miércoles, 26 de enero de 2022

Científicos contra la plandemia: Ian Davis

“La evidencia es ahora incontrovertible. La pseudopandemia era una operación psicológica usada para controlar billones a través del miedo. Al examinar esta evidencia podemos identificar a aquellos que tuvieron los medios, oportunidades y motivos para cometer el mayor fraude jamás perpetrado contra la humanidad. La autoridad centralizada, combinada con una planificación y preparación minuciosas, hizo posible la pseudopandemia. Esto permitió a un pequeño grupo de conspiradores controlar el comportamiento de miles de millones. Abusaron de nuestra confianza y nos vendieron nada más que desinformación. Miles de millones de nosotros creemos que el sistema global de autoridad tiene nuestros mejores intereses en el corazón. En consecuencia, estábamos dispuestos a cumplir con nuestras órdenes, asumiendo erróneamente que tenían la intención de mantenernos a salvo. Esta creencia en la autoridad benigna no es racional. La historia debería enseñarnos a ser escépticos. Desafortunadamente, nuestra fe colectiva en la autoridad permitió que la pseudopandemia procediera en gran medida sin control. Cuando la autoridad mundial nos dijo que el nivel de amenaza era severo ya estábamos programados para aceptarlo. La autoridad mundial no tenía necesidad de probar nada. Bastaba con una simple declaración, ya que su condición autoritaria les infundía el poder de definir la realidad. Ninguna autoridad menor podía desafiarlos”. Ian Davis, Pseudopandemia. La nueva tecnocracia normal.

Un escritor, Pablo Rumel, dijo que soñó conmigo. Aclaró que nada homoerótico. Soñó que iba a Valparaíso y que leía mi nueva obra. Según él, lo interesante de la escritura del sueño era que tenía un estilo de prosa muy peculiar. Enumeraba cada párrafo e intercalaba extractos enciclopédicos tipo Wikipedia, pero de manera paródica. Luego de contarme su sueño, le dije que me estaba dando ideas oníricas para un próximo experimento narrativo. El año pasado habíamos hecho un juego de escritura con una chica que consistía en relatar nuestros sueños al otro y luego reinterpretarlos en clave crítica, como si se tratasen de relatos de ficción. Ahora, este compadre me propone algo más cuático: escribir un próximo libro inspirado en su sueño sobre mi nueva obra. Un texto basado en la lectura del sueño del otro, o un texto que parte de un sueño sobre una lectura de un libro onírico. Ya lo decía Shakespeare: “estamos hechos de la misma materia de los sueños”. Por extensión, su materia textual. Pero cabe aclarar que: “nuestra pequeña vida puede terminar durmiendo”.