lunes, 29 de junio de 2015

Dos pruebas al hilo sobre Altazor y sobre Poemas y antipoemas. Dos poetas sobre la antipoesía, dos contrapuntos para acabar el semestre. Sobre la prueba del Altazor todos dijeron haber entendido nada. Uno de los alumnos dijo que lo único que rescataba del Altazor era que pareciera que lo escribió pitiado (sic) y en caída libre. De hecho Bolaño decía algo similar respecto a la poesía creacionista: que prefería las caídas libres, sin paracaídas. Un efecto más o menos similar al vértigo que producen ciertas sustancias. La sinestesia de cierta dosis de "paraguas". Sin haberlo leído, entendió algo fundamental: la puesta en abismo del libro, pasar por alto el código poético encontrando un sentido inesperado (no importando si estuviese volado o derechamente fuera de lugar). En la prueba sobre el libro de Parra, uno de los alumnos recordó el artefacto sobre el llamado a la casa de la cultura al que se responde con un "sí, conchetumadre". Nada mal. Sabiendo que el límite se ha hecho casi difuso, entre lo escatológico y lo poético, a causa de algunos parritas. Fue el fin de la jornada. Lo que se levantó fue la antipoesía, lo que se levantó fue la clase, fuera esta una voladura elitista o un exabrupto de fin de semana. Simplemente, las ganas de hacerlo todo a la manera que salga, las ganas de porfiar hasta que todo llegue al límite...

domingo, 28 de junio de 2015



Algo que me alegra sarcásticamente de salir de noche (y se ha vuelto ya un pasatiempo) es que la realidad desmiente cualquier falacia, que todos los discursos de moralina acaban siendo inocentes cuentos de hadas, que los buenos en el fondo son los que pierden, que muy a pesar de todo la falta de fines es el único medio....

Sasha Grey


“Cuando el sexo ríe, 
un terremoto sacude el mundo, 
estremece el edificio de la Bolsa,
y derrumba sin remisión los templos”
Henry Miller.


Las figuras que gimen danzando,
los cimientos, los escombros de un placer soñado
un mundo eyaculado desde la abertura
todas, todas son metáforas del agujero perfecto
Figuraciones del insomnio de nuestras horas rabiosas
de nuestras soledades hechas a mano y a polvo
Sasha tendida como en una circunvalación
todo un cine secreto debajo de las sábanas
un filósofo quizá pensaba en ella,
cuando dijo que el cine nos decía cómo desear
Es la hora en que no cabe en la imaginación
la imagen de una virgen pariendo
Es la hora en que no cabe en la imaginación
pensar en santos ardiendo
Solo asoma su figura, la noche tan honda como sus curvas
en cada esquina creo encontrar a la próxima candidata
Es solo la verdad que se viste a la ocasión
y quiere encontrar su lugar en el bajo vientre
sonando bajo ritmos perversos, incluso inocentes
solo por no acabar de desearlos
¿Eres tú acaso, Sasha, cada vez que el silencio
se apodera de la noche?
¿Eres tú acaso, Sasha, cada vez que Dios nos da la espalda
y arroja en nuestras cabezas el miembro
de su desesperación?
Siento que aquellas pisadas remotas en la calle
de aquellos amores fugitivos, por demasiado cínicos
no acabaron en el polvo
solo por ser la sombra de aquello que haces
en cada esquina, sin otra curva que el miedo
de los mojigatos de siempre
que juegan a masturbar el mundo
mientras llegan a su casa
masticando la basura que ganan
sin otro apetito
que su vacío sin estilo
Liberalos de su miseria
permite que imaginen al menos
un agujero negro
en el cual perderse
mientras el resto de los mortales
consigan acabar, liberar
al animal entre sus manos
así como al pan,
así como el polvo, lo constitucional
que se haga la leche
que cada quien tenga su banquete
mientras la belleza sea triturada
mientras los mercados se desbanquen
mientras estos versos giman
y las flores sean arrancadas de raíz
y por fin durante esta noche acaben
de una sola vez y encuentren
el orificio venéreo
de Dios.

sábado, 27 de junio de 2015



La mirada clínica, siempre moralista, reformista, calculadora, queriendo forzar algo a seguir determinado orden o regla.... En cambio la mirada poética, siempre única, diversa, propiciando la existencia de la excepción, siguiendo un orden particular, abrazando la nota discordante, el desvío del temperamento general.

miércoles, 24 de junio de 2015

Entrevista a Jorge Teillier por Vicente Parrini




"¿Por qué escribes poesía?
Te podría contestar como el poeta “silbo porque tengo miedo de entrar al cementerio”... Sé que escribo versos nada más. Pero lo malo es que a veces no trabajo en la poesía. Según la gente yo no quiero a nadie y eso es malo también... me quiero demasiado a mí mismo. No me quiero porque me autodestruyo, pero autodestruirse es quererse tanto que no soportas al prójimo... Acá en Chile toda la gente anda con cara de puñete, como decía mi amigo el “chico” Molina...

