lunes, 23 de julio de 2018

Lucy Avilés cree a pie juntillas que la incorporación del Jardín de las delicias de El Bosco en libro del Mineduc fue obra del Movilh, esto al notar que un pasaje de arte para tercero básico contenía "flores metidas en partes íntimas", específicamente, en el recto de ciertos personajes. "No queremos que homosexualicen a los niños", se le oía reclamar a la religiosa. Una pataleta ignorante, desde una primera lectura, una pataleta propia de un dogmatismo idiotizante, en donde si Avilés tuviese un poquitito de comprensión lectora se daría cuenta que el significado del cuadro que compone un volumen tripartito tiene una intención moralizante. Se trataba precisamente de graficar de manera pictórica un "falso paraíso" influenciado por la lujuria del mundo físico. Pero el verdadero cuestionamiento no pasa realmente por la limitación cognitiva e intelectual de la mujer religiosa, sino por el propósito del Bosco dentro de un libro pensado para chicos de tercero. Un cabro de esa edad de seguro se preguntará, aún no contaminado por el sesgo ideológico ni confesional, ¿por qué todos desnudos? ¿y por qué todos haciendo tantas cosas raras? La pregunta que cabe hacerse es ¿podrá un profesor explicar a un cabro de tercero, con el Bosco en sus manos, el real contenido de esas imagenes, sin caer en la moralina religiosa ni en la arbitrariedad artística? ¿Qué podría aportar realmente la visión de un culo ensartado de flores o de un cunnilingus al imaginario de un cabro todavía en plena fase de aprendizaje por extrañamiento? Solo cabe afirmar con seguridad una sola cosa: El jardín de las delicias, obra concebida probablemente por encargo con el fin de exponer los pecados, primero leída como proto surrealismo, luego como aberración y finalmente a modo de diversidad plástica, seguirá invicta, ensartando sus flores en el culo de los contemporáneos, violándoles la imaginación, complicándoles la existencia.