jueves, 23 de agosto de 2018

Caminando a la altura de Freire, un sujeto se servía un sandwich sentado al lado de una mujer que empinaba con total desenfado una lata de cerveza dorada. Ella, al verme pasar con un vaso de café, se quedó mirando y, sin mediar aviso, levantó la lata y dijo: "Un salud por los hombres". La quedé mirando de vuelta sonriente, entendiendo que se trataba de una simpática volá de ebriedad. Pero antes de seguir de largo, la mujer fijó la cara, ante la mirada sostenida, y agregó: "aunque sean malos". Dicho eso, se dio vuelta y siguió chacoteando con el sujeto a su lado. No se sabía lo que eran, ni menos qué era lo que se decían. La palabra malo, presa de la arbitrariedad, confundida con el asfalto, ya había adquirido por sí sola el color de la noche. Continué el resto del camino con una sensación carrasposa corriendo por la garganta.