¿Estás dispuesto a dar algún consejo?
Yo no soy del Ejército de Salvación y no tengo ningún mensaje que darle a nadie, ni consejos. No me interesa ni la religión, ni la política, salvo como referencias culturales... (Silencio), pero rezo de vez en cuando... Es como recordar un poema hermoso, es tener fe en los antepasados, en el mensaje de 2000 años.

Cuándo rezas, ¿pides algo para ti o para los demás?
Rezo sin pedir nada para mí ni para nadie... Los dictadores quieren que todos sean como ellos, que todos sean buenos alumnos, son como los rectores de liceo, pero con más poder, por supuesto. Tienen poder de vida o de muerte. En el fondo toda persona que quiere tener poder está perdida... El poder llega solo, sin que tú lo pidas, porque es una gracia.

¿Y los poetas aspiran al poder?
Por supuesto... la mayor parte. Neruda, De Rokha, Huidobro, nuestros maestros, aspiraban al poder. Todos querían ser profetas y no se daban cuenta que hay que estar solitarios... Como decía Baudelaire, “le tengo un miedo de perro a todo aquel que me imite o me lea”. A él le interesaban las putas y las adolescentes, nada más.

Y si no el poder, ¿cuál es el principal anhelo de Jorge Teillier?
Jorge Teillier aspira al anonimato más absoluto. Lo único que quiere es tener casa y dinero y publicar cien ejemplares para regalar a los amigos. No me interesa hablar de poesía, prefiero conversar con Marchant -rondín del fundo El Ingenio- o el jardinero... Aprendo más y me aburro menos...

Me da la impresión que tú quieres desaparecer detrás de tu obra poética...
Claro. No me interesa ser personaje, porque cuando te ven así, tu poesía pasa a segundo plano. Por eso me agrada ir al bar de “Don Rocha” en La Ligua. No me interesa si escribes o no escribes. En cambio ser poeta en serio es una responsabilidad.

¿Cuál sería entonces la responsabilidad de un poeta?
Desarrollarse como persona y ser testigo de algo, dar un testimonio que alguien en el mundo pueda recibirlo. Pero tú no escribes para ellos... sino para los que se te parecen y no sabes quienes son. Yo soy un solitario como Rilke. Estar con gente, ser un personaje público me da asco.

Algunos críticos te han llamado “el último de los románticos” y otros “el último de los malditos”.
Lo de maldito es un slogan que me han puesto. Soy un tipo tranquilo de casa, no tengo nada en contra... de casi nadie. Tal vez me relacionan por el trago y porque soy un marginal en el sentido de que no me interesa que me vaya bien con la poesía. Poesía es espíritu. Los poetas verdaderos, entre comillas, escriben para tener figuración y eso a mi no me interesa en absoluto, si me llega me llega. La poesía no es una carrera: eso queda para la hípica...


En revista Kritica, octubre de 1987.


Sin duda, un grande entre los grandes.


lunes, 22 de junio de 2015

9:35. Por más que lo neguemos, la realidad siempre se encarga de superar cualquier expectativa, ya sea en el amor o en el trabajo, las canciones de moda de los veintitantos, creo que lo que gana es siempre lo imprevisible, lo que no estaba contemplado en las boletas ni en la agenda mental. En ambos casos se trata de sobrevivir al costo que sea. Y quizá el único heroísmo después de todo consista en saber cuándo retirarse y vivir para contarlo, pero consciente de que se puede regresar en cualquier momento sin previo aviso, y volver por mucho más.

¿Qué será de aquella chica seguidora de Heidegger que de un momento a otro desapareció de la faz de la red sin otro rastro que el recuerdo de esas intensas conversaciones? Quizás su ser ahí era precisamente arrojar nuestra comunicación a otra parte o a otro tiempo. Arrojado así sin más, como habiendo llegado recién a algún lado, llámalo destino o cita, pero inexorablemente arrojado. Parece esta una fabula repetida. Quizá sea como ella dijo alguna vez, que la rosa es sin por qué, que la belleza como decía Rilke es terrible porque no se sabe qué es lo que la provoca ni tampoco lo que la hace desaparecer. Y no resta otra cosa que las palabras, las palabras en la mensajería, dibujando un abismo, esperando ilusamente la próxima leída. Se sentía formando parte de algo grande, aunque fuera vacío, un agujero negro o quizá un remoto encuentro en Andalucía, Turín o el mismísimo Valparaíso. Ese rostro y esa figura en la silueta genérica del perfil. Parece que aún siguiera allí, una entre miles. Es la magia de la mirada, un poco la proyección de lo que ya se incubaba en nosotros. Lo nuestro fue algo así como una confidencia, un secreto que no desciframos, quizá por inexplicable, quizá por ilusorio. Fue una especie de lazo creado solo para ocupar el lugar de nuestras desapariciones. En fin, sea como sea, simplemente nos debemos la verdad, la existencia, un polvo… y algo más.

