domingo, 19 de abril de 2015

Anacrónicos de corazón


¿Por qué la música del pasado es la que nos arrebata más directamente el corazón? Es la interrogante que me asalta luego de leer un ensayo sobre el fenómeno post rock. Una intuición que ya creía mía en los años 2000, una vez que se toma conciencia de la banda sonora de tu vida. Aquello que advertía como una nostalgia por el sonido del pasado, como una especie de catalizador del romanticismo de cada uno. Aquello que despierta de alguna forma una armonía con una época, independiente de si se vivió o no. Aquel fenómeno de la anacronía musical, sin embargo, pese a mi intuición, ya había sido escrito por Simón Reynolds el crítico inglés en su tesis sobre la "retromanía". El espíritu de la música como el espíritu de una época, tal como lo pensaban los románticos decimonónicos. Eso era más o menos lo que ocurría con la música popular del siglo XXI, pero en sentido inverso: la nostalgia musical por una época que no precisamente se vivió. La generación del anacronismo melómano. Describo este pensamiento para hablar sobre algo similar que también le ocurrió a mi padre. Su tesis sobre los dos genios artísticos del siglo XX: Duchamp y Picasso, su intuición sobre el hecho de que Duchamp se cagara en el concepto de " arte" establecido hasta entonces con su célebre Fuente, y que Picasso, por supuesto, hiciese de ese concepto de "arte" su sello de genio narcisista que luego explotaría para su seguridad económica, sello que Dalí seguiría igualmente a su manera. La intuición de mi padre sobre esas dos fuerzas dialécticas, que podrían replicarse también al arte latinoamericano (Por ejemplo en Claudio Bravo como Picasso; Matta como Duchamp) ya había sido escrita y publicada por Enrique Vila Matas en uno de sus tantos artículos sobre arte contemporáneo. De tal palo, tal astilla. La anacronía sin querer invadía nuestras cabezas. Como padre e hijo, presos de una asociación que acosaba nuestro pensamiento, como las notas discordantes de una partitura secreta, quizá ya escrita por alguien que no sabíamos que existía, y que resultó ser más familiar de lo que esperábamos. Retromaniacos de sangre. Anacrónicos de corazón.

1.- Para refutar el egoísmo supuesto de nuestra sociedad: la existencia de la moda. Desde que existe, ya no hay yo (el yo no importa): sólo otros. Con la salvedad de que son otros solos, en medio de la feria de los otros...


2.- Especulación sobre la palabra yoyó: una metáfora del ego, que siempre gira sobre si mismo y regresa contra quien lo lanzó, a ratos con vértigo y con intención de desconocerlo...