viernes, 16 de marzo de 2018


Los de séptimo tuvieron que ejercitar su pluma hoy. Siempre tengo esa manía de comenzar antes probando su capacidad escritural antes que su capacidad curricular. El ejercicio consistía en imaginar un héroe o heroína y relatar una pequeña historia sobre él o ella, siguiendo la estructura del género narrativo. Al ir revisando los textos, un par de alumnas sentadas al principio de la tercera fila aseguró que el personaje en cuestión sería un profesor de lenguaje. -Conste que es un personaje de ficción, no es precisamente usted-, replicó la alumna C, tocando con el codo a la otra compañera, su amiga, en evidente señal de estar tramando algo. Y aquí viene lo peculiar: En el texto de la primera un tal Gabriel quedó loco por una tal María, a lo cual llegaba un tercero, un tal Juan, que se llevó a María. Entonces Gabriel se convierte en "saiyajin", golpea a Juan, salva a la susodicha y -consecuentemente- viven felices para siempre. En el texto de la segunda, la chica más risueña y sarcástica, en cambio, el personaje Gabriel no queda tan bien parado. Su texto ilustraba una ciudad llamada Zootopia en la cual ocurría un insólito asesinato de animales. Estos se escabullían despavoridos y atacaban a la gente de la ciudad. Ante eso, llegaba una heroína desconocida y los guarecía a todos en un refugio, pero solo faltaba un personaje, justamente Gabriel, que personificaba al último animal suelto. Este no lograba llegar a salvo al refugio y moría en la salida de Zootopia, y pese a su muerte, todos en el pueblo vivirían de ahí en adelante felices para siempre. La pequeña autora de este texto, al notar que hacía un gesto negativo con la cabeza, captando la alusión indirecta pero en el fondo impactado por su chacotera imaginación, volvía a escudarse en el hecho de que los textos que ellas escribieron solo representaban una realidad ficticia, y que no tenían nada que ver conmigo. Mientras se justificaban, sonreían con ternura y cinismo. Y tenían toda la razón. Habían aprendido la materia solo para mofarse, y de paso, habían representado a su propio profe como un personaje más, un personaje de ficción digno de la máxima suerte pero también digno del peor de los destinos. Flor de heroísmo. Flor de tragedia. Habían textos de otros alumnos que superaban con creces al de estas en ortografía, redacción, caligrafía, hasta en trama, pero las creaciones de este par de revoltosas fueron, sin duda, las más salidas de madre. Las únicas capaces de tan simpática osadía. 


No hay comentarios.: