martes, 23 de junio de 2020

El mundo ha acabado el 21 de Junio según el calendario Maya, siguiendo la rectificación de Paolo Tagaloguin. Dos días después, todo sigue perfectamente igual. Dicen que la tercera temporada de Dark el día 27 de Junio marcaría el verdadero fin. Más vale aprontarse, porque si no acertaron los mayas, puede que sí lo hagan los alemanes. Si no lo hizo la escatología, puede que sí lo haga una serie de televisión.

jueves, 18 de junio de 2020

No soy amigo de las estatuas. La propia idea de una estatua de la libertad resulta absurda. Pero no creo que la solución pase por derribarlas ni decapitarlas. Sé que el gesto de su derrumbamiento y decapitación supone rebelarse contra un imaginario simbólico de opresión, y que eso implica precisamente leer a esos personajes representados desde la vereda del poder opresor. Sin embargo, esa lectura se hace más bien desde un “presentismo” con altas dosis de revisionismo político, que, en todo caso, interpreta la carga histórica condensada en esas estatuas a partir de un evento puntual o un hecho paradigmático, al cual se suma toda una serie de causas encadenadas que vendrían a construir un relato, en este caso, el relato de los discriminados por la "historia oficial" en razón de su raza, de su cultura de origen o de su genética. En lo relativo a Colón como símbolo del racismo en América, y, por alcance, del racismo actual norteamericano, no se puede aseverar tajantemente que sea el responsable originario de todo el genocidio posterior, ni afirmar con certeza que él haya representado el origen de toda discriminación racial desde el período de la conquista en adelante. Hay que considerar que EEUU fue colonia británica desde el siglo XVII, justamente cuando comenzó la esclavitud en esos lares, tiempo después de la leyenda negra española. Hay que considerar también que Colón murió desconociendo por completo que había pisado unas tierras completamente desconocidas para la óptica occidental hasta ese entonces, encontrando siempre en esos parajes el signo de las Indias a lo largo de sus cuatro viajes. En sus diarios siempre consideró a los nativos como oriundos de las Indias, incluso mencionando al Gran Khan, en un intento por establecer negociaciones con esta gente nativa, por supuesto, sin éxito alguno. Se cuenta, por otro lado, que al ser designado virrey y gobernador de las Indias por la Corona Española, a Colón se le acusó de implementar un gobierno tiránico, hecho a partir del cual la historiadora Consuelo Varela opina que «la historiografía que se nos ha conservado hasta ahora es única y exclusivamente la que le favorecía». Pero si achacamos únicamente a Colón la completa responsabilidad sobre todo lo que sucedió después en América (que, por cierto, tampoco constituye un continente necesariamente victimizado ad aeternum, sino que un continente humano con su propia entidad dentro de la historia universal, llena de luces y sombras), asimismo tendríamos que achacarle, por ejemplo, a Julio César la barbarie ocasionada en Germania, o a los árabes la dominación ejercida durante siglos sobre los propios españoles. Igual que en Europa, la conquista de ese continente inventado denominado América (a decir de Edmundo O Gorman) supuso un profundo cambio social y cultural, tal vez equiparable al que provocó Roma sobre el Viejo Mundo. Las civilizaciones, quieran o no los puristas de la moral, se han ido blandiendo como espadas a base de fuego y hierro. ¿Pero a qué costo? Se preguntarán los progresistas de hoy. Pues el costo del ciclo de la(s) historia(s), sin una síntesis posible en el horizonte, el ciclo de la(s) historia(s) que una y otra vez vuelve(n) sobre sí misma(s), de manera centrífuga, construyendo un presente sobre las ruinas de un pasado, y, al mismo tiempo, conservando los sedimentos, los recuerdos que aún palpitan y también los olvidos que aún resuenan. No hay que dejar que esos recuerdos opaquen la mirada, aunque tampoco que esos olvidos permanezcan demasiado tiempo en la retina, con tal de nublar la visión de las cosas. Las estatuas deberían seguir ahí, no tanto para ensalzar a los muertos, como para repensar lo que fueron.

