jueves, 7 de febrero de 2019

Se dice que el abogado presidente de Gasco que echó a tres mujeres de las orillas del Lago Ranco alegando propiedad privada, fue el mismo que en 1988 interpuso un recurso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para impedir que se transmitiera la película "La última tentación de Cristo" en Chile. Su carácter conservador se traduce entonces no solo en la defensa a ultranza de la privatización de lo público, sino que en la promoción dogmática de ciertos valores eclesiásticos, y en el rechazo categórico a todo aquello que atente contra su reducto de poder. De hecho, esto puede verse reflejado claramente en el propio video viral, cuando una de las monjas le dice a Pérez Cruz que ella es cristiana, exigiendo respeto. Este no lo piensa dos veces y le responde que él también lo es, pero "a su manera". No solo desde el punto de vista moral la actitud del sujeto fue desproporcionada, sino que además desde el punto de vista estratégico. Ahora, por culpa del impacto mediático de su desatino, Gasco tendrá que replantearse una vez más su imagen comercial, ante la horda de detractores e indignados con el episodio. (De hecho, aunque suene ridículo, los memes del perro de Lipigas pueden ser un indicio remoto de que esta empresa podría llevarle la delantera a Gasco en términos de ganancia económica). Y, por si fuera poco, el declararse cristiano a su manera ante el ojo crítico de la red, tampoco ayuda mucho a la ya empobrecida confianza del chileno en la Iglesia. La prepotencia del presidente de Gasco no revela otra cosa que la peor cara de la elite financiera: un deseo desmedido por la apropiación y la acumulación, una cultura expresada en un arribismo galopante, una mentalidad eminentemente materialista y pragmática y, por supuesto, su ego en directa proporción con su poder adquisitivo. A la derecha más liberal tampoco le conviene que sujetos como Pérez Cruz se jacten de propiciar y promover sus valores con tal desparpajo.