jueves, 5 de septiembre de 2024

"Aún puedes abrir tu caja negra". El verdadero significado de "Final caja negra" de Soda Stereo.

A diez años de la partida de Gustavo Cerati

Era el año 1986. Soda Stereo estaba pasando por una etapa confusa. Debían tener las letras para su próximo disco en muy poco tiempo. Solo tenían En camino y Persiana Americana, pero no las había hecho Cerati, sino que gente externa a la banda. Cerati no encontraba la inspiración para ninguna de las canciones que estaban componiendo. Había roto con su novia Noelle Balfour y estaba sumido en una sequía creativa. Ciertamente, la situación vital de Cerati se sentía “oscura”, tal como la época en la que plasmó su genio.

“El mundo se había pintado de negro”, sostuvo, muchos años después, en una entrevista a RadioAktiva de 1995. La segunda mitad de los ochenta tenía esa “onda dark” en la música, inspirada en bandas como The Cure o Bauhaus, dotando a la escena rockera de un espíritu “gótico”, y lo gótico viene, a su vez, del romanticismo decimonónico, esa corriente profundamente arraigada en lo subjetivo y en lo emocional, plena de profundidad en la poesía y de simbolismo en las ideas.

Fue en este escenario que Soda Stereo lanzó el que quizá sea su mejor disco: Signos. El proceso creativo del disco fue apoteósico, y para Cerati, en lo particular, fue una auténtica procesión. Toda aquella “materia oscura” que había surgido en su interior, trascendió pronto en forma de composición lírica. Y de todo aquel excelente material, hay un tema muy enigmático: Final caja negra, la canción que cierra el álbum.

Tal vez no sea el tema más popular ni el más conocido, aunque su potencia y su contenido -reconocible para todo fan de Soda- encierra un significado más allá de la literalidad de las palabras. En una entrevista para Rock in cable de 1986, Cerati fue preguntado sobre el proceso del álbum, y se refirió específicamente a este tema: “Tomé esa idea de la caja negra de los aviones, que registran la última hora de vuelo. Y este longplay era eso, una caja negra y, a la vez, el intento de salir de ella, con todo lo que significa, las cosas de uno aprisionadas dentro de la caja”.

En efecto, era la primera vez que Soda se proponía hacer un álbum conceptual, y el primer concepto para el disco era precisamente el de la “caja negra”. Sin embargo, terminaron decantándose por el concepto de “Signos”. De todas formas, la “caja negra” continúa siendo una idea fuerza dentro del álbum y su alcance poético cierra el disco con broche “negro” de oro. El concepto de “caja negra” tomado de los aviones engloba muy bien el concepto de aquello que se registra, se guarda y se quiere descifrar. La segunda función del aparato era justamente la de una grabadora, a la cual se tiene acceso a los sonidos y a las conversaciones en la cabina de vuelo, tales como las comunicaciones de la tripulación y las pláticas entre pilotos.

Si bien Cerati fue bien explícito al referirse a este término, la “caja negra” trasciende el ámbito aeronáutico y está asociado también a disciplinas tan dispares como la informática y la psicología. En informática, se usa el concepto “caja negra” para un tipo de prueba de software directa, que analiza la compatibilidad entre los estímulos que recibe (entradas) y las respuestas (salidas) que produce, sin considerar la lógica interna del sistema.

En psicología, por su parte, la “caja negra” constituye todo un paradigma positivo. Positivo en su sentido científico. John Watson, en 1913, publicó el llamado Manifiesto conductista, en el que sentaba las bases del modelo conductista, basado, ante todo, en la observación de la conducta visible de los individuos, en términos de estímulo y respuesta, renunciando, con ello, al estudio de lo no observable, por ende, lo inabarcable, lo inexplorable: los afectos, los sentimientos, los pensamientos, los deseos, los sueños y las ideas que pertenecen al reino interno de la psiquis, todo comprendido bajo el epíteto de la “caja negra”, nombrada incluso con un tono algo despectivo, como aquello opaco, hermético y de difícil comprensión.

Los conductistas, en su pragmatismo, concebían en la mente humana una “caja negra” con mecanismos cuyos efectos son perfectamente visibles y, por lo tanto, perfectamente observables y susceptibles de estudio. Así, por ejemplo, para la memoria, fenómeno interno, postulaban ciertas estructuras que inciden en los recuerdos a corto y largo plazo, sin ahondar en la naturaleza de esos recuerdos ni en su resonancia simbólica. Dichos elementos pertenecerían a ese abismo al cual el psicólogo conductista le estaría vetado mirar, en virtud de sus principios. Cual Dios oscuro al cual se le reconoce su presencia, pero no se le rinde pleitesía, la mente humana permaneció, para el positivista, como una incógnita ante la cual solo queda guardar distancia.

