miércoles, 29 de marzo de 2017

Desde chico siempre pensé en los grandes libros como LPs, discos de larga duración. Y en las plaquettes y fotocopias como una especie de demos, o de EPs. Creo que me metí a escribir en parte impulsado por el afán de hacer música. El sueño de tener una discografía personal. Es inevitable pero la melomanía pega fuerte.
Con un cabro de Villamonte, hoy, se trabajó una nivelación de Literatura. La lectura de un fragmento de A través del tiempo de Brian Weiss. En él se hablaba de una regresión en trance. El personaje decía experimentar vidas pasadas, en particular, recuerdos traumáticos, el dolor de una espada que lo atravesaba siendo un soldado, que luego se relacionaba, al despertar, con un dolor suyo, muy propio, personal. El cabro preguntaba si acaso la mención a una vida pasada servía como ejemplo de flashback. Le dije que sí, siempre y cuando fuese una narración breve, digresiva, dentro de la diegesis de la obra. Enseguida el cabro dio un ejemplo con los sueños. Decía que solía soñar con cosas similares a la del personaje del cuento. En específico, habló de una persecución en primera persona, similar a la de un “shooter”, como él mismo confesó. Siguiéndole la onda, le mencioné que de repente soñaba con una caída abrupta, de la cual despertaba una vez tocaba fondo. El cabro dijo enseguida, con una elocuencia inusual, que aquello tenía una explicación. Que de hecho pasaba como una forma de mantener activo el cerebro durante el sueño profundo, en el cual el cuerpo experimentaba algo muy parecido a la muerte: la desconexión. Una vez que el cabro acabó su intervención, se concluyó que el límite que separaba una realidad de la otra en el cuento no quedaba claro. Que ese flashback, que ese recuerdo de una vida pasada era un recurso estético tanto del lenguaje del narrador como de la mente del personaje. El cabro decía, después del ejercicio, entender el concepto de la analepsis, gracias al ejemplo que dio con el sueño. Pero de pronto, ya acabada la clase, comentó con total desenfado: “No sé, profe, me tinca que la literatura es algo de wnes pitiaos. Pero igual entretenido”. No pude evitar asentir. Quizá el cabro, sin tanto concepto, sin tanta lectura, intuyó algo esencial. Cierta manía en darle una y mil vueltas a cosas que se creen sobreentendidas, inamovibles. Cierta extravagancia, sobretodo, de aquellos que lo hacen. El mundillo de la literatura, intuido por el cabro, como un nicho de fenómenos. Un capricho, una vanidad.