viernes, 31 de agosto de 2018

Hay una carnicería en Las Heras, se llama "Carnicería equina". Cuando entré a comprar, había sobre un estante, junto a algunas cosas como aceites y vinagre, un montón de libros viejos apilados. ¿Cómo era posible que en una carnicería figuraran libros en el mostrador? dije entre mí. Los revisé con toda libertad cual biblioteca con aroma a carne muerta y filete recién cortado. Entre los libros aparecía por ahí una edición "filete" de Tom Sawyer, uno que otro libro clásico de edición escolar, Las mil y una noches, Sub terra, una compilación de Cortázar, algo sobre Poe, el libro investigativo sobre los psicópatas de Viña del Mar y abajo de unas viejas ediciones de Ercilla, un libro de Esteban Echeverría, ya no recuerdo cuál, pero se trata del mismo autor que alguna vez escribió el relato El matadero, en el que se retrata el tiempo de la escasez de carne durante la cuaresma eclesiástica bajo el gobierno del dictador Rosas en Argentina. El caballero carnicero, al notar que no estaba dispuesto a comprarle ni un bistec siquiera, y en cambio seguía hurgando entre los libros como condenado, preguntó qué era lo que se me ofrecía. Le pregunté de vuelta si acaso los libros en el estante estaban a la venta. Dijo que no, que esos libros eran de su hijo que ya egresó del colegio, y que los dejó ahí en caso de que otros cabros lo necesitasen, para los planes lectores que les exigen los profesores de lenguaje. -Pero por qué los tiene ahí casi a un costado de la carne molida?-. -Pues porque así se ven más a la vista. Más de algún cabro ha venido a hurgar ahí preguntando por algún librito, pero solo para fotocopias, no se venden ni se regalan-. El carnicero afirmaba que esos libros tenían que permanecer sobre ese estante codeándose entre los restos de la carne, más bien a modo de vitrina, de contrapunto literario. -Los tengo de recuerdo, en realidad. Pero si alguien necesita leer algo de lo que hay ahí, puede llegar y fotocopiarlo no hay drama. ¿Y? ¿Se le ofrece algo más casero? ¿su asadito?-. Reía con una sonrisa corta. El carnicero insistía con su inusitada lógica, mientras afilaba los cuchillos para prepararle una posta paleta a una casera que iba llegando a buscarla. Tenía pensando en un principio pedirle el libro de Echeverría pero no valía la pena solamente fotocopiarlo. La idea era llevárselo, cual pedazo de carne para el banquete. La sola posible imagen de su compra en una carnicería era los suficientemente poderosa para golpear el hambre.

Strange angel

Strange angel: la historia de Jack Parsons, el ingeniero aeroespacial que soñó con viajar a la Luna mediante el desarrollo de la cohetería, impulsado por la voluntad thelemita de Aleister Crowley. "Amor es la ley. Amor bajo voluntad". La escena en la foto es una de las tantas alucinaciones que tenía Parsons en sus rituales de peyote y de magia sexual, tal vez su mayor miedo imbuido por la contingencia histórica de la época.