Así mismo, la propia “psiquis”, o el alma del ser humano, se “cajanegrizó”, se volvió tan automática en la perfección de su funcionamiento que perdió, ante la vista de los escépticos positivos, todo su intrigante misterio, su sentido de consciencia, su tesoro oscuro, toda su fascinante y complejísima relojería. Es por eso que la poesía y la lírica cobran aquí la tarea de “exploración del abismo”. Hacer suya la metáfora de la “caja negra” para recobrar su dignidad y su propósito más allá de un determinado marco teórico o epistemológico.

Es preciso acercarse a la “caja negra” y representarla como una metáfora antropológica. Así como fue usada para registrar toda la información de los vuelos como respaldo para futuros eventos desastrosos, la caja aúna en sí misma una memoria encriptada, un testimonio oculto y concentrado sobre lo imprevisible del mundo. En todo lo que oculta está lo que se dijo y no pudo ser oído. En ese ocultamiento preserva la posibilidad de la comunicación y del significado.

En la lírica de “Final caja negra” queda patente, sin duda, aquella posibilidad. “Y sin embargo sabes/Me mantendrás distante/Y sin embargo/Aún puedes abrirla”. Confieso que, antes de conocer la letra de la canción, yo pensé que Cerati cantaba esas líneas, diciendo “no puedes abrirla”, asociando a la caja a su presunta cerrazón. Pero una lectura más atenta, me permitió reinterpretar esas líneas, aduciendo, en cambio, una lectura distinta, con la fórmula “aún”, es decir, aún cabe la posibilidad de abrirla, de abrir aquella caja, en donde permanecen, intactos, los pensamientos y los deseos más íntimos y propios, por ende, los más valiosos.

“Luces como preparado/Para una muerte elegante/Y sin embargo, lates/Aún puedes abrirla”. La alusión fúnebre en estos versos, permite suponer el proceso interno del creador, expresado por el hablante lírico, porque recordemos lo que significó para Cerati la procreación de esta obra: un auténtico sentimiento trágico, un memento mori, nuevamente, una procesión interior que solo comprenden aquellos artistas que están a punto de “destruir” una parte de ellos mismos para dar lugar a algo nuevo: muerte y vida, en un ciclo poiético. Porque todo arranque creativo no es un “juego de niños”, así como todo crecimiento espiritual. Es preciso “agotar lo imprevisible” con “blindados brazos”, estar dispuesto a enfrentar lo que venga, por caótico que parezca, con estoicismo, para entregarse de lleno a la obra, materia alquímica y abrirles la mente a sus espectadores.

Lo que se espera para el no iniciado, para aquel que se encuentra en su zona de confort y aún no ha experimentado lo suficiente la vida como para decir de ella algo grandioso, resulta ser siempre ese “laberinto sin sorpresas”, ese camino enrevesado, pero trazado, de antemano, por otros. “Final caja negra” te dice que salgas de ese laberinto y te atrevas a abrir lo que estaba oculto, con toda su carga de magia y de verdad. En esa codificación radica el arte: en la apertura radical de lo desconocido, en la intemperie del hombre ante lo que permanece cerrado y, a la vez, infinitamente abierto.

Es tan potente la metáfora de la caja negra que puede abarcar la maquinaria de proyección de cine, aquel mecanismo oculto al visionado, también la caja escénica vacía, aquel espacio tras bambalinas del teatro. En resumidas cuentas, la caja negra es aquella “nada que lo es todo”, aquella zona en que lo opaco envuelve el contenido de lo inesperado, rico en códigos, signos y toda clase de símbolos. Será tarea del artista hacer de lo opaco algo legible, digno de escritura y de ritmo. Si vamos más allá, la caja negra es la propia materia oscura que nos circunda, absoluta e impenetrable, pronta a ser enfrentada y descifrada, si es que no tememos caer aterrados por su secreto. Urna sin candidatos, compendio de cenizas, lugar de contrabando de la memoria, sino de la amnesia, cofre de huellas e interrogantes, la caja negra sobrevuela nuestra propia cabeza, nuestro propio corazón, nuestro propio misterio a ser abierto.

“Cuando la civilización colapse, habrá que abrir las cajas negras”.

Ese parece ser el mensaje cifrado, uno de los tantos, que nos dejó Cerati, antes de caer en coma y luego partir definitivamente de este mundo. Un testimonio post mortem o una profecía a destiempo. Abrió su caja interna, para nosotros, los melómanos, nos regaló sus más poéticos secretos, y luego volvió a cerrar su caja, esperando que sepamos releer el mensaje. Habrá que aguardar el final, antes de abrir lo que parecía destinado a permanecer cerrado.