo lo dicho por Zamora resulta ser cierto, solo cabría pensar en las desastrosas consecuencias para la ciudadanía engañada y en la aterradora verdad tras toda esta trama conspirativa. Los que llaman conspiranoicos a tipos como Zamora caen en el juego de la verdad “científicamente comprobada” por los medios oficiales y atacan al mensajero pero no al mensaje, falacia del hombre de paja muy usada hoy por hoy para aplacar cualquier atisbo de crítica tachándola directamente de “negacionismo”. Todos los que desconfían del relato de la pandemia pasarían a ser negacionistas. En última instancia, solo se pueden debatir dos grandes posiciones enfrentadas: la de los promotores del origen natural del virus, provacunación y obedientes de las medidas sanitarias; y la de los promotores del origen artificial del virus e incluso negadores del mismo, antivacunación y desobedientes de la narrativa plandémica. Como ha venido siendo la tónica en materia de ideas, durante todo este tiempo, ambas posturas maniqueas se mantienen en pugna, en un estrecho conflicto por la verdad y el poder.

Que el virus ha sido usado por “manos negras”, me inclino a pensar que sí.

Que el virus no tiene un origen tan espontáneo como creemos, me atengo al beneficio de la duda.

Ahora, que el virus no existe y todo no es más que un macabro circo para someternos, me resisto a creerlo del todo, pero una intuición me lleva a pensar siempre en el peor de los escenarios como factible, a juzgar por la dramática sucesión de hechos acontecidos a lo largo y ancho de esta coyuntura histórica.

Después de todo, mantengo el sano escepticismo y solo puedo afirmar que los virus no están vivos, y que incluso son llamados, en ciertos tratados de medicina, “partículas zombie”. Estaríamos ante la amenaza constante de un zombie invisible, seguido de cerca por el miedo que alimenta la maquinaria.

Así, el virus es verdad y es mentira. Verdad en cuanto discurso del poder. Mentira en cuanto su inexistencia puede probarse.

El virus es vida y es muerte. Vida porque sobrevive en nuestra mente. Muerte porque parasita lo que vive.

“Un virus en acción es casi invisible, la luz fusela su cuerpo. Se lo puede observar bien con el microscopio Electrónico, únicamente Después de muerto”, rezaba Gonzalo Millán, en Letra muerta, del libro Virus.

Solo nos queda el pensamiento y su respuesta inmune

El lenguaje y su imbatible viralidad.