domingo, 21 de junio de 2015

Sobre el padre

En su día y en algún momento de la vida, el padre que nos vio nacer es una especie de Ulises al cual se espera fielmente para que vuelva triunfante a su patria con su familia. El relato que hacemos entonces no es otro que el de la épica del retorno, del gobernador que vuelve a recuperar lo suyo. En otra ocasión se vive una época medieval, en la cual como Jorge Manrique le rendimos cuentas a esa figura perdida en el tiempo, si no es a su muerte, a lo que alguna vez fue y significó para nosotros. Hacemos de su eventual muerte o ausencia motivo de una lírica fúnebre, motivo para que la tierra y nuestro mundo conocido comiencen a cantar su delirio del origen, y todos los hechos de ahí en adelante se sucederán de acuerdo a ese luto. Más tarde, como en Hamlet, tratamos de reivindicar su figura, indagar en la verdad sobre quien fue y lo que quiso para nosotros, entonces su fantasma se nos aparece, y nos acompaña para seguir nuestros pasos, y vengarse contra aquellos que tramaron algo a sus espaldas. Nos volvemos sin quererlo el hijo vengador que todavía se debate entre el pensamiento de la duda y la acción apasionada, en honor a su memoria. Mucho después, viene una sospecha, como en los Karamazov del viejo Dostoievski, comienza a sembrarse cierta discordia, cuáles fueron los motivos para que nuestro padre llegase a hacer lo que hizo y si no hubo algún motivo subrepticio, siempre cruel, para llegar a odiarlo y conspirar en su contra. Motivos siempre difusos pero llenos de un impulso por crecer, no se sabe hacia dónde ni cómo, pero llenos de una vida oscura, secreta. Ya en una etapa más actual, nuestros relatos sobre el padre distan mucho de ser solo una alegoría. Ya sea por su ausencia o por su categórica presencia, hay muchos que como Kafka enterraron su recuerdo en la tinta que atestigua su vida junto a él. Se llega a pensar en el padre como Pedro Páramo, aquel a quien buscamos exiliándonos de nuestra vida y descubriendo poco a poco que nos unimos a él hasta el fondo del infierno. Pero pese a estas palabras, quizá no sea tiempo de hacerse el duro ni de saldar cuentas todavía. El padre está ahí, siempre lo estuvo, innegable, anunciando el instante en que la vida continuaría su carrera tragicómica, su dilema de auto superación y de reconciliación. “A veces no puedes hacerlo por ti mismo” reza una letra. Siempre estará ahí, ya sea por ausencia o presencia, haciéndonos ver que el tiempo obra de formas misteriosas. Quizá sea ese un comienzo, una forma de saber que no siempre se puede juzgar, que por más que estemos lejos, siempre se vuelve al origen, que depende de nosotros si hacemos de su figura una estrella moribunda que tarda en iluminar o nada más y nada menos que la sombra de nuestros pasos.

viernes, 19 de junio de 2015

Cada vez que ocurre un vacío entre la planificación y la clase que tienes pensada hacer, solo piensa en John Cage con su pieza musical 4`33, en la que lo único que hacía eran tres movimientos de manos, mientras el público impertérrito comenzaba a agitarse por el silencio incómodo. En efecto, dentro de ese vacío los alumnos se agitarán y comenzarán a moverse y a la vez preguntarse qué diablos pasa. La pieza musical, la clase se hará sola. Ese silencio puede que traiga más de una sorpresa.


Otra anécdota pedagógica sentimental: al leer los mensajes que se enviaban algunos chicos entre parejas, no podía dejar de pensar en la ortografía y la redacción, obviando el contenido pragmático: la expresión del sentimiento, sincero o no, hacia otro. Será por estar demasiado metido en el trabajo o porque sencillamente ya he olvidado a quien escribirle y cómo hacerlo. Incluso el lenguaje académico, tan poco romántico, se ha introducido en los poros. Su sequedad llega a dar asco. Llega un punto en que el académico se come al poeta. Entonces, aparece el cínico. Sinceramente, se extrañan esas cartas. No importaba si se escribía mal o no, el puro gesto daba a entender que había algo. Esas cartas mal escritas, románticas no por la gramática, sino que por tener agallas.

