domingo, 12 de junio de 2022

«El progresismo es la religión del auto aborrecimiento. Le enseña a los blancos a odiar a su raza, a los niños a odiar a su sexo, a la mujer a odiar su femineidad, a los patriotas a odiar a su país y a Occidente a odiar su historias. Qué cosa más despreciable y tóxica es». Matt Walsh.
Lo esencial es invisible a tu maniqueísmo.

Onirómano: "Atardecer y transmutación."

Otro relato de sueño del próximo libro "Onirómano" a estrenarse pronto. Cada relato más críptico y retorcido que el anterior. Lea:

Atardecer y Transmutación

Soñó que iba caminando dentro de algo similar a un instituto, subiendo escaleras para dar con un piso o una sala x. El instituto se hallaba, a su vez, dentro de una embarcación muy parecida al Logos Hope que arribó a Valparaíso. A medida que iba subiendo escaleras, perdía la noción del tiempo y del espacio y no sabía si iba en calidad de estudiante a alguna clase para recuperar un ramo, o si iba en calidad de profesor a dictar alguna cátedra atrasada. En ambos casos, la situación emocional era insostenible. Subía y subía y no daba con ese piso o con esa sala, mientras los minutos apremiaban, y sonaba el estruendo general (sonido de buque) que indicaba que las clases estaban por comenzar. En eso se topó con un loco que iba bajando apresurado a no sabía dónde. Se trataba de un loco parecido a aquel compañero de la U que gustaba de hacer referencias o frases apócrifas a autores conocidos, en clave parodia. Se confundía entre el gentío, pero se lograba distinguir porque iba con un libro en la mano, un libro que comenzó a tomarse sus pensamientos. Siguió al loco, sin siquiera alcanzar a detenerlo, y ya el nombre de aquel libro aparecía en su mente sin explicación. El libro se llamaba Transmutación y figuraba en su cabeza como atribuido a Bolaño. Pensó que no podía existir un libro con ese nombre, al menos que se tratase de otro libro inédito que la editorial en nombre del autor ya va sacando por osmosis, de manera fantasmal, publicando mucho más que cuando Bolaño estaba vivo; pero luego, ya habiendo perdido al loquito, volvió a retomar la búsqueda de su inicial paradero, no sin antes reflexionar sobre el libro que tenía guardado en la mochila y que no había advertido hasta ese entonces.

Se detuvo rápido, aún con el tiempo apremiando, para llegar adonde tenía que llegar, y abrió la mochila para sacar de su interior un libro derruido. Tenía la forma de aquellas ediciones Anagrama que intentan aglomerar en un solo tomo ciertos intentos de novela total, barrocos por pretenciosos, bizarros por ambiciosos. Al tomarlo, el libro era un mamotreto muy pesado, algo viejo con algunas páginas sueltas y una superficie de portada algo viscosa por la manipulación descuidada. El nombre del libro lo recordó perfectamente bien. Se llamaba Atardecer, pero no aparecía atribuido a nadie. Debido a la urgencia del momento, desistió de hojear el mamotreto y lo guardó para así volver a buscar el lugar al cual tenía que ir. Después de eso, no recordó nada más, excepto la imagen viva de aquellos libros y sus nombres, que seguían conspirando en su mente.

¿Qué era lo que se transmutaba? ¿Qué era lo que atardecía? Cuando se preguntó esas dos cuestiones se acordó que, en realidad, el lugar al que debía ir quedaba fuera del Logos Hope, al cual solo se podía acceder por un pasaje que antes pertenecía a una edificación antigua y que era tomado de vez en cuando por algunos drogos que se ponían a fumar y cambiar el mundo. Al intentar pasar por ahí sin ser advertido por los locos, uno de ellos le detuvo. Se trataba de aquel loco que había seguido en un principio. Estaba acompañado de otros compadres apenas retratables entre la bruma del humo. Sin mediar aviso, le pasó de lo que estaba fumando a otro de por ahí, y sacó de entre su amplia chaqueta un libro. Ese libro era el famoso Transmutación. Hizo el ademán de dárselo, no sin antes pedirle algo a cambio con la mano izquierda. Intuía que este loco quería el libro que él tenía en la mochila. Le dio entonces el libro Atardecer. El loco lo recibió y se lo pasó al otro que tenía el pito, para así recuperarlo y volver al vicio. Había otro loco a su lado, mirando fijamente, esperando que sucediese algo.

¿Qué era lo que debía pasar? A esas alturas, ya no sabía si él debía efectivamente llegar a aquel lugar que buscaba en un comienzo o simplemente debía quedarse ahí a resolver algo pendiente con esos compadres misteriosos. De modo que, para evitar el aturdimiento, intentó rápidamente salir de ahí. Sin embargo, el compadre que miraba fijo le detuvo, y le obligó a quedarse. Todo indicaba que faltaba algo más por hacer. Así, el loco del libro se acercó y señaló rápidamente hacia el que tenía en su poder: Transmutación. Los otros se arrimaron a un lado esperando que sacara de nuevo el libro. Él comenzó a abrirlo, y el compadre indicaba con el dedo la página que debía colocar, ante la mirada absorta del resto. Buscaba nerviosamente, a medida que el loco urgía más en la búsqueda de aquella página solicitada, hasta que dio con una página casi al final del mamotreto. Tenía dentro la inscripción de una pirámide con un punto en la parte superior, muy similar a la de Anagrama, entremezclada con la Illuminati.

Cuando retiró la vista de la página, el loco y los demás comenzaron a mostrar la figura que tenían inscrita en diferentes partes del cuerpo. Era el mismo símbolo del libro. Al captar que no podía concebir el sentido de la situación, el loco del libro se le acercó una vez más y le sostuvo la muñeca izquierda, fugazmente, junto a otros que intentaban sostenerlo. Alcanzó a forcejear con él, no entendiendo nada y siendo amenazado por lo incomprensible de las acciones, hasta que el loco simplemente le bajó la manga para revelar el símbolo que tenía él mismo inscrito en la piel de la muñeca: el símbolo de la pirámide del libro. Miraba hacia el símbolo en la muñeca, y luego, agotado, giró hacia el rostro de todos estos locos. En el momento que dio vuelta la cabeza de manera instintiva para evitar su mirada, y volvió para guardar el libro, el loco del principio soltó rápidamente su mano de su muñeca, dejando al descubierto el símbolo de la pirámide con un ojo en la punta.