miércoles, 16 de noviembre de 2016

Vi de esos chocolatitos de forma elíptica en el kiosco. Blancos y oscuros. Con rayas arriba. La señora los tenía a cuatro por cien. Le hice saber que hace veinte años mi bisabuela los compraba a diez por cien en el cerro. Le recalqué: El doble. Ella señaló: Más del doble. Cómo cambia todo, le repetí. Sí, todo sube, todo cambia, remató ella. Una corta sonrisa la delataba. Una sonrisa, en cierto modo, mercantil. Parecía reírse por el paso del tiempo y su irónica alza de precios. Uno, en cambio, se reía a medias, pensando, como su cliente, en ese tiempo cuando todo era más bonito, y, lógicamente, cuando todo solía ser más barato . La nostalgia, a fin de cuentas, sabe dulce pero también sale cara.
Es el tiempo del fin para los cuartos medios. Es también el tiempo en que los profesores se vuelven una mala mezcla entre escritor de auto ayuda, psicólogo new age y orientador vocacional de propaganda.