lunes, 10 de enero de 2022

"La versión de J.L. Borges de La metamorfosis y otros relatos es posiblemente la manera más expedita para llegar a la médula de Kafka. En el prólogo Borges apunta: “Dos ideas –mejor dichos, dos obsesiones– rigen la obra de Franz Kafka. La subordinación es la primera de las dos; el infinito es la segunda”. Luego conjetura que su virtud más indiscutible es la invención de situaciones intolerables. Y, por cierto, que estamos sumergidos en escenarios de esa índole. La pandemia es la más evidente. La sumisión ante leyes y reglas que nos restringen salir y obligan a taparnos el rostro para evitar el contagio de una peste que no se termina nunca es un argumento propio de sus fábulas.

Días atrás, mientras veía la elección de la nueva presidenta de la Convención Constituyente tuve la impresión de estar ante un espectáculo digno de Kafka. Las sucesivas votaciones sin acuerdo parecían escenas de El proceso, donde la burocracia se transforma en un infierno. Sospecho que la elaboración durante meses de un libro, redactado por cien autores, para normar la convivencia y la moral pública podría ser una de sus invenciones".

Columna de Matías Rivas: Kafka hoy - La Tercera

No mires arriba: ¿sátira de las elites o propaganda de la agenda global?

Debo decir que tenía un prejuicio sobre Dont look up. Pensé que era la típica película yanqui promovida por Netflix para hablar sobre el apocalipsis en clave megalómana, como ya lo habían venido haciendo con Impacto profundo o El día de la independencia. Sin embargo, la película está construida en modo sátira con el fin de cuestionar el rol de las autoridades en un escenario tan fatal como el que pintan para el mundo. La trama se centra en un cometa que ha sido descubierto por algunos científicos de elite y que tiene una probabilidad de impacto del 100% en un lapso de seis meses. Eso significaría, sin lugar a dudas, la extinción masiva de todo el planeta y, por extensión, de la humanidad. Hasta este punto, la película podría tener un parecido a Armagedón, pero, en realidad, se parece mucho más al Show de Truman, por las implicaciones que tiene revelar al mundo tal noticia directamente, en una sociedad donde la gente “no mira arriba porque mira abajo”, por ejemplo, al teléfono móvil, sin percatarse de lo que tiene en el cielo. De eso se trata todo, y resulta de especial interés, no tanto por la brillantez del guion, el desarrollo de los personajes o la calidad cinematográfica de lo expuesto, sino que por la cantidad de mensajes críticos que encierra. Por eso, Dont look up no va de un cometa, realmente, va de la sociedad moderna, hacia dónde está yendo, lo decadente que ha llegado a ser, cuando no se toman en cuenta noticias de alta connotación y seguimos sencillamente la “corriente principal” de los medios, preñada de banalidad y parcialidad.

En la película, los científicos Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y Kate Dubiansky (Jennifer Lawrence) llegan a la certeza matemática del “impacto profundo” y se intentan contactar con las máximas autoridades de los Estados Unidos, en este caso, con la presidenta (Meryl Streep). Claramente, un asunto de seguridad mundial. Este es el punto trascendente ¿qué pasa entonces? Pues que a los científicos no los toman en serio porque la presidenta se muestra escéptica y más preocupada por su campaña política, y cuando le comentan el enorme problema que tienen encima, simplemente le quita hierro al asunto. Esto indigna a los científicos y lo que hacen es acudir a los medios para revelarles a todos la verdad, y por contar la verdad les advierten que necesitarán abogados, si no quieren que el Estado profundo los denuncie. En el programa de TV al que acuden los científicos, los dejan para el final de la parrilla programática y priorizan la llamada “prensa del corazón”. Aquí vemos cómo son ridiculizados por el público y convertidos en verdaderos memes. La cultura chatarra de las redes sociales y los medios masivos festina con dicha certeza científica.

En un momento, la noticia sobre el cometa final se sale de control y la presidenta llama a los científicos para darles la razón, pero le pregunta a su equipo cómo podrían hacerlo para que los votantes de Estados Unidos la reelijan en las siguientes elecciones, aun cuando se esté por acabar el mundo. Los científicos no alcanzan a comprender cómo puede ser más importante un proceso de votación presidencial que la inminente destrucción del planeta. Entonces, la presidenta decide hacer algo y busca crear un mártir, básicamente, coger al primer “idiota útil” para presentarlo como un símbolo americano. Así, se lavan las manos, y crean un “héroe” a la medida de los medios, por muy incompetente que sea, para calmar al vulgo y perpetuar la falsa sensación de seguridad que redunda en conformismo. Es en esta parte que el relato tensiona la forma de operar de los políticos, dejando entrever su manipulación de lo público en aras de sus intereses de poder.

