martes, 24 de julio de 2018

Stefan Zweig, exiliado en Brasil, se había suicidado con su esposa ingiriendo un veneno letal. Se aduce que lo hicieron tras ver su "patria espiritual" invadida por los nazis y tras ver a Europa "destruirse a sí misma". Hace poco, en Conchalí, un anciano le disparó en la cabeza a su pareja para luego dispararse él mismo. La pareja vivía sola y ambos padecían cáncer. La anciana había sobrevivido al balazo pero murió luego en el hospital San José. Irónicamente, solo en ese estado pudo salir de la cama en la que permanecía postrada durante años. Según cuentan, el anciano iba a ser llevado a un asilo, por lo que, en un último sacrificio amoroso, pactaron quitarse la vida para permanecer juntos por siempre. El paralelismo no es gratuito. Solo que la única patria espiritual que conocían estos ancianos era la patria del amor, la patria del amor agonizante, invadido por la inclemencia del egoísmo, y lo único que se destruía a sí mismo era el horizonte de sus sentimientos, ultimados, en un heroico pacto de pólvora y sangre. Chile llora de amor.
Imagina un mundo en el que azar fuese la regla del juego. Ahora, imagina un país en el que el bingo fuese el dispositivo democrático. Imagina, solo imagina....
El supuesto caso viral del soltero chino de 31 años, Niu Xiangfeng, que en su intento desesperado por encontrar una esposa ha sido rechazado -según dicen- casi "80000 veces", me recordó a una anécdota que alguna vez comenté sobre Albert Ellis, el psicoterapeuta yanqui que en un intento por superar su timidez con el sexo femenino contaba que de joven se obligó a conversar con más de cien mujeres en el jardín botánico del Bronx durante un mes. Decía que pese a no tener éxito en ninguna cita, perdió en cambio su miedo al rechazo. Mientras que el soltero chino insiste de manera necia en una empresa que a todas luces -merced a su tozudez y desesperación- nunca llegará a buen puerto, el psicoterapeuta yanqui demostró que esa misma técnica errática podría servirle para superar la resignación y la autohumillación. Ambos, fracasados sentimentales, solo que uno hizo de la idea de casarse su cruz, y otro de la idea de emparejarse su estoico experimento. Aunque es muy probable que la exhibición victimista del primero no sea otra cosa que una última medida kamikaze, y la intelectualización del segundo otro proceso velado de la líbido.