martes, 16 de junio de 2020

Steven Pinker dijo en su libro En defensa de la Ilustración que es propio de la naturaleza misma del progreso borrar sus huellas, y sus máximos apologetas muchas veces se obsesionan con las injusticias que perduran a lo largo del tiempo y parecen olvidar lo lejos que se ha llegado hasta ese momento. ¿Por qué los progresistas odian el progreso? Se preguntaba Pinker, y para esto principalmente habría dos razones: primero, nuestras intuiciones sobre si las tendencias que nos favorecen han aumentado o han disminuido están influidas por aquellas cosas que podemos recordar con mayor facilidad; y segundo, seríamos mucho más sensibles a los estímulos negativos que a los positivos, y todo esto nos inclinaría a confundir eventos particularmente conflictivos con una predisposición sistemática hacia un conflicto generalizado. Predice siempre lo peor y serás siempre llamado profeta. Es así que quizá, en la época históricamente menos racista de los Estados Unidos, a comparación de lo que fue en retrospectiva, ahora mismo, para algunos, Gringolandia representaría más que nunca la cumbre del supremacismo blanco y la discriminación racial, el imperio del mal encarnado que, dada sus condiciones inmanentes de poderío, sometería a las minorías solo por la simple razón de existir bajo su implacable yugo. Sobre esto, para el progresismo actual, no habría medias tintas. Y lo cierto es que, hoy en día, se ha levantado toda una agenda política y un movimiento activista que se dedica abiertamente a parasitar de estos conflictos sociales, buscando con lupa al próximo chivo expiatorio, no importa quién, mientras se acomode a su discurso, encumbrándose como guerreros de la justicia social, adalides de un purismo y un buenismo a prueba de prejuicios, que no dudarán ni un segundo en emplear incluso prácticas de dudosa moralidad con tal de reforzar sus relatos, tales como enfatizar algunas estadísticas en desmedro de otras, y aplicando juegos de suma cero en el que señalan al grupo supuestamente más privilegiado como responsable directo de la suerte de aquellos menos privilegiados, en virtud de una lógica interseccional que, paradójicamente, simplifica todo en términos binarios de opresores y oprimidos, propiciando todavía más las divisiones previamente establecidas, bajo una lectura acomodaticia de la realidad. Ya no se trata de jugar al racismo inverso ni a la discriminación positiva, ni tampoco de apelar a un maximalismo ideológico justificado con el pretexto de nivelar la balanza hacia un lado para compensar un desequilibrio de siglos. Aquí no se trata de hacer pagar a justos por pecadores, se trata de plantear, siquiera imaginar, un escenario tal que haga posible que las diferencias humanas, absolutamente diversas, no constituyan motivo alguno de censura ni defenestración, sino que de una sana dialéctica y, por qué no, de un sano disenso en el contexto de un Estado de derecho y de una democracia auténtica. En definitiva, todas las vidas deberían importar.

jueves, 11 de junio de 2020

Con la ola de protestas contra el racismo en Estados Unidos surge una nueva excusa para la nefasta corrección política, y de la mano de un revisionismo sesgado aflora la neocensura en el terreno del arte, un terreno que, de suyo, debería considerarse libre, en el amplio sentido de la palabra. Le tocó el turno a la película Lo que el viento se llevó, la cual HBO retiró de su catálogo por supuestamente reflejar “prejuicios étnicos y raciales”. Así también pidieron la cabeza de Tolkien, siendo acusado de “machista y supremacista blanco” por su saga de El señor de los anillos. Todo indica que este nuevo movimiento antirracista made in gringolandia vino para quedarse, y ha traído consigo a ciertos evangelistas de la igualdad que no descansarán hasta imponer su resentimiento militante al punto del paroxismo, a costa de una falta de perspectiva y de una estupidez sin límite.

miércoles, 10 de junio de 2020

Apunte sobre La genealogía de la moral en taller de Nietzsche

"De haber surgido el cristianismo en una sociedad minera, en vez de pastores y pescadores, quizá se hablaría de picar las almas, de trabajarlas a garrotazos en lugar de salir a pescarlas o de seguir al pastor que guía el rebaño".

