domingo, 26 de junio de 2022

Julian Assange a punto de ser extraditado: la batalla por la libertad y el Estado de derecho en Occidente

Se confirmó, hace poco, la extradición de Assange a Estados Unidos, por parte de una ministra del Tribunal Supremo británico. Como ya se sabe, Assange, en el año 2010, expuso, por medio de Wikileaks, cientos de miles de documentos y correos electrónicos que confirmaban los crímenes de guerra y conspiraciones políticas de los estados de USA, China, Rusia y la Unión Europea contra civiles. A raíz de esto, el periodista fue procesado, encarcelado todo este tiempo y hoy enfrenta una pena exorbitante de más de 175 años por aquellos supuestos “delitos” informáticos contra la seguridad nacional. De cumplirse la extradición, entonces, estamos hablando de una muerte segura para el estoico y heroico hacker, y de un atentado gravísimo contra la libertad de expresión y la libertad de información. Y no solo eso, también, como dijo la magistrada francesa, Eva Joly, “si Julian Assange es extraditado, es el fin del estado de derecho en Occidente”. Es decir, si nadie logra revertir la decisión de extraditar al periodista mártir y se le sacrifica ante el aparato judicial gringo, sentaría un precedente inequívoco, y sería la estocada final contra la libertad y contra la justicia occidental. El poder global confirmaría, aún más, su hegemonía. Por eso, el caso Assange es tan contingente y, al mismo tiempo, trascendente, porque consigue disolver la dialéctica binaria entre ideologías, en aras de un bien mayor, al ser apoyado con fuerza por sectores de izquierda y por sectores libertarios; y deja entrever que la lucha geopolítica, la lucha decisiva, debe librarse, hoy, contra la maquinaria del Estado profundo del “eje atlántico”.

Yo rechazo...

Yo rechazo...

El duopolio

La hegemonía progre

El Estado profundo

La elite financiera

La tiranía globalista.

Boric se ha convertido, sin pretenderlo, en el presidente Schrodinger, síntoma de posturas radicalizadas y maniqueísmo galopante. Para Carola Canelo, por ejemplo, quien se declara de izquierda apartidista, Boric no sería de izquierda, porque aboga por la autoregulación de las empresas y no por la legislación estatal para la protección de los trabajadores. En ese sentido, para ella, Boric sería un cómplice del status quo neoliberal; a todas luces, un socialdemócrata, para no decir un derechista. En cambio, para Vanessa Kaiser, quien es de derecha, Boric no sería para nada un defensor de la libertad ni menos un capitalista; antes que nada, sería un izquierdista radical, por no decir un comunista, al representar, cual Mesías o Pastor al momento de ser elegido, el populismo demagogo propio de los grandes líderes del pasado, respaldado por las masas adoctrinadas. Entonces ¿qué es Boric? ¿Un socialdemócrata neoliberal continuista del concertacionismo? ¿O un izquierdista radical muy cercano al comunismo más totalitario? La cuestión es simple: Boric es un crisol que contiene ambos espectros de la política, un cristal que reflecta la cosmovisión de sus opositores. En cuanto a su sustancia, aún queda la duda, misma duda que quizá se tomó demasiado en serio, aquella vez que dijo, citando a Albert Camus: "En política, la duda debe seguir a la convicción como una sombra".