jueves, 9 de octubre de 2025

Más allá de los méritos y la trayectoria de los candidatos y los ganadores, conviene repensar este tipo de cosas. No pequemos de ingenuos. Algo con lo que estoy completamente de acuerdo: El Premio Nobel de Literatura es ante todo un premio geopolítico. Yo iría más lejos: todo premio es político. Por eso alguien como Houellebecq no podría ganar, y tampoco es su propósito ganar.

"El Premio Nobel de Literatura es ante todo un premio geopolítico. Son premios a los mejores escritores de un idioma que en especial resulten poco problemáticos referente a aspectos políticos internacionales extraliterarios. En ese sentido se da el premio a quien conviene darlo. Por ejemplo, Mircea Cartarescu es un gran escritor, pero ese no es el motivo por el que se lo van a dar. Se lo darían en buena parte porque es una persona conveniente. Conveniente porque el Nobel le debe el premio a Rumanía, que no tiene Premio Nobel de literatura.
Por otro lado, Cartarescu es una persona cómoda para la Academia sueca porque, si bien hace críticas a los totalitarismos, siguen siendo críticas cómodas; no son críticas como las de Houellebecq, que son incómodas y que podrían poner en una situación complicada a la Academia. Mientras Cartarescu siempre dice lo correcto, Houellebecq dispara. La calidad literaria de Cartarescu es salvaje, pero el pensamiento en la literatura de Houellebecq nos acuchilla en nuestro presente mientras escupe a la tumba de la democracia. Entonces, la calidad literaria podemos considerar que es para la Academia Sueca una dimensión secundaria del premio. Ambos autores son tremendamente diferentes; quizá Cartarescu tenga una pluma más lograda, pero la narrativa de Houellebecq no solo es provocadora, es confrontacional con el orden sistémico en que vivimos. Toda su literatura nos arroja a vernos en un espejo negro; es más que novela, un ensayo novelado de un presente podrido y una profecía de un futuro que toca a la puerta con un hacha en la mano. Quizá el último o gran representante de la literatura y la tradición del pensamiento francés esté presente en un autor como Houellebecq, lejos de toda vecindad con la literatura cómoda y complaciente."

Porque Cartarescu sí ganaría el premio Nobel y no Houellebecq, y jamás De Prada.
László Krasznahorkai fue llamado, en su momento, "Maestro del apocalipsis" por Susan Sontag. Tras recibir el Premio Nobel de Literatura, su obra fue descrita como "cautivadora y visionaria" con la cualidad de "reafirmar el poder del arte en medio del terror apocalíptico". Que en un mismo enunciado se mencione la palabra literatura y apocalipsis, encarnadas en un solo escritor, resulta una señal poderosa y decidora, una resonancia no solo metafórica y alegórica, sino que referencial, con el espíritu de nuestros tiempos. A propósito del Nobel, deberían viralizarse los concursos y talleres con esa temática: literatura y apocalipsis. Los signos de la era atómica irradian en cada una de las palabras de nuestros contemporáneos.