Créditos a Francisco Beltrán, creador del símil.
Se informó hace poco que Johnny Rotten está entregado al cuidado de su señora con Alzheimer, y está pasando por un momento particularmente duro en el contexto de la pandemia. Lo expresa de la siguiente manera: "No ha habido nada de dinero, así que estoy jodidamente furioso. Nada de esto, déjame decirte, no me importa cuánto de comunista creas que eres, nada de esto funciona sin un euro en el banco”. Esta noticia íntima sobre la vida de Johnny Rotten resulta reveladora, por la sencilla razón de que se condice con el estilo de vida que ha estado llevando de un tiempo a esta parte, desde la separación de los Sex Pistols a fines de los setenta hasta sus tiempos de mayor vigencia musical con Public Image Ltd. En el fondo, Johnny Rotten siempre fue el líder adaptado, el que no renunció a la fama, el que hizo de su nombre su propio proyecto comercial, el que siempre entendió el punk más como una postura artística rompe esquemas que como un estilo de vida encaminado hacia la autodestrucción, tal cual lo había comprendido y encarnado su otrora compañero, su contraparte: Sid Vicious. Podría establecerse un cara y sello entre Johnny y Sid en base no solo a su relación con el punk y la industria de la música, sino que a su relación con el amor. Es cosa de recordar la muerte de Nancy en extrañísimas circunstancias, teniendo al propio Sid como posible culpable o cómplice. Y luego, su prematura muerte. Puro ruido, pura pulsión tanática. En cambio, tenemos en Rotten incluso una historia digna de cándido sentimiento romántico, de acuerdo a la forma con que ha logrado llevar a buen puerto su relación con Nora Foster. Puro Eros. Pura pulsión de vida. En definitiva, solo hay dos tipos de punk: a la manera de Johnny Rotten o a la manera de Sid Vicious. Y, por consiguiente, hay solo dos posibilidades de amar: a lo Johnny o a lo Sid. Entre cada una de ellas media un continuo lleno de desenfreno, pero también de ilusión.

martes, 9 de junio de 2020

Esperando en el paradero el coleto para ir a casa, se me acercó una joven a ofrecer unos parches curita: 

-¿A cuánto?- le pregunté 

-Lo que usted pueda-, respondió la joven. 

Le pasé unos trescientos pesos. 

Ella había explicado, previo ofrecimiento, que estaba durmiendo debajo del puente Marga Marga con otras personas para resguardarse del frío, ya que vivía en situación de calle. 

-¿Y cómo lo hace? Se supone que con la pandemia hay que mantener la distancia- volví a preguntarle, impactado por la crudeza de su realidad. 

-No queda otra, pueh. Entre todos nos apañamos, con mascarilla no má. 

-¿Y nadie los ayuda? 

-El hogar de Cristo nos da cosas, abrigo, alimentos. 

-¿Y no podrían alojarlos allá? 

-No se puede pueh. Con esto del virus no se permite. 

Al rato la joven se fue en dirección al puente, tratando de ganar otras monedas más en el trayecto… 

Pase lo que pase, la vida sigue siendo dura.
A pasos de la plaza Echaurren, bajando por calle Almirante Riveros, un hombre con polera de Judas Priest, notoriamente ebrio, se paseaba después de la hora del toque de queda. Iba a rostro descubierto y sin salvoconducto. Fue interceptado por algunos uniformados que circundaban el perímetro. Claramente intimidado por su presencia, les dijo: 

-Disculpen, soy humano… 

Ante el silencio de los uniformados, comenzó a hablar solo. 

-¿Aló? 

-Dios te ama 

-…. 

-Somos todos chilenos. 

Mientras hablaba, nervioso, trataba de buscar la mascarilla entre sus bolsillos. 

-Aquí está la mascarilla. 

Por fin habló un uniformado, y le indicó que se la pusiera. 

-Sí, me la pongo altiro. 

