domingo, 16 de mayo de 2021

Raúl Zurita: “¡Cada voto es un piedrazo al corazón del sistema!”. Eso, suponiendo que cada voto vaya dirigido, no de forma simbólica, sino directamente al pecho de cada candidato elegido.
Al ir a votar, Piñera pegó la estampilla en la papeleta con su propia saliva. Muchos tomaron esto a la chacota, pero no alcanzaron a leer la connotación que hay detrás de ese gesto. Se trata del simple y categórico hecho de que el poder puede desafiar el sentido común y hasta el sentido del ridículo, realizando un acto tan inútil como pasarle la lengua a un adhesivo, sin que eso le reporte ninguna clase de vergüenza, o directamente, sacándose la mascarilla, sin que eso constituya peligro alguno para los vocales, volviéndose, una vez más, el hazmerreír de una ciudadanía obediente, contagiada de impulso cívico, durante un fin de semana en que convenientemente se relajaron todas las medidas restrictivas a las libertades. Solo Piñera puede darse el gusto de ser estúpido en toda regla, ser odiado por la mayoría y aun así formar parte del proceso que él mismo contribuyó a estimular, posterior al estallido y al cuestionado Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.