miércoles, 30 de mayo de 2018


La clase de hoy consistía en la introducción al mundo del mito. Producto de la lluvia, solo la mitad del curso asistió. 12 pequeñas almas, mojadas, aunque lánguidas. Se les pidió que hablaran con sus propias palabras sobre el mito y su significación. Unos pocos adelante hablaban sobre el carácter de falsedad. Mitos urbanos. La del medio, la chica solitaria, insistía en la definición de mitos y leyendas, las clásicas cartas mágicas. Los de al fondo, los displicentes, los "simpáticos", en cambio, permanecían como ostras, más silenciosos de lo habitual. 

Una vez que comenzaba el intento de motivación, se les mostró dos videos. Al momento que mencioné la palabra video, los de al fondo semejaban movimientos repentinos, aunque impostados. El desgano post lluvia era tal que la sala, con la luz tenue y la instalación del data, se iba pareciendo a un teatro de sombras chinas. Los videos tenían que ver con el mito selknam de la creación del mundo y el mito alegórico de la caverna de Platón. Ninguno de ellos, por supuesto, tenía idea sobre ninguna de las proyecciones míticas. Solo una chica, la del medio, la solitaria, decía haber escuchado por ahí algo sobre el mito de la caverna. El resto seguía con la duda sobre el carácter falsario o veraz de la mitología en general. 

Para efecto de la clase, se les pidió que explicaran por qué, en base a los videos vistos, el mito tiene tanta importancia para explicar el origen de una cultura. Nuevamente, ninguno supo dar con una respuesta eficaz. Uno que otro desatino, como insistir en que con menos de la mitad del curso no debían hacerse clases, o insistir en no hacer nada producto de la lluvia y sus efectos psicosomáticos en el cuerpo. "Lo que pasa, profe, es que la lluvia nos deja locos", decía uno de los cabros echado sobre la silla al fondo del rincón de la sala. "Te vai en puras falacias oye", le replicaba un compañero a su lado. "Sale mentiroso culiao". Entonces una chica a un costado, en una asociación inesperada, preguntó: "Profe ¿El mito es una falacia o una verdad?". Pregunta problemática. Intuición fresca, aunque aún inconsciente, de la chica. La pregunta por sí sola encerraba todo el dilema filosófico de occidente, o bien, el quid para la continuación oportuna de la clase. Se le respondió que una de las características del mito desde la antigüedad es que no responde al criterio de verdad/mentira, sino que responde a un criterio de universalidad atemporal, digamos, en palabras simples, a algo que va más allá del tiempo, a algo que fue y que puede volver a ser. El relato mítico explicaría muchas cosas que pasaron, pero también cosas que podrían pasar. "¿Cosas como qué?", se cuestionaba ahora otra compañera, menos participativa, saliendo al baile sin previo aviso. 

La chica, ante la perplejidad de sus compañeros, y dado su propio razonamiento espontáneo, no conseguía entender del todo la explicación, pero lucía algo satisfecha, al igual que las compañeras de más adelante, luego de entender que el mito en su acepción moderna no era una acepción definitiva, sino que, de hecho, una errónea con respecto a la original. "Clarito como el agua", decía en evidente tono irónico, a lo que una amiga suya saltó al paso y preguntó: "Profe, ¿quiere decir entonces que en ese programa "cazadores de mitos" todo lo que dicen es mentira?". "No pos hueona -respondió de inmediato la chica de antes-, significa que la palabra mito no quiere decir solo mentira, sino que también verdad, avíspate pos gila". 

La discusión seguía en ese tono hasta que otro chico tenía dudas respecto al mito de la caverna. Decía no entender nada. Preguntaba qué eran esos prisioneros, esas fogatas, esas sombras. Y por qué todo parecía graficado como en una especie de "película de terror". Nuevamente, la chica de la primera pregunta saltó a explicarle que la caverna en la que estaban encerrados era su única realidad, y que luego, al salir de ella, al ver la luz del sol, terminaban enceguecidos porque no estaban acostumbrados al exterior. Había entendido de manera elemental el sustrato de la alegoría, sin necesidad de ahondar en toda la faramalla metafísica, cuestión que resultaba del todo excitante. 

Así seguían encerrados, cabeza gacha, con una quietud que se iba haciendo tan apacible como inquietante, verdaderos prisioneros de la caverna pedagógica, hasta que al grupo del fondo, seguido del par de chicas de más adelante, en una tincada del momento, se le ocurrió asomarse a la ventana de la sala, semi abierta, para ver si acababa la escampada y volvía a llover como antes. "Ojalá se largue loco, quiero puro virar", comentaba uno de los cabros. No fue hasta que la chica de la pregunta corrió hacia la puerta que increíblemente se largó. Coincidencia cósmica, o cuasi intuición de pequeña filósofa del tiempo. Mientras llovía, la chica permanecía con los brazos abiertos empapándose de lo lindo. Los otros la seguían casi naturalmente, faltando solo cinco minutos para salir. En ese lapso intenté que volvieran a la sala, pero la escena era tan bella que primó el sentido estético antes que el disciplinar. Dejé que el resto de sus compañeros se sumaran al espectáculo de la lluvia con sumo desenfado. "La wea parece Singing in the rain", agregaba al paso la chica solitaria, arreglando sus cosas tímidamente para disfrutar también del imprevisto fenómeno de la naturaleza. Milagro del tiempo. Habían salido de la caverna pedagógica a su manera, habían vencido la mitología institucional, para rendirle un culto improvisado al cielo que en ese entonces permitió que los cabros conjuraran su propio pequeño escape, su propia epifanía. La caverna podía ser el propio colegio, pero la caverna podría estar en otras partes, o en todas. Liberarse, mojarse, era para ellos un comienzo, un amague de salida. Lo más cercano a una iluminación.