TICs



Descargando videos y ppts para las clases de mañana, de repente recuerdo que la tecnología es un arma de doble filo, que no se puede confiar del todo en que funcionará siempre. Más de alguna clase, de hecho, ha sido saboteada por su ausencia o deficiencia, oportunamente para los estudiantes, cuando amerita y desgraciadamente para sus maestros, cuando no les queda otra. Sin embargo, Nikola Tesla decía que era un comienzo. No por nada le confiamos nuestro tiempo y nuestro espacio a la red. La clase, como cualquier otra realidad, está supeditada a las fuerzas del exterior. Fuerzas, por supuesto, extrañas. La clase no es una burbuja. Nunca lo fue. Y precisamente el trabajo consiste en que no legue a serlo. (A pesar de que muchos se empeñen en eso). Por otra parte, no se puede confiar del todo en que la tecnología sea poco menos que "la herramienta del futuro". Dicen que las TICs han llegado a ser incluso imprescindibles, pero es el mismo discurso de novedad sobre necesidad. Casi todos los ramos de metodología de la universidad se encargaban de inculcarnos esa premisa como si fuese un nuevo evangelio, dando casi por hecho que un aumento de estas TICs redundará en un mayor acceso y una experticia casi mágica de esos recursos. Pero es el doble sentido de la tecnología en general: mayor acceso no implica mayor utilidad. Incluso, en casos extremos, han llegado a ser inversamente proporcionales. Recuerdo que un profesor mentor decía de manera un tanto rústica pero práctica que cuando todo falle siempre hay que contar con un plan b, c, d y si se puede un plan z. En el fondo, pensaba que el profesor, como un pequeño sofista, como un flaneur de la información, se pasea entre los diferentes métodos, no importando si sea todavía la rudimentaria hoja o la futurista aula virtual. La premisa real es: no confíes la clase al método. La clase es una realidad por hacer, una potencia. Ni las hojas en que se ha escrito la literatura del mundo ni la imagen virtual deudora de lo eléctrico te aseguran que la clase sea de hecho una realidad. Los alumnos serán, en el fondo, sus únicos y mejores cómplices...

lunes, 15 de junio de 2015


Todo lo que nos une con la poesía es lo mismo que lo que nos une con los perdedores, donde veo una imperiosa necesidad de hacerse expresar veo un vacío insaciable, un silencio incontenible, una gran casa que ya no puede acoger a otra cosa que a los indeseables. Todos los perdedores del mundo escuchan en el fondo la misma música, vive y mueren bajo una ley similar, hablan en clase silenciosamente, conspiran y combaten estupidez con estupidez haciendo gala de su capacidad de deserción, solo para ser los aguafiestas del presente e instalar en el sótano de la casa, en la puerta trasera del boliche, en el rincón de los sabelotodo pero vivelonada su inmortal mácula. Precisamente porque lo han perdido todo es que ya no tienen nada que perder...


Desocupado como los dioses, pero con todas las veredas por delante, como los animales de la esquina, las viejas preguntas calan como frío en el sentido. Cuando pasa eso, solo resta preguntarse si cuando estemos realmente preparados, si cuando solo reste volver de donde siempre venimos, la misma puerta, el mismo libro abierto a medio leer, la misma boca a punto de ser mordida, a punto de acometer la misma promesa reciclada, las palabras que hemos dicho para pronunciar todo eso no se hayan gastado como la moneda que perdió su troquelado de tanto apostar al mañana, de tanto darle a la ruleta solo para que el Lunes no vuelva a ser el primero de nuestros últimos días...

domingo, 14 de junio de 2015


No encuentro nada más anti pedagógico que la palabra futuro. Nunca entendí a esas profesoras que decían que eramos "el futuro de Chile", como si aquello fuera un título de nobleza, una etiqueta que le devolvería la sonrisa a los padres, le cerraría la boca a los incrédulos, y le daría una lección a los matones, con cierta buena intención pero a la vez con el solo afán de poder congeniar con el grupo curso y así generar el ambiente idóneo para continuar con la rueda de todos los días. En el fondo nos dejaban sin querer el peso de una incertidumbre con la cínica excusa del progreso y la felicidad. Daban a entender que eramos responsables de enmendar el fracaso y la incompetencia de nuestros mayores, no sabiendo realmente hacia dónde iba todo eso y de donde venía. En nuestro desconocimiento y sobre todo en nuestra total displicencia del mañana sonreíamos para hacer más llevadera la jornada, pero seguíamos en nuestro hueveo constante, cada uno hueveaba a su manera, otros jugando a la pelota, otros adentro maquinando no sé qué cuestión en su cabeza. El hueveo era en nosotros un estilo de vida, la sangre que nos permitía boicotear las prohibiciones. El futuro era, en cambio, como copiarle el examen al tiempo, una cuestión absolutamente reprobable pero secretamente necesaria, una jodida excusa para levantarse de la cama, entre tantas otras, así como las monjas pensaban en Dios como la catársis de sus acciones, fueran estas de la naturaleza que fueren, fuera esta una actividad al aire libre como metáfora de respirar o un pequeño aumento en la matrícula. Una educación, toda una carrera cimentada en esa palabra tan etérea: futuro, para entregar luego a la generación que viene la intuición del final, aquellos recuerdos dentro y fuera del aula como garantías personales, de alguna especie individual e intraducible de realización. Quizá el tiempo que de verdad importaba no era otro que el que cada uno imaginaba sin esperanza de conocer el final, o de siquiera imaginarse si había un futuro posible después de la primera noche fuera de casa.

