jueves, 26 de febrero de 2015

Ya que la vida entera es ilegible, ágrafa, carente de trama, ya que no hay un guion último que represente a nadie, excepto cuando algún relato con pretensión mesiánica se incuba en un alma interesada, no se puede dejar de buscar algún nicho de sentido donde existan palabras que al menos esbocen el comienzo de nuestra ignorancia. Querer trascender ahí es sacrificar el relato de lo que deseamos. Sin embargo el egoísmo de nuestra historia es necesario. El yo se disuelve en su ansia de permanencia. Pero ayuda a perseguir las sombras del mundo. No es precisamente un guardián, es una especie de señal que naufraga. Por eso es saludable buscar el texto, la obra, fuera de ella. La escritura es salvaje. No se trata de ganar o perder, se trata de seguir vivo. A fin de entrar, como diría un autor, en uno mismo "armado hasta los dientes".