A partir de la aparición del falso héroe, comienza a surgir el llamado “negacionismo”. Ciertas personas dicen que no existe el cometa, que todo es mentira, que precisamente “no hay que mirar arriba” porque no hay nada y nada va a impactar y todo es un complot de los poderosos para crear miedo en la población. Aquí los científicos comentan que no es miedo el alarmismo en sí, sino que realismo, ya que existen cuestiones referentes al universo y al cosmos que resultan del todo incomprensibles para el ser humano, e incluso avasallantes por su grado de inmensidad, algo que ya ha sido tratado por Lovecraft, el padre del terror cósmico. Randall hace hincapié en que no revelar la verdad sobre el cometa supone un delito, y hay que estar dispuesto a lidiar con el escepticismo generalizado de la gente, por su bien y el por el bien de toda la vida en la Tierra. Sin embargo, nada impide que se empiecen a organizar los negacionistas del cometa con voluntad para combatir lo que ellos consideran un bulo de la clase política. Se hace patente, en esta parte, la tensión entre lo que se articula como verdad y mentira desde la mirada de los medios, desde la perspectiva del poder y bajo la óptica de la población de a pie. ¿Posverdad el cometa? ¿Teoría de conspiración su impacto? ¿La ciencia está coludida con el Estado profundo? ¿La población mal llamada negacionista “despertó”? ¿Cuál es la verdadera verdad revelada? Estas son las preguntas que se mantienen en órbita y que amenazan con impactar en la capacidad de razón y cuestionamiento de los espectadores.

Más adelante, en plena planificación para intentar detener el cometa, aparece un tipo llamado Peter Isherwell (Mark Rylance) que claramente es una parodia de algún genio científico, una mezcla entre Elon Musk o Bill Gates. Este tal Isherwell se hizo millonario por haber ideado una empresa de teléfonos móviles de última generación que detectan el estado emocional de sus usuarios. Cuando le consultan a este genio sobre el cometa inminente, él propone que, en lugar de atacarlo directamente, mejor sería frenarlo, destruirlo en pedazos y extraer de ellos algunos diamantes y piedras preciosas. O sea, en definitiva, Isherwell prefiere arriesgar a la humanidad para sacar tajada a nivel económico, porque el cometa tiene compuestos que podrían ser útiles para la confección de sus productos. El tipo representa la peor faceta del genio de Silicon Valley, un presunto autodidacta, un hombre de negocios disfrazado de autoridad científica, empujado por el corporativismo de su país y por su poderío financiero. He aquí que la película plantea otro problema: el del conflicto dentro de la propia comunidad de científicos. Estarían los honestos, de bajo perfil, dedicados al descubrimiento de la verdad, y los tecnócratas que se muestran como figuras mediáticas, amparados por los poderes fácticos. Es evidente, en este sentido, que la corrupción puede abarcar todos los ámbitos del conocimiento, y los campos de estudio también pueden llegar a estar minados de cierta parcialidad al servicio de intereses extra científicos.

Conforme las intenciones de Randall y Kate chocan con las de la presidente y el equipo de Isherwell, el negacionismo de cierta parte de la población vuelve a cobrar fuerzas, incluso, en circunstancias de que el cometa ya se aproxima a la atmósfera e incluso resulta visible para todos. El comité de la presidenta, pese a esto, insta a sus adherentes a seguir la campaña No mires arriba. Las manifestaciones de estos adherentes se parecen mucho a las de ciertos populistas, al tratar de identificar como enemigos a sus contrincantes, los llamados “mirarribistas”. Así, el país entero se fragmenta entre dos bandos irreconciliables: los negacionistas del cometa y los mirarribistas, gente que sí cree en la verdad revelada por los científicos. Un claro ejemplo de cómo la dualidad nuevamente se manifiesta, en forma de parodia, para dividir y someter políticamente. Lo hacen también, en la realidad, entre izquierda y derecha, vacunados y no vacunados, extranjeros contra inmigrantes, y un largo etcétera que cualquiera podría llegar a completar con un vistazo a nuestra contingencia.

A propósito, se intuye que, en la película, Estados Unidos intenta sabotear a Rusia y a China al reconocer que ellos tenían sus propias misiones para destruir el cometa, pero les explota una cabeza nuclear y ya no pueden emprender sus planes. Todo esto se intuye porque Estados Unidos, mejor dicho, su elite política, financiera y científica, se había alineado con el plan de Isherwell de explotar el cometa para sacar sus minerales. Nuevamente la película interpela directamente al contexto actual, en el que se lleva a cabo una suerte de Neo Guerra Fría, entre las potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia y China, una guerra que mueve los hilos de las naciones y el tejido de nuestra geopolítica, al punto de determinar los destinos de todos los países supuestamente soberanos pero supeditados al devenir de estos tres grandes leviatanes. En la película, la guerra se suscita a raíz del cometa. Luchan por liderar la misión para salvar al mundo de su impacto. En la realidad, por su parte, la guerra está bajo el telón de la pandemia. Luchan por liderar el proceso de vacunación contra el nuevo virus, con tal de mantenerse en la hegemonía.