El Siniestro Doctor Mortis: Hacia un diálogo con lo fantástico literario de los años 50 y 70 (a 8 años de la muerte de Juan Marino)

Resulta, en primera instancia, una tarea ardua pero novedosa el realizar un acercamiento hacia una obra tan sui generis como lo es el cómic del Siniestro Doctor Mortis, creado por Juan Marino a partir de fines de los sesenta y principios de los setenta en Chile (1967-1974). Por ello, no está demás abrir un poco el panorama espacio-temporal donde germina y se desarrolla. En aquel entonces, un contexto y época nacional consanguínea a la producción más representativa de Marino se manifestaba. Debido a su éxito con el clásico radioteatro “El Siniestro Doctor Mortis”, que se transmitió de manera copiosa en las radioemisoras de Santiago durante la década del 50, Marino llamó de inmediato la atención del público y de las editoriales, entre ellas, la Editorial Zig-Zag, que le solicitó hacer entrega de sus guiones para publicar así los sucesivos tomos del cómic homónimo. Es de este modo que logró una popularidad pintoresca y significativa para su época, la cual llega hasta nosotros entonces, más bien, como una obra de “culto”, underground. Este carácter, desde mi perspectiva, habla de una obra-prodigio, de una obra artística que poseyó una recepción relativamente estable y una adaptación igualmente estable a su medio. ¿Cuál es ese medio? Es aquel donde se enmarca el escenario global del cómic en el mundo. Ángel Nuys señala al respecto: 

“La historia del cómic tiene dos grandes periodos: la edad dorada, aquella donde surgen los primeros grandes personajes y géneros del cómic y la edad de plata, aquella donde se renuevan personajes y se sientan las bases del revisionismo británico y el multi-género americano de finales de los 70 a la fecha. Es en este periodo donde la viñeta chilena encuentra su cumbre de desarrollo, tanto comercial como creativo. En estos años, surgen personajes para todas las edades y géneros”. (Nuys, Ángel) 

Si bien se pueden someter a revisión estas nomenclaturas, resulta ilustrativo por lo demás llamar al comic “Doctor Mortis” como “hijo de la edad de plata”, hijo de lo que casi pudo devenir una verdadera “industria del cómic chileno”. Una década de oro de la historieta nacional (años 60). 

Por otro lado, resulta un hecho evidente la coexistencia entre el desarrollo del cómic y la convulsión socio-política que se vivía en aquellos tiempos. No por nada coincide también el cese de publicación de la historieta con la fecha del viaje de Marino hacia la ciudad de Trelew, Argentina (segunda mitad de la década de los setenta), y el “boom” de la dictadura chilena gatillada en 1973. Hasta cierto punto hablamos de un “silencio indefinido” que sumiría a la obra de Marino en lo profundo del inconsciente colectivo chileno y sudamericano, sin perder así su decisiva influencia y popularidad en el continente. Entonces, junto con el país, calló también Dr Mortis, pero para habitar en la mente de los chilenos que esperaban (o temían) su regreso imprevisible. 

Sin embargo, no creo tan relevante profundizar en una relación cómic-contexto (Dr Mortis-Dictadura), sino que apunto más bien a abordar la historieta de Marino desde su configuración como obra con caracteres fantásticos en diálogo con lo literario. Puedo señalar, a grandes rasgos, que esta convive con una generación de literatura chilena enmarcada entre los años 50 y 70 (o hasta 1973, con el llamado “quiebre institucional” producido por El Golpe). Dicha generación se sitúa a sí misma como diferenciada y crítica respecto de la generación anterior (aquella perteneciente al 38 y a la generación de Neruda, Huidobro y De Rokha, representativa de la vanguardia y el discurso reivindicatorio americanista). Oscar Galindo (2008), sobre dicho contexto, señala que: 

“Existe una literatura chilena para autores como Lihn, Teillier, Arteche, Donoso, entre otros, y su horizonte de expectativas se construye desde ese pasado. Sin embargo, tanto los narradores como los poetas de la llamada generación del 50 tienen la curiosa certeza de que se encuentran rompiendo con sus padres literarios”. (Galindo, Oscar, 2008). 

De acuerdo a esto, los escritores de los años 50 y 60 plantean una concepción diferenciada respecto a la literatura y a la posibilidad de representar la realidad por medio del lenguaje. Una posición escéptica y profundamente cuestionadora de estos discursos surge como una actitud vital frente a problemas arraigados en el mundo ambiguo de la urbanidad y la modernidad. Es de esta forma que: 

“(…) lo que hay en común en este grupo de escritores proviene de un sentimiento de desarraigo que le hace percibir frecuentemente el estado social desde la perspectiva de una mirada apocalíptica o al menos de crisis permanente”. (Galindo, Oscar, 2008). 

