martes, 31 de mayo de 2022

Extracto de un poema escrito hace 10 años, casi como en una profecía autocumplida:

Nuevamente volvemos al juego maquiavélico
Que involuntariamente consentimos dada nuestras omisiones y desenfados sin otro nombre que aquel forjado entre sábanas e imprecaciones al alba
No podemos sino acatar la ebullición de los impulsos aquí pactados
El uso y abuso de la razón
Merced a manos siniestras que escriben cada uno de nuestros sinsabores y amarguras
En nombre de abstracciones que tranzamos solo por servir a nuestra propia justicia
Supongo no creerás en semejantes mitos
Propongo botar los velos y destruir los clichés
No hablemos ya de equilibrios ni de comunicación
Qué cambiaría con la ambigüedad del logos
Si no fuese un desatino perpetuo de nuestras expectativas respecto al mundo
Un simulacro tras el telón de realidades inconexas
Que en algún momento de entropía suprema
se unieron y desligaron casi al unísono
a la manera de la milagrosa sinapsis que permite el discurrir de esta confesión.
Evidentemente nos encanta actuar a modo de electrones que solo tienen como fin el choque y destrucción mutua
Casi como si nuestro sentido del apego estuviese acorde con el vértigo de semánticas y de químicas ínfimas, caducas como los pólenes de una primavera visceral.

¿De quién es la actual Constitución?

"La Constitución Política vigente lleva al final una firma: la del ex Presidente Ricardo Lagos Escobar. La puso ahí en 2005, cuando con un discurso donde aseguró que “tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile (…) una Constitución que ya no nos divide”, promulgó una reforma que incorporó 54 modificaciones a la Carta Fundamental que rige desde 1980. Fue entonces que su nombre reemplazó en el documento al de Augusto Pinochet."