sábado, 24 de agosto de 2024

Me he propuesto como meta dejar el alcohol de manera progresiva, hasta reducir su consumo considerablemente. Sé de primera fuente los estragos que causa. Con un amigo decimos que desata, en muchos, esa "sombra" de la que hablaba Carl Jung o, si nos ponemos literarios, convierte a los afectados por su influencia en ese Mr Hyde que imaginó Robert Louis Stevenson en su clásica novela. 

Hay quienes han dicho que en las raíces etimológicas del alcohol se alude al despojo del alma propia o al asedio de espíritus nocivos. No por nada, la palabra alcohol viene del árabe al-kuhl que significa "devorador del espíritu", y sus orígenes podrían incluso situarse en la palabra gohul, que representa a un demonio necrófago. 

En efecto, los más susceptibles al "copete" parecen imbuidos por un espíritu incontrolable que anula su capacidad de juicio, llegando a convertirlos en verdaderos energúmenos, simplemente para borrar sus recuerdos al día siguiente y dejarles con la "caña moral", la pesada consciencia sobre aquellas acciones vergonzosas cometidas bajo el influjo de la bebida espirituosa. 

¿Quién no ha sentido que un agente extraño le usurpa la mente y el cuerpo, cada vez que se pasa de tragos? Esa misma es la sensación del alcohol en el cuerpo: la de un desenfreno malentendido como energía vital, pasando por la usurpación de la razón y la consciencia, una tentadora oferta de las pasiones, la violencia y la sensualidad para dar lugar a la enajenación total de sí mismo.

Ante el abismo de la praxis

Texto escrito hace exactamente once años


Haciendo una limpieza de archivos en el pc, me encuentro con el informe de práctica docente final. Estuve releyéndolo con necia nostalgia (necedad y nostalgia, cualidades sanadoras) , no sólo por accidente, ni menos morbo auto indulgente. A ver si me reencanto con la profesión. El párrafo final de ese informe final reza:

"Ante el abismo de la praxis y el fenómeno educativo, no se optó precisamente por volar, sino que por caer, arrojarse, y desde la caída tantear, experimentar los altibajos del proceso, ese limbo constante. Hasta que finalmente la caída no resulta tan aterradora y se sigue cayendo hasta que uno llega a perder la noción de un comienzo y un final. Y finalmente, se alcanza el fondo sólo para reconocer que los ciclos de enseñanza y el aprendizaje consistieron siempre en esa caída. Entonces, la clave hacia largo plazo consistirá en experimentarla dentro de todos los abismos posibles. Sin antes reconocer que en cada uno de ellos la caída es distinta, por lo cual la enseñanza y el aprendizaje que resulte de ella será diverso. ¿Es esta metáfora una visión conclusiva sobre la praxis pedagógica? ¿Una suerte de moraleja manoseada después de concluir un proceso? Sólo diré que es preciso recurrir a la oscuridad para abordar ese proceso recursivo y potencialmente infinito en que consiste la educación. La educación y su comunidad como una rueda, como un mundo, y lo desconocido, lo ignoto, como lo abismal, potencialmente abierto y transparente, ávido, antes que nada, de ser conquistado, combatido. Finalmente, ávido de ser enseñado y de ser aprendido."