Además de la “lúcida gravedad” característica de ciertos escritores de la generación, es posible el rescate de una suerte de diálogo interliterario, una “intertextualidad” que posibilita una lectura en conjunto y, en cierto sentido, igualitaria, tanto de poetas como narradores (novelistas y cuentistas). Así, vemos que en el caso de los poetas, nos encontramos con figuras como Lihn y Teillier, quienes, durante la época de los sesenta, vivieron una memorable etapa de creación. Aunque, su mayor fuerza creativa devenía de la poesía, no presentaron ellos límites con cultivar otro tipo de géneros más prosaicos (como es el caso del libro de cuentos en Lihn, Agua de Arroz). Así, en esta generación, los poetas se hallan prácticamente al mismo nivel de los narradores en términos de relevancia, notoriedad y trascendencia literaria. 

Ahora ¿Cuáles son las implicancias o relaciones de esta generación literaria con “El Doctor Mortis”? ¿En qué medida el cómic abre la problemática literaria presente? Esas son preguntas claves que me darán la posibilidad de poder responder mediante una articulación del cómic con la Literatura de la época. Creo oportuno constatar el hecho de que ciertos escritores de la generación literaria del 50 al 70 posean esa particularidad de apertura y diálogo intertextual (como es el caso del mismo Lihn, quien encarna dicha particularidad con el cultivo del dibujo y la pintura, las performances, el teatro y posteriormente, el propio cómic, con “Roma la Loba”). Pero existe un problema con respecto a la relación del cómic chileno de los sesenta con la “Literatura” desarrollada en esa época. A pesar de su “edad de oro” en términos de circulación y producción, el cómic siempre ha sido considerado más bien como un agente nuevo y extraño, naturalmente disímil: un verdadero híbrido entre imagen plástica y secuencia narrativa. Incluso se le ha relegado a una función, aunque artística, meramente comercial; concepción que, en todo caso, perdura hasta la década del noventa y los años dos mil. El mismo Jodorowski, en una entrevista, afirma que: 

“El cómic (…) es un arte maravilloso, pero hay que tomarlo como un arte industrial. Es totalmente diferente de las vanidades de la literatura. Cuando hablas con un poeta o con un novelista, se toman como la gran cosa. Son usados políticamente, son honoríficos, tienen premios establecidos, etc. El comic es humilde, no es considerado arte, es despreciado. Hay que partir de la base de que es un arte, pero un arte industrial, que es un oficio más. Es lo primero que hay que visualizar”. (Brodsky, Pablo: 8). 

Si el cómic ya prevalece entonces en la década de los sesenta como un fenómeno artístico, comercial e industrial, con el éxito de editoriales como Zig-Zag y Quimantú, y, en particular, con la “mortismanía” que suscitó la creación cumbre de Marino, pero sin siquiera existir la idea de cómic como una “obra literaria” válida, hace falta así levantar la posibilidad de concebir a “El Siniestro Dr Mortis” en su espacio-tiempo, con una mirada más actualizada, más cercana al boom de la célebre “novela gráfica”, denominación que viene un poco a flexibilizar la rigidez de los géneros, considerando a las historietas como obras artísticas con derecho a ser producidas y leídas desde una perspectiva literaria. 

Independiente de estas razones, no ahondaré tampoco en una posible naturaleza literaria del cómic, (problema que suscita un debate abierto, y que está lejos de cerrarse) sino que me restringiré a considerarla como una obra artística autónoma con características peculiares, que presenta (eso sí) ciertos rasgos en común con las obras literarias. De este modo, puede establecerse este diálogo que ya señalé, mediante este tipo de vasos comunicantes. Así, una comunicación entre el cómic y la Literatura puede partir con el hecho de que: 

“Toda historieta pretende comunicar un relato, y tal pretensión la hermana a la novelística en función de que la acción narrativa puede estudiarse bajo las teorías del relato establecidas y aceptadas. Tanto en una novela como en una historieta puede analizarse la causalidad, (…) la modalización, la trama, el ritmo y la temporalización, los actantes, (…) etcétera. Y podremos segregar en cada narración historietística historia y discurso, con sus unidades semiotizadas y su código normativo particular”. (Barrero, M). 

En “El Siniestro Dr. Mortis” se manifiesta explícitamente el desarrollo de una línea argumental y un discurso, los cuales van entramando los tejidos de un universo diegético plasmado gráfica y literariamente. En este punto, es posible que: 

“(…) interrogarnos sobre el enfrentamiento entre lo literario con lo pictográfico aporte alguna clave a la presente reflexión, pues los primeros semiólogos que analizaron las historietas aludieron a ella como un medio lexipictográfico, subordinándolo así a la literatura, como una variante genérica o estilística. En realidad un cómic es más que la suma de texto e imagen, esa conjunción genera mensajes de distinta aprehensión y diferente sustancia comunicativa, y de ahí precisamente su naturaleza de medio nuevo”. (Barrero, M). 

