martes, 19 de octubre de 2021

Estamos viendo la tragedia griega en clases. Les expliqué que conceptos como peripecia y anagnórisis están más vivos que nunca. Uno habla de un suceso que afecta a una persona o a una colectividad y que altera o rompe el transcurso o la continuidad de una acción, y el otro consiste en la revelación de una verdad que estaba velada a un personaje o que este previamente ignoraba. En cierta manera, estos dos conceptos articulados entre sí, constituyen el corazón de la tragedia griega y, si se mira en extensión, el corazón de todo drama humano. Pregúntense lo siguiente: ¿Cuáles son las peripecias y la anagnórisis de nuestra actualidad histórica? Y, sin ir más lejos ¿Cuáles son nuestras peripecias personales y nuestra respectiva anagnórisis? Estoy convencido de que solo a través de la internalización de la tragedia en su sentido existencial se puede llegar a un cabal conocimiento y comprensión de nuestra propia historia. Cada una de nuestras vidas es un drama por sí solo. Los griegos viven en nosotros.
En el taller de Escritura creativa, los chicos tenían que realizar un blog con una entrada periódica. Una de las alumnas hizo un blog llamado Cuentos de ánima. Escribió lo siguiente:

"De entre tantas cosas que tenía en mi mente, no podía detener ese impulso a escribir. Era punzante, un sentimiento de ansiedad que solo mis mayores traumas me podían generar.

Pero es que, cada vez que yo leo a alguien más, solo quiero hacer lo mismo. Es como si lo que sea que domina este vil mundo me recordara que yo también puedo escribir; que también tengo sentimientos y una creatividad de los cuales estrujar como un trapo, y dejar que las gotas de mi alma caigan sin excitación. En momentos como estos es cuando ya no me importa qué, cómo y por qué lo escribo. No existe el hacerlo mal ni el hacerlo bien. Es solo fluir conmigo, el teclado y lo que sea que me acompañe en el fondo.

Personalmente, estoy empezando a amar esta parte de mí. La voz en mi cabeza ha sido mi enemiga casi toda mi vida, pero que ahora sea un reflejo de lo que siento en el momento, de mis enigmas, dolores y alegrías, mostrándome que ya no soy más alguien superficial que se basa en las voces ajenas, se siente como un alivio enorme. Soy alguien crítico, analítico, que le gustaría saber las raíces de nuestra actitud y las respuestas al porqué de nuestra mente. O al menos, eso espero.

Lo malo de todo este sentimiento impulsivo del escribir, es que dura muy poco. Solo queda un fragmento de todo lo que pensé antes de ya plasmarlo. Tantas cosas que desearía decir, de cualquier manera; y solo queda lo más simple y plano".

Grata sorpresa. Se descubren, de vez en cuando, talentos en bruto, dispuestos a pulirse. Se siente esa pugna por querer volcar en palabras todo un torrente de pulsiones y significaciones. Cada vez más convencido de que la escritura creativa es un auténtico ejercicio de la libertad. Por eso le pongo tanta fe.
Relectura del diario de Kafka:

18 de Octubre. Estudiantes evaden el metro de Santiago y se quema la Torre Enel. Por la tarde, fui al teatro.