lunes, 7 de febrero de 2022

Convoy de la Libertad

Convoy de la Libertad surca el territorio canadiense en protesta contra las medidas draconianas de la pandemia. Se ha dicho de este convoy de camioneros que forma parte de la derecha política, como suelen hacer aquellos que descalifican cualquier movimiento en contra de la dictadura sanitaria, pero también se ha dicho que están ahí como una suerte de “disidencia controlada”, supuestamente, en forma de falsa bandera para propiciar el desabastecimiento del país. Lo cierto es que una de las razones por la que protestaron los camioneros en Canadá fue justamente para evitar dicho desabastecimiento. ¿Por qué? Porque más de la mitad de los camioneros que transportan productos desde Estados Unidos ha quedado sin poder trabajar debido a las medidas de vacunación obligatoria impuestas por el “progresista” Justin Trudeau. Es más, los camioneros que transportaron alimentos nunca se unieron a ningún bloqueo. De hecho, continúan trabajando y siguen en la ruta junto a los camiones gringos.

Es preciso entender el trasfondo de lo que está sucediendo, en materia de geopolítica, cuando se habla del levantamiento de los camioneros en Canadá. Sucede que las elites globalistas se han manifestado en contra de ellos, por lo que les han robado millones de dólares con tal de cortarles los suministros e impedir su avance a través de las arterias de la nación. El gran capital mueve sus propias barricadas financieras para concretar sus planes de dominación. Así es cómo opera el nuevo “capitalismo de partes interesadas” que el Foro Económico Mundial pretende implementar en todas las sociedades occidentales. Ellos serán generosos con aquellas causas que sirvan a sus intereses. De lo contrario, estarán fuera del “negocio” y harán todo lo posible por boicotearlas. Hoy los camiones por la Libertad se la juegan en las carreteras, bajo un fuego cruzado de parte del gobierno canadiense y de parte del poder global, que tienen su mira puesta directamente en sus ruedas y corazas metálicas.

A quienes aún me siguen, si todo sale bien, saco un segundo libro este año, también de crónicas y de reflexiones varias. Tendrá que ver con el tiempo. Será mucho más ambicioso que el primer libro. Les dejo un adelanto:

Hay veces que pienso en los hechos imprevistos de la vida como giros dramáticos en los acontecimientos. Claro, resulta mucho más estimulante pensar que todo lo que vivimos se va construyendo cual narrativa, asumiendo que uno es el personaje principal de una obra sobre la cual adquirimos protagonismo de manera paulatina, a ratos, errática. Concebirlo de esa forma implica estetizar literariamente la falta de control absoluto sobre nuestras acciones y la de los demás sobre nosotros. O es que precisamente por eso la vida con toda su materia oscura se resiste a ser usada de guión predecible y rebasa todos nuestros lineamientos, dejándonos fuera del margen u obligándonos a replantear las líneas que habíamos trazado. Una de dos: o uno escribe su propio destino, tachándolo en el proceso; u otros lo escriben por nosotros a su antojo, de manera unívoca.

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En esa obsesión se nos va la vida: la de atrapar el tiempo y traerlo de vuelta, encapsularlo, congelarlo, intacto, sea como sea. El tiempo, nuestro tiempo, recordado, reproducido o, lisa y llanamente, imaginado.

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Quizá sea tiempo de emigrar, la nostalgia lejos de un estancamiento en el pasado se trata de un viaje interior, se trata de un impulso a recordarlo todo y también a recorrerlo todo desde la mente, los caminos inadvertidos y los todavía desconocidos e incomprensibles. Solo la música, (la buena música) tiene esa cualidad de transportar, de servir de vagón de la memoria. La nostalgia es el vehículo de la música. O la música es el vehículo de la nostalgia. De todas formas, se piensa, se recuerda algo o simplemente se avanza hacia alguna parte. Recordar algo, dejarlo ir, marcharse.

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El tiempo puso todo en su lugar. Los locos en su locura. Las frases cliché y las relecturas en su texto original. Los supuestos sentimientos y pasiones en los corazones que pertenecen. Pareciera que ella o, muy en el fondo, la vida, hubiese dicho: “Ya aprendiste lo que debías, ahora da vuelta la página”.

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Esos son todos los momentos que reconstruimos en la memoria, pequeñas batallas en el terreno baldío. Son esas ruinas las que le permiten al tiempo aparecer. Sin ese fin acabaríamos cautivos, vivos para siempre en ese sueño eterno. Cuántas historias de cada rincón de ese cerro de la infancia. Imagino la posibilidad de filmar, con alguna tecnología surrealista, cada una de esas escenas a lo largo de las décadas, ojalá con la evidencia de que esos rincones se desintegran y mutan. Lo pensé cuando vi un viejo cartel de Aldo Francia cerca del actual centro cultural del barrio. La posibilidad de una cineteca de los sueños, en esos patios traseros de Valparaíso, pero también la de un visionado de las ruinas. El tiempo se sueña a sí mismo, sobre las ruinas de los hombres.

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El cuadro queda completo. El tiempo histórico recicla sus mismos traumas. El proceso de la historia deviene una espiral, una serie de eventualidades que giran sobre un mismo eje y repiten un patrón ¿cuál será ese? Antítesis y confrontación de un poder sobre otro, sin garantía de síntesis.

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Siempre cuando se cree perder el tiempo, en realidad se está pensando. Así es el pensamiento: un naufragio gratuito a través de cosas que no sirven ni todavía tienen nombre.

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Ahora que vuelvo a la rueda laboral, recuerdo que mi madre me decía. "Trabaja, que habrá suficiente tiempo para descansar en el otro mundo". Ese mundo considerado como un domingo eterno.

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Con el tiempo libre no solo las ideas se dispersan, sino que los recuerdos también. Pareciera que así está establecido. Te tomas unas vacaciones y entonces pasas al imperio de la insignificancia, guardas el intelecto productivo en cuatro llaves para abrirlo nuevamente en Marzo y sacas, en cambio, la prenda a la mejor moda del verano. Te pones en sintonía con la hormona del presente, y diluyes en un balde la experiencia del resto del año como si fuese el aceite de una máquina que ya estancó su funcionamiento hasta nuevo aviso. Es así como funciona.

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Encontrar el equilibrio entre aquella necesidad del ego y la necesidad vital. Entre medio de esas dos necesidades se vive, se piensa. Ese justo medio se llama ocio. La línea de fuego entre las expectativas del mundo y las expectativas propias. La mayor parte del tiempo vivimos en ese fuego cruzado.

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En ese tiempo sacudido, asesinado, y sintonizado luego de su interferencia, ahogamos el paso de los días. El presente mismo de esta escritura interfiere, sacude y asesina a sus lectores. No restará entonces otro tiempo que el de ese presente.

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Vendedores ambulantes, viejos jugadores de carioca, vendedores de libros, jóvenes músicos de calle, improvisando sonidos, comerciantes de sustancias, y, por otro lado, antiguos bodegueros, guías turísticos, agentes de viejos emprendimientos, tratando de sobrevivir a toda costa, emulando los últimos suspiros de una actividad minada por la erosión del tiempo, el mar y la indolencia. En Valpo la vida de ciudad y de cerro sobreviviendo a duras penas a su propia deconstrucción, a su propia exhalación a ratos intensa, a ratos opaca, sobreponiéndose día a día a su propia idea fantasmagórica.

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Se abona en vida el tiempo que la muerte nos adeuda en préstamo.

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No preguntarse por qué, ni cómo. Preguntarse cuándo.

Solo bastaba una palabra para destruirnos; y un pensamiento, para desaparecer.