lunes, 12 de julio de 2021

Las nuevas disposiciones del Plan Paso a Paso rondan lo surrealista. Por ejemplo, estipulan que en determinados lugares solo podrá haber un aforo máximo de una persona por diez metros cuadrados. Ahora, eso es un poco más de tres metros por lado. La pregunta es ¿quién irá a medir eso? ¿Cómo? ¿Bajo qué circunstancias? Por lo que hemos visto, en los eventos políticos, la gente se apelotona igual. Sin contar los centros comerciales y las plazas públicas. En otro punto, plantean que determinada cantidad de vacunados y no vacunados podrá coexistir en el mismo sitio, guardando distancias precisas. ¿Quién medirá eso? ¿Y el que mida eso, no estará sujeto también a esas mismas reglas establecidas a priori? ¿No se cae acaso, de sopetón, bajo el principio de incertidumbre? Es francamente ridículo. Seguramente, en algunos lugares, van a llegar funcionarios con una huincha métrica, supongo. Y por cada habitante habrá uno para medir su distancia con respecto a los otros. Se vuelve una tarea titánica imaginar tal nivel de precisión matemática y a un nivel tan masivo. No tiene ningún sentido. Ninguno. Esto recuerda a aquel cuento de Borges sobre los que fabricaban mapas, y los mapas se querían hacer cada vez más exactos. Entonces, llegó un momento en que el mapa de un país coincidía perfectamente con su territorio. Absolutamente preciso pero, al mismo tiempo, absolutamente inútil.
Lo que comenzó como una protesta local se extendió a lo largo del país. Manifestantes salieron a las calles de La Habana al grito de la libertad, de manera pacífica. Como suele ocurrir en esos contextos, fueron perseguidos por las fuerzas de seguridad y por sus “filas revolucionarias”, mandadas a reprimir civiles, produciéndose una ola de violencia sin límite. Nuevamente, el Estado en acción, en este caso, el Leviatán rojo, demostrando su poderío. El presidente cubano Miguel Díaz-Canel, más reaccionario que nunca, acusó al pueblo alzado, sin prueba alguna, de «mercenarios vendidos», «apátridas» y «desestabilizadores». No estaban causando ninguna clase de disturbio ni promoviendo el terror. Tampoco eran “agentes del imperio”, como les llamó Díaz Canel, achacándole toda la culpa a USA, en circunstancias de que se trataba de una crisis política interna. Solo eran manifestantes que salieron a expresar su descontento orgánico contra un régimen que lleva demasiado tiempo en el poder. Esta situación se podría analogar perfectamente con el estallido social en Chile, cuando Piñera declaró que se estaba combatiendo a un “enemigo poderoso”. Siempre la coartada del poder será criminalizar la resistencia. Por eso mismo, lo que más decepciona de todo esto son las declaraciones que el PC chileno dio sobre lo sucedido en Cuba, mostrando ambigüedad moral al solidarizar tanto con el pueblo cubano como con el gobierno, cuando está más que claro el carácter insurreccional de las manifestaciones. Una verdadera vergüenza. Hace rato que el tan mentado carácter revolucionario de los comunistas ya no es tal, al cegarse por la doctrina del partido y no seguir un principio libertario tan fundamental como lo es la soberanía de los individuos por sobre cualquier ideología hegemónica. Los cubanos, al parecer, y gracias a estos levantamientos, por fin entendieron a José Martí, cuando afirmó que el “Pueblo que se somete, perece” o al gran liberal Henry David Thoreau cuando dijo: “el mejor gobierno es el que no gobierna, y ese es el tipo de gobierno que tendrán los hombres cuando estén preparados para ello”. Cuba despertó. Ojala los auténticos simpatizantes de la sociedad civil gritaran fuerte y claro: Cuba despertó. No importa quien calce la bota, no tiene derecho a pisar a nadie, en nombre de ninguna causa.