-… 

-¿Le digo algo? Estoy ebrio. Disculpen, perdonen. 

No soporto el mundo. 

En eso, hizo el ademán de estrecharle la mano a otro uniformado, en un intento de simpatía, pero este lo paró en seco, recordándole que debía mantener la respectiva distancia. De modo que el hombre ebrio retrocedió y volvió a disculparse, levantando la voz, un tanto ofuscado. 

-No hago nada, no tengo alma-, repitió. 

Cuando terminó de decir que no tenía alma, el uniformado del principio, el de la mascarilla, le entregó su carnet de identidad al hombre y le pidió que siguiese su camino.
En toda una cuadra del centro, cerca del sector de los restoranes, unas garzonas cesantes acostumbran a pedir dinero. Se pasean por toda la cuadra, evitando no alejarse demasiado del lugar que ganaron por necesidad o circunstancia. Un poco más allá, en toda una esquina, suele colocarse un joven en silla de ruedas a cantar. Frente suyo pone una caja monedero. No sale de ahí hasta tarde. El día de ayer cantaba Creep de Radiohead. La parte final del estribillo, al disminuir sus decibeles, y conforme la gente se iba distanciando, servía de contrapunto existencial al panorama. “I dont belong here”.

jueves, 4 de junio de 2020

Piñericosa vírica: en la sesión de cambio de gabinete, el presidente parafraseó a Stefan Zweig, en particular, su libro “Momentos estelares de la humanidad”, el cual, según él, leyó muchas veces en su vida. De acuerdo a la sinopsis, el libro trata sobre varios hechos, tales como el ocaso del imperio de Oriente, con su signo más evidente en la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453; el nacimiento de El Mesías de Händel en 1741; la derrota de Napoleón en 1815; el indulto de Dostoievski momentos antes de su ejecución en 1849; y el viaje de Lenin hacia Rusia en 1917. Cada uno de estos momentos estelares -escribe Stefan Zweig- marcan “un rumbo durante décadas y siglos”. Por lo tanto, tenemos que para Piñera, el actual enclave también conformaría un “momento estelar de la humanidad”. ¿Hacia qué rumbo conduciría? No se sabe. Piñera tampoco pretende aventurar una respuesta. Solo constata el estado de cosas chileno con una referencia literaria al vuelo, para agregarle sublimación y trascendencia a un asunto que ya ha calado demasiado hondo, y que parece no trascender lo suficiente más allá de su propia crisis.

miércoles, 3 de junio de 2020

Durante mayo, ocurrieron en Chile dos asesinatos a manos de sicarios, como si no tuviésemos suficiente con el relamido virus. El primero tuvo por víctima a un empresario residente de Con Con. Su victimario era un sicario de origen colombiano. Aún se investigan los móviles y al autor intelectual, pero los antecedentes hablarían sobre un terreno en Quilpué reclamado por el empresario ante su ocupación ilegal. El segundo ocurrió en Valdivia, y la víctima fue una joven llamada Helena Bustos, quien habría sido asesinada en extrañas circunstancias por dos sicarios, uno de ellos amigo de Helena, los cuales fueron contratados por dos mujeres, una hija y una madre que le ofrecían una pieza en arriendo a la víctima. Ya comienzan a visibilizarse las motivaciones del hecho de sangre, y estarían vinculadas con tráfico de drogas, de la cual derivan los clásicos “ajustes de cuentas”. 

Nada de esto tiene que ver necesariamente con el tema de la inmigración desaforada realizada durante el gobierno de Bachelet, puesto que los dos sicarios que mataron a Helena eran chilenos. No es un tema de inmigración, es un tema de violencia. Y cuesta creer que aún se conciba, en plena crisis mundial, el asesinato a sueldo. Cuesta creer, de hecho, a esta altura del partido, que aún se conciba el asesinato per se. Somos todavía demasiado inocentes respecto al devenir del mundo humano, o estamos ya demasiado naturalizados en la anomalía, decisivamente, curados de espanto.

