miércoles, 17 de septiembre de 2014

Es toda una odisea ser consecuente con lo que se piensa... pero no me refiero precisamente a la moralidad... a ratos comulgar con el sentido común resulta conformista, pero dicen que esa conformidad les pertenece a todos... universalidad de la lógica, hablamos sobre las cosas que nos intrigan y repelen como si no estuviésemos incluidos en el plan... nosotros somos la tradición, pero también nosotros somos la traición.
La belleza angelical de la panadera, hace que comprar el pan se vuelva una actividad sublime, y que después de un día particularmente decepcionante, casi impago, todo cobre sentido cuando escucho la voz que salida de tan fina sonrisa atiende mi pedido en medio de toda una horda de clientes desesperados. El problema es que su forma de ser recatada ni siquiera lo advierte: ella parece más preocupada en atender y proveer el pan, que en la mirada furtiva señalando la belleza que despunta de su inocencia laboriosa. Por eso se vuelve doblemente peligrosa y facinante: lo bello decía Kant resulta de aquello que gozamos mediante la pura contemplación, sin necesidad de lo útil. Ella desconoce por completo la importancia vital de lo que hace, pero lo hace sin orgullo, con una tierna eficiencia. Cada vez que llega con el pedido, sonríe con su sagacidad silenciosa, tras esa apariencia de fragilidad y de esfuerzo en realidad sabe a la perfección todo lo que ocurre... lo único que no ha llegado a entender quizá sea el dilema: ¿qué tan lejos puede llegar esa mirada? y ¿podrá marcharse así de agradecido un cliente? Lo bueno es que ya se ha roto el hielo, fuera de la panadería por motivos azarosos. Así es más o menos el trabajo del escritor: va en busca de un poco de pan y acaba encontrando a través del hambre la belleza verdadera. No se trata de desear solamente, es la maravilla de la casualidad. Solo queda resolver si el hambre inicial vino por la necesidad circunstancial del pan o en realidad por la necesidad imperiosa de la mujer. Y es que la palabra pan por sí sola nunca quitó el hambre