domingo, 24 de enero de 2021

Scopex y Snowpiercer

Bill Gates ha propuesto acabar con el calentamiento global financiando un ambicioso y costoso proyecto de geoingeniería mediante el cual planea “controlar” el alza de la temperatura sobre la Tierra. Este proyecto tiene por nombre ScoPEx (Experimento de perturbación controlada estratosférica) y consiste básicamente en lanzar a la estratosfera unas góndolas con globos de carbonato de calcio, que podrían llegar a reparar la capa de ozono cerrando sus agujeros. La idea es que con esto se consiga el efecto deseado y la luz del sol pueda llegar a la superficie terrestre sin provocar ningún impacto sobre el ecosistema. Por eso, los medios sensacionalistas han repetido que Bill Gates se ha planteado, literalmente, “tapar el Sol” (sí, tal cual lo hizo el Sr Burns en los Simpsons). El proyecto aún está en veremos, y tiene que ser aprobado por la comunidad científica, en especial por los científicos responsables de la Universidad de Harvard. Se ha especulado sobre las implicancias negativas que puede traer la hipotética implementación de ScoPEx para el futuro de la Tierra y de la Humanidad. Todos los escenarios imaginados rondan unas consecuencias desastrosas. La extravagancia del proyecto estimula, sin duda, la ciencia ficción más distópica, haciendo un parangón con el mundo presentado en aquella novela gráfica postapocalíptica de 1982 llamada Le Transperceneige, en la que la Tierra ha vuelto a pasar por una nueva era del hielo por culpa de un fallido experimento de ingeniería climática diseñado precisamente para combatir el tan bullado calentamiento global. Existe también un thriller del 2013 del director coreano Bong Joon-ho, llamado Snowpiercer, que es una adaptación libre de la novela gráfica francesa, y visualiza un planeta totalmente congelado tras un fatal intento por rediseñar el clima del globo. En ese mundo congelado solo sobreviven los pasajeros de un tren, el “Snowpiercer”, que avanza estrepitosamente a través de un interminable desierto de hielo. El año 2020 se estrenó incluso una serie de netflix con el mismo nombre de la película coreana, solo que en la serie todo apunta hacia el desarrollo de una trama de corte policiaco, conservando el esquema del contexto, pero matizando la premisa de desigualdad social, para ampliar dicho universo catastrófico y ahondar todavía más en la psicología de los personajes, mediando un proceso de deshumanización tan propio de escenarios extremos y situaciones límite. Puede sonar conspiranoico, pero cuesta no pensar en la novela gráfica, en la película y en la serie cuando concebimos la posibilidad científica de que la geoingeniería pueda manipular en un futuro próximo el curso de la naturaleza a su antojo, en pro de unos intereses megalómanos, pretendidamente altruistas, camuflados por las siempre nobles ideas del bien común y la supervivencia de la especie. Suena profundamente pesimista, pero el 2020 ya nos volvió lo suficientemente escépticos como para dudar de los mantras grandilocuentes y nos aclimató para imaginar lo peor ante toda circunstancia, aun cuando esto parezca promisorio.