Afirmada la autonomía del cómic de acuerdo a su definición, diremos, por otro lado, que en el cómic de Marino es posible concebir un mundo de ficción similar al construido y proyectado por una novela. Los medios expresivos son distintos en cada caso, pero tienen en común esas facultades representativas del mundo propias del lenguaje novelesco-literario. Ambas poseen también el germen de “lo fantástico” característico del juego dinámico y transgresor del lenguaje respecto a los límites entre lo simbólico y lo real. “El Siniestro Dr. Mortis” constituye un ejemplo de esta acción lúdica. 

Me referiré ahora a esa dimensión fantástica explícita en el cómic. 

El personaje del Dr Mortis es representado como una entidad que encarna la abstracta idea del Mal. Es un ser etéreo, de naturaleza siniestra, que se manifiesta en el mundo de los mortales bajo diversas formas, todas revestidas de apariencias que despiertan el horror y lo grotesco. Es así que el Dr Mortis adquiere una transfiguración proteica, siempre cambiante, que acentúa hiperbólicamente su aura de misterio. Por otro lado, se tiene que: “Mortis mutaba capítulo a capítulo. Hoy podía ser un vampiro humano, mañana un malhechor buscado por todas las policías del mundo, un malvado científico, o la encarnación del mismísimo demonio”. (Reyes, Carlos). Y ¿Por qué es llamado Doctor? Justamente, porque su “maldad pura” se concreta en la persona de un científico malvado, dispuesto a experimentar con los humanos para la creación de criaturas diabólicas, anti-humanas: 

“Por las historias del Doctor Mortis desfilaron hombres-máquinas (…), mutaciones tanto humanas como vegetales y animales (plantas-vampiro con cerebros humanos en miniatura llamadas “antihombres”, cerebros pediculados devoramentes conocidos como “Cefalópodos” que vestían trajes espaciales, híbridos de seres humanos y vegetales que respondían al nombre de “musgántropos”, cambiaformas humano-hormigas o monstruos “formiformes” [sic] radioactivos, monstruos amorfos devoradores, las arañas mutantes desintegradoras bautizadas “cíngulos violáceos”), todos creación de los experimentos de Mortis”. (Toro, John A.) 

Son todos estos caracteres los que identifican al Doctor Mortis como tal a lo largo de la historieta (al menos en sus formas y manifestaciones más representativas). 

Veremos ahora cómo el corte de lo fantástico expresado en el mundo diegético del cómic lo configura como un mundo invadido constantemente por la “extrañeza” del Doctor Mortis, a decir de Todorov (1971) sobre sus nociones de lo fantástico. Para esto me centraré en el primer episodio del primer tomo, aquel donde se introduce al Doctor Mortis y se le presenta como una sombra humanoide que habita en un castillo. 

El primer episodio supone un primer acercamiento a la naturaleza mortisiana. En este irrumpe configurado en todas sus cualidades y naturaleza esenciales (aunque no en todas sus manifestaciones). Así, se le define como la personificación del mal: “Presentamos en esta primera historia de horror, a tan extraño como siniestro personaje… cuyo castillo se alza en una región desolada de cualquier parte del mundo, como símbolo de la maldad inefable de un ser cuya identidad jamás ha logrado establecerse (…)”. (Cómic Dr Mortis, Viñeta 1 y 2); y como un ser atemporal: “¿Cuándo comenzó el horror? Nadie lo sabe. En la Edad Media ya se hablaba de él. Estuvo presente en la Revolución Francesa. Y en los tiempos actuales, el cable esparcía continuamente extrañas noticias (…)”. (Comic Dr Mortis, Viñeta 4, 5 y 6). 

La realidad humana y cotidiana se ve invadida en este episodio, contaminada y pervertida por la omnipresencia y omnipotencia maligna del Doctor Mortis, en su apariencia de sombra. Un ejemplo de esta invasión es el ataque de Mortis a los esposos Mouchete, quienes pasaron cerca del castillo para acortar camino al pueblo de Gruz. Luego viene el protagonismo del detective científico Matteus y su compañero, el inspector Bruner. Ellos serán los testigos de la invasión de este agente fantástico en sus realidades cotidianas. Poco a poco el Doctor Mortis se manifiesta ante ellos, violando constantemente las regularidades de su mundo (como cuando llama inesperadamente al Dr. Barberis, y lo amenaza por entregar demasiada información sobre su identidad, para luego asesinarlo abruptamente; y cuando Bruner y Matteus entran al castillos siendo atacados por fuerzas oscuras mortisianas, para luego aparecer en el laboratorio y observar el experimento científico del Dr Mortis con humanos). En este punto, se cumple el desenvolvimiento del género fantástico, tal cual explica Marie-Laure Ryan, con respecto a Todorov (1975). Se señala que: “(…) el ambiente fantástico surge de la vacilación entre una interpretación racional y una interpretación sobrenatural de los hechos. De manera prototípica, un personaje se enfrenta con sucesos que no pueden explicarse por el modelo de “lo posible en lo real” del personaje”. (199, Marie-Laure Ryan). 

