sábado, 4 de agosto de 2018

Pensar que hay gente que los viernes por la noche sale y se amanece; y gente que los viernes por la noche trabaja en vela y no vuelve hasta el otro día. También gente que por la noche no sale y se duerme con un playlist de youtube sonando de fondo, haciéndose caldo de cabeza o tratando de resetearse a sí misma.
Clase sobre alter egos. En la pizarra figuraba anotada la clásica “Yo es otro”. También hace tiempo salía anotada una breve reseña sobre el Dr Jekyll y Mr Hyde. “¿Tiene que ver con el lado oscuro?”, preguntaba la chica solitaria. “Tay pasá a Star wars”, le gritaba un cabro en toda la esquina al fondo de la sala. Al consultarle al curso sobre sus alter egos, solo un par de chicos alcanzó a mencionar que, de hecho, tenían algo así como amigos imaginarios. “¿Sirven como alter ego?”, se cuestionaba uno de ellos. La respuesta venía interrumpida justo en el instante en que uno consultó si servía creerse alguien que no se es. “Cada uno de nosotros de hecho somos diferentes en determinados momentos y circunstancias”. La pregunta aquí era si el alter ego acaso personificaba el deseo de ser siempre otra cosa, o alguna especie de ser potencial velado para el ser manifiesto. “Pero si queremos ser otra cosa que no somos, nos tratan de locos”, “¿Y si uno sueña con ser alguien diferente? Ese ser es mi alter ego? Alguien distinto a mí?”.Esas interrogantes venían solo de aquellos dos chicos con amigos imaginarios. Maquinación virtuosa. El resto del curso se debatía entre la conversación de camaradería y la jugarreta extrovertida, traviesa a rabiar. De un momento a otro, gracias a la introspección autista de algunos, y con dichas interrogantes intervenidas bajo el influjo de la transcripción egoica, la clase se había vuelto una verdadera mascarada discursiva. Un circo de contrastes. El alter ego para ellos no era únicamente disociación. El alter ego era multitud, y a la vez, individuación, sorda, indivisible. Pura aspiración de ser, siendo en ciernes. Y al mismo tiempo, pura implosión, un yo subrepticio, pugnando por salir. Demasiado para quien –como diría Huidobro- se escuda tras un diploma de limitación.