sábado, 31 de marzo de 2018

En toda la escalera que da a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Edwards, una pareja fumando. Eran gringos. No podían ser mormones, pero tenían toda la pinta y la onda. Lo que conversaban no se podía adivinar al paso. Tal vez algo sobre las fechas, sobre Dios o sobre la misión. Un poco más atrás, en pleno centro, un grupo que lucía como testigos de Jehová, comprando un paquete de huevitos de pascua en la calle, a un vendedor medio urgido. Se le veía un poco distraído al pasarle una bolsa de manera subrepticia a otro ambulante. Una del grupo, una blanca de falda larga, le entregó un folleto de la Atalaya al locatario, a cambio de los huevitos. "No hace falta caserita", se le oía decir al primer vendedor, pegándole con el codo al otro, en señal de chacota, cuando el grupo de los supuestos testigos seguía su camino, con rumbo misterioso, no se sabe hacia qué puertas.