martes, 2 de junio de 2020

Tras la arremetida de Anonymous con el Libro negro de Jeffrey Epstein, han salido en los medios algunas especulaciones sobre redes de pedofilia en Hollywood descubiertas o intuidas supuestamente por músicos como Kurt Cobain, Chester Bennington, Chris Cornell y hasta el mismísimo Michael Jackson (que, dicho sea de paso, fue acusado de abuso de menores en su tiempo, hasta con documental incluido). ¿Dónde están ahora todos ellos? Muertos, oficialmente suicidados, o tal vez, a la luz de estos nuevos descubrimientos, posiblemente “los hayan suicidado”. Muy turbio todo. Pero conviene recordar que las teorías de conspiración son eso, teorías atractivas para el morbo de la curiosidad, para la construcción de leyendas negras, para el insaciable efectismo mediático que, sin embargo, sin el suficiente contraste con la evidencia empírica, pueden derivar en “conspiranoia”. Como comentaba por ahí un amigo: que una parte de la teoría de conspiración sea cierta, no la hace por completo real. Ese es su truco, en todo caso. De que existen manos negras, las hay. De que hay hechos que sepultan una verdad no del todo digerible y execrable, por supuesto que los hay. Sin embargo, ese impulso por asociarlo todo con todo hasta armar en la cabeza un galimatías de ficción puede derivar peligrosamente en el otro extremo de la desinformación, por consiguiente en la posverdad y, consecuencia de ello, en la injusticia. Tal cual señalaba otra amiga por ahí: los niveles de corrupción de la élite no son ninguna novedad (solo basta fijarse en el nexo de Trump con el propio Epstein), sin embargo, no deberíamos creer a pie juntillas en todo aquello relacionado con este destape radical solo porque se alinea con nuestra apropiada visión negativa sobre la oligarquía. Finalmente ¿quién o quiénes son Anonymous realmente? ¿Qué pretenden conseguir y porqué? No se puede dejar de pensar en esta agrupación de hackers como una especie de Liga de las Sombras. Es decir, se adjudican la tarea de denunciar desde las 'sombras' a estos grupos de poder para reformar y rehacer a su imagen las civilizaciones en decadencia en todo el mundo, sin importar los medios que utilicen para desplegar su particular sentido de la justicia. El que vea en todo este rollo una secular caja de pandora evidentemente puede intuir razones escondidas tras el misterio que acusa a los poderosos, aunque también tras la incógnita que envuelve a sus propios acusadores, independiente del rol prometeico que se autoasignen. Para acusaciones de grueso calibre, se requiere medios probatorios todavía más grandes, lo que no resta validez a la legitimidad de las denuncias. Esa es toda la lógica que debería deducirse de un Estado de derecho y de una sana conciencia. La cruda verdad está por ahí, en algún lugar intermedio entre la versión del acusado y del acusador. Ante la duda, siempre es preferible un sano escepticismo. Hace tuya la conspiración, pero indaga sobre hechos comprobados, y descarta lo insustancial. Cobain, Bennington y Cornell te lo agradecerían.
Un tipo en plena calle echándose lysoform como si fuese Agua brava. En otro plano, un payaso arriba de una micro usando la mitad de un sostén como mascarilla. Lo pandémico no quita lo hilarante.