Hacia la parte final de la película, durante su clímax, el choque del cometa se vuelve inevitable. Las misiones de las potencias se vieron frustradas. El plan de Estados Unidos de explotar los recursos del cometa fue contraproducente y no impidió que este siguiera su curso. El comité de la presidenta con su campaña No mirar arriba se vuelve prácticamente una secta política, pero la gente, al ver el cometa aproximarse, comienza a despertar y se vuelve “mirarribista”. Los científicos Randall y Kate, al no ser escuchados, deciden abandonarlo todo para dedicar sus últimos momentos al disfrute y al goce. Todo está perdido. El cometa del apocalipsis chocará con la Tierra y solo toca aguardar el final. Aquí surge un maquiavélico plan de último minuto. La elite del planeta, representada por el grupo de la presidenta, tiene pensado abandonar la Tierra y salvarse en el espacio. ¿Cómo lo hacen? Viajan en una nave espacial y entran en un proceso de criogenización durante miles de años hasta llegar a un planeta desconocido con condiciones de vida similares a la de la Tierra.

Existe un libro llamado Alternativa 3. Un complot asombroso ¿Sociedad de elegidos en Marte? de Leslie Watkins y otros, en que una elite mundial tiene un plan para escapar y construir una civilización en el planeta rojo. Pues, esto mismo ocurre en la película hacia el final de la trama. Se ha dicho que este libro y su documental son falsos, tal como han hecho los fast checkers desde cierto Ministerio de la Verdad para censurar cierta información incómoda sobre el virus. El punto acá es que lo allí revelado podrá ser falso en los hechos, pero la idea esgrimida ahí no lo es. Seguramente, la idea de emprender un viaje fuera del espacio en situaciones extremas ya ha sido pensada por los líderes políticos y financieros del mundo, y no precisamente con los fines más altruistas, considerando su actuar solapado en materia de seguridad, su inmensa red de influencias y sus agendas ocultas para con el resto de los mortales.

Llegados a este punto, Dont Look up podrá ser una palomitera sátira política sobre nuestros tiempos de psicosis colectiva y de manipulación global. Sin embargo, surge otra pregunta ¿Qué ganarían con develar unas cuantas verdades respecto a la realidad en que vivimos mediante una película de Netflix? ¿No será esta, acaso, otra maniobra del poder que pone su propia oposición, otra programación predictiva tan sutil que muy pocos pudieron notarla? ¿Qué pasaría si la película en realidad fuera una analogía del activismo del cambio climático, el cometa fuera una metáfora del calentamiento global y todo estuviera filmado de tal forma que sirviera como una antesala para la ya conocida agenda 2030 de la ONU con sus objetivos de desarrollo sostenible? De esta forma, la parodia de la película a los líderes políticos de Estados Unidos y a la vanguardia científica de la NASA podría ser leída como una manera de instalar en las mentes la idea de un gobierno mundial. En estricto rigor, desmontar un viejo régimen para establecer otro nuevo. En la película, dan a entender, además, que la ciencia es igual a la verdad oficial (en todo caso, determinada ciencia, ajena a su espíritu más crítico), volviéndola una religión, la religión del nuevo orden. Como consecuencia, cualquier teoría que surja y que cuestione las verdades establecidas por esa religión será perseguida y tachada como teoría conspirativa, como ya ha pasado, en efecto, con relación al virus. Sin disenso ni consenso científico, simplemente, no puede haber verdad, solo poder.

Si todo lo planteado acá es cierto y esta película fue concebida en el fondo como referencia al calentamiento global y la agenda 2030, ya sabemos entonces hacia dónde apuntan las editoriales de medios como Netflix. Ya sabemos que esa es la agenda y la política que van a seguir a como dé lugar. Intereses ocultos disfrazados de verde. Esta, de todas formas, es solo eso, una teoría. La película te presenta esas dos grandes lecturas: o es una parodia abiertamente en contra de la elite; o se trata de una sátira encubierta que busca instalar la idea de un orden nuevo, destruyendo el viejo. A mi juicio, cualquiera de estas dos lecturas, abre la posibilidad de un debate público. Ese es el sentido del cine, en general, expandir la visión, abrir otras miradas. Dejemos a un lado el divisionismo político y hagamos de esta película la oportunidad para dialogar y profundizar sobre estas dos visiones catastróficas. Que la intuición sobre el fin de los tiempos nos pille pensando frente al celuloide del cine y no escondiendo la cabeza bajo la tierra, temiendo el acabóse.