lunes, 28 de marzo de 2016

El basurero de la ideología


Vi en la madrugada un documental sobre la llegada de Spencer Tunick el año 2002, el fotógrafo que desnudó a un montón de santiaguinos frente al Museo de Bellas Artes. Me llama la atención no tanto el acto de haber desnudado a un gran grupo de gente, ni tampoco sus implicancias sobre el mito del chileno como inhibido y conservador, sino que la reacción siempre insólita del sector religioso. Fueron los primeros en saltar ante un acto considerado derechamente como un atropello a la moral y las buenas costumbres. Salieron a protestar cerca del Parque Forestal, buscando funar el empelotamiento masivo. Alguna de las pancartas decía: Si la pornografía es arte, mañana qué. Lo pintoresco del asunto es que eran argumentos netamente reaccionarios. No existía un fondo argumentativo que no fuera el del escándalo frente al desnudo público. El líder del grupo evangélico Nelson Pardo, invitado a un programa televisivo, fue interpelado respecto a las razones para la protesta. Una periodista le mostró el cuadro La creación de Adán de Da Vinci. Le trataba de explicar por qué lo de Tunick era herejía y el cuadro de Da Vinci no lo era, siendo que ambos mostraban la desnudez humana. Pardo no tuvo otra reacción que la ira y la molestia, yéndose indignado del set televisivo. No pudo siquiera definir qué es lo que era pornografía y qué no lo era. Si en ese momento el evangélico hubiese tenido la dignidad suficiente para sostener su postura hasta las últimas consecuencias, no hubiera necesitado ese exabrupto. La falta de racionalidad del argumento religioso en general es lo que provoca su falta de sentido común y su renuencia al diálogo. No hay allí ningún atisbo de intención intelectual. Pienso en aquellos grandes apologistas medievales de la religión, Santo Tomas de Aquino, inclusive el mismo Lutero siglos más tarde, grandes teóricos en su ámbito de creencia. Hoy, en cambio, el proselitista religioso chileno no es sino un remedo de una corriente de pensamiento irracional. Caen en la falacia del argumento de antigüedad y de autoridad, la mayor de las veces. No es tanto que sus ideas sean arcaicas, es que simplemente no saben defenderlas ni acoplarlas al contexto actual. El Pastor en ningún momento habló de la diferencia entre la fotografía y la pintura. Se dan la oportunidad de hablar sobre el debate moral del desnudo sin tener en cuenta la diferencia radical entre un formato y otro. La diferencia artística, epistemológica. Susan Sontag era una conocida anatemista de la fotografía, al señalar que era un ejercicio de poder y de apropiación de la realidad. Si hubiese derivado el debate en base a la naturaleza de la performance hubiera tenido la oportunidad de entrar en el dialogo. Toda su atención, sin embargo, se concentró exclusivamente en la condena del contenido, en el desnudo como delito irrenunciable, argumento que se cae a pedazos al primer disenso, únicamente sosteniendo que Dios trajo al hombre y a la mujer en las mismas condiciones en que Tunick pretende acometer su fotografía de los chilenos.

Otra de las pancartas resulta mucho más interesante, incluso hasta aceptable: "Dios no es hippie". El emplazamiento de la pancarta iba por otro lado, distinto a la de la ideología del pastor. Se acusa el hippismo de la performance. Se cuestiona la relevancia contracultural del asunto. Si acaso ese “Dios no es hippie” significa en realidad que todo aquel que se declare evangélico no puede aceptar los postulados propios de la revolución sexual de los sesenta. Suponiendo, según esa lógica, que el acto artístico de Tunick tenga alguna reminiscencia hippie al buscar una liberación de ataduras y prejuicios mediante el desnudo colectivo. Con ese argumento, basado en esa pancarta en apariencia absurda, el discurso del Pastor hubiera tenido al menos un ápice de sentido, sin dejar de sonar reaccionario. Pero prefirió en cambio la vía del asco. No se cuestiona tanto la creencia en tal o cual credo (son libres de creer, después de todo) como su incapacidad para conectar un montón de neuronas y sacar de eso unas cuantas palabras razonables. El anatema religioso, el mismo que parece ser excusa de las "guerras santas", financiadas maquiavélicamente por potencias ocultas, tiene también su reflejo en estas micro batallas.

Por otro lado, los argumentos de la facción política contra el aborto cayeron en un juego similar. El juego del hombre de paja. La crítica sobre el desnudo fotográfico de Tunick debía hacerse en el cuadrilátero del arte. La moral ya no entra en ese ring. Y para que el religioso evangélico entre en ese ring requiere más que un salto de fé, un salto cuántico. Lo mismo pasa con el debate sobre el aborto. No hay punto en común simplemente porque la facción política nunca dejará de pensar como piensa. Para que esa facción política entre en el ring científico a definir qué es la vida y qué no lo es, incluso más allá, a definir cuándo el feto es persona y cuándo no lo es, debería también existir una realidad paralela. Chocan contra el muro de un nuevo paradigma por la sencilla razón de que han estado escarbando todo el tiempo, como diría Zizek, en el basurero de la ideología. Y no quieren salir de ahí jamás, porque tienen miedo de ser desnudados en el acto.