lunes, 1 de junio de 2020

¿Estamos ante un “estallido social” yanqui? ¿un verdadero 18/10 gringo? Se ha creado una relación refleja entre lo que sucede actualmente en Estados Unidos producto del asesinato de George Floyd por parte de un policía, y lo que ocurrió en Chile el pasado 18 de octubre luego de una serie de evasiones al metro de Santiago que sirvieron como excusa para desplegar la insurrección colectiva (y, en cierta manera, política) que se prolonga hasta el día de hoy, si no fuera por el factor virus. Lo interesante en el caso gringo es que dicho estallido ha sido gatillado pese al contexto de la pandemia, en cambio acá la efervescencia ha permanecido un tanto a raya, al menos en lo que dure la proyección de aquí a fin de año, cuando se acerque la fecha del plebiscito por la Nueva Constitución. Yo diría que más que una relación estrictamente refleja, tal como han creído algunos sectores radicales, que insisten en ver en este estallido gringo una suerte de réplica de lo sucedido con el nuestro, lo que está pasando entre Estados Unidos y Chile es más bien una resonancia única entre distintos ánimos de disconformidad bajo diferentes contextos, cuyo impacto en el seno de la sociedad ha provocado ciertos puntos de simpatía, como es el caso de Gustavo Gatica con los manifestantes yanquis heridos en los ojos, o la frase ACAB que englobaría ahora no solo a los “pacos culiaos” sino que a la policía propiamente norteamericana. Y, sin ir más lejos, es cuestión de pensar en la población que se levanta contra Trump escondido en un bunker bajo la Casablanca y la gente que acá marchó en masa a lo largo de la Plaza Baquedano, proponiéndose llegar a la Moneda para encarar a Piñera. Si bien los levantamientos de ambos países pueden emparentarse, y se subentiende que sean respuestas a una “violencia estructural”, siguen siendo, sin embargo, producto de causas distintas, simplemente porque el presupuesto ideológico para nuestro estallido es muy particular, y estriba principalmente en la repulsa al llamado legado de Pinochet, es decir, el modelo económico y la Constitución política impuestos durante la dictadura, y esa repulsa ha surgido desde las bases mismas, teniendo una cierta articulación política desde la oposición y desde la izquierda. En cambio, el presupuesto para aquel estallido, el gringo, guarda relación con otro fenómeno. Como explicó Fernando Villegas en su canal, también se trata de una acumulación de descontento, pero tiene que ver más bien con dos cosas: por un lado, el resentimiento producido por la desigualdad entre aquella población que creyó en el sueño americano de la clase media y aquella elite intelectual que consiguió adaptarse a los nuevos tiempos en aras de la tecnologización de la sociedad; y por otro lado, la cólera de una masa crítica que, ante el incidente con George Floyd, ha vuelto a despertar los odios raciales que se creían superados, y que en la práctica continúan siendo un estigma social desde los tiempos del Ku Klux Klan y Martin Luther King. Por supuesto, y a propósito de los ciberataques de Anonymous, no faltarán las voces que insistan en que el problema de base del conflicto vivido tanto en Estados Unidos como en Chile por igual, lo conforma el imperialismo, el poder organizado, el capitalismo, y que aquellos que se rebelan contra esas fuerzas enemigas constituyen una sola voz unívoca, o a lo menos, un grupo heterogéneo levantado contra un adversario en común, pero con esta concepción maniquea pienso que se reduce demasiado la necesaria mirada histórica en torno a estos dos estallidos, so pena de subestimar sus alcances, sus circunstancias específicas, sus posibles sombras y luces, puesto que sus esquirlas alcanzan decididamente otros horizontes, otros caminos. Veremos entonces cómo evoluciona de aquí a futuro este estallido en Estados Unidos, sobre todo ahora que su realidad imita a DC y se parece a la última parte del Joker, y qué le depara a Chilito de aquí en adelante, dando fuertes señales de que la cosa está lejos de acabar, de que solo se está viviendo una tregua país para luego volver a la carga, con el odioso bicho como telón de fondo de una guerra planetaria.
Después de 3 años, Anonymous regresó y recargado, ya que en cuestión de horas atacó el sitio web del departamento de policía de Minneapolis; hackeó los radios del departamento de policía de Chicago y reprodujo la canción “Fuck the police” de N.W.A; viralizó documentos relacionados con el “Libro negro de Epstein”, donde se expone la posible conexión de varias personalidades de la política, la iglesia y el mundo del espectáculo anglosajón con secretas redes de pedofilia; expuso el presunto verdadero móvil de la muerte de la Princesa Diana (asociado directamente con lo anterior); y amenazó con exponer otros crímenes de parte del gobierno estadounidense a raíz de lo ocurrido con George Floyd. Si creímos que este 2020 solo era un remedo de Black Mirror, resulta que ahora es un episodio inédito de Mr Robot. Uno crudamente conspirativo.