A raíz de lo anterior, en “El Siniestro Doctor Mortis” encontramos claramente estos caracteres y funciones de lo fantástico asociados, valga la redundancia, a la Literatura Fantástica. Así, tenemos que el cómic genera un determinado efecto en los lectores, que sin embargo, se presenta con una “intensidad” mayor a lo acostumbrado en narraciones más “realistas” (Todorov). Se cumple el hecho de que: “(…) lo superlativo, el exceso, habrán de ser la norma de lo fantástico” (Todorov 113). Todo en el Doctor Mortis es rebasamiento. Es una hiperbolización del mundo y de las cosas protagonizada y provocada por este propio ser. De este modo, los personajes humanos pertenecientes a este universo diegético viven la experiencia de enfrentarse a las influencias y las fuerzas de Mortis, y lo hacen al límite de sus sentidos y percepciones. Ese es justamente el corte incesante de lo fantástico. Mortis es la personificación de ese corte. Recreando y desenvolviendo su naturaleza, corrompe y “fantastiza” este mundo humano y cotidiano diegético en el cómic. 

Toda esta configuración fantástica de “El Siniestro Doctor Mortis” dará pie para abrir una problemática fundamental, ya expresa en la generación literaria de los 60: aquella que pone en tela de juicio la preponderancia de una representación del realismo en narrativa, y la preponderancia de un discurso literario que expresa la preocupación por los grandes relatos (aquellos relacionados con la identidad americana, como ocurre con Neruda y Mistral, y con “lo popular” en De Roha). En este caso, el Dr Mortis, como historieta sui generis, interactúa entonces, gracias a su dimensión fantástica, con aquella literatura de la generación del 50 al 70 ligada justamente al género fantástico. Uno de los autores más representativos de esta literatura es Hugo Correa, escritor chileno de ciencia ficción. Su persona y su obra son medulares al momento de entender este desarrollo subterráneo, underground, de lo fantástico en la Literatura chilena de la época. 

Así puedo advertir, en esta interacción, un impulso por el desarrollo imaginativo, por la creación de mundos o realidades que desafíen aquella representación literaria de la realidad que busca configurar una suerte de mímesis. Ya no se trata de aludir directamente a referentes históricos o contextos inmediatos, sino de explotar el potencial de lo subjetivo para dar cuenta de contextos verosímiles (pero propicios para la ficción) que posibiliten la aparición de estas fisuras de lo real. En la construcción de los imaginarios a través del relato fantástico, se halla entonces latente el conflicto propio de la generación: este énfasis en las posibilidades representativas del lenguaje, basada en una nueva perspectiva sobre lo que significa la Literatura, cuestiones ya expresadas en autores como Lihn, durante la década de los 60. Esta nueva perspectiva tiende hacia una experimentación de la subjetividad, hacia una relativización de los discursos que provoca entonces una mirada hacia nuevas formas y recursos de expresión, más acordes con un desenvolvimiento de la individualidad del sujeto moderno o su capacidad para imaginar su propia realidad, u otra(s) realidad(es). 

En el caso del “Siniestro Doctor Mortis”, aquel imaginario de Juan Marino se despliega en forma de transgresión fantástica, en forma de pugna entre un universo real verosímil y un agente fantástico que lo invada, lo envuelva y lo relativice. Algo parecido sucede en el caso de las obras de ciencia ficción de Hugo Correa. También se presenta en ellas este imaginario subjetivo, esta constante construcción de mundos ficticios que renueva el impulso por hacer valer la cosmovisión e imaginación internas del autor frente a la inminencia de discursos que buscan más bien homogeneizar determinadas visiones o representaciones, validándolas y otorgándoles estatuto de verdad, estatuto el cual rechaza otro tipo de representaciones diferenciadas, mediante su reducción a simple caricatura del mundo. 

Si “El Siniestro Doctor Mortis”, fue concebido entonces como un cómic fantástico popular y masivo, pero relegado (desde una perspectiva crítico-intelectual) a un rol de mera caricatura por sus evidentes caracteres de “ficción sobrenatural”, y por su referencia a criaturas o personajes populares (como los vampiros, los zombies, el científico loco, los detectives, etc.), creo oportuno resolver la iniciativa de reivindicarlo como obra artística que contribuye a la germinación de lo Fantástico en Chile. No por nada, Dr Mortis se insertó en el inconsciente colectivo de todos aquellos chilenos abiertos al mundo de la fantasía como si de un estilo de vida se tratase, quizá, con propósitos ocultos y siniestros, propios de su naturaleza. Esto, posiblemente, podría dar pie para inaugurar un nuevo sistema de pensamiento y filosofía de vida: la Fantástica. Dr Mortis siembra las semillas de la Fantástica día a día en nuestras mentes, con miras a explotar allá afuera, en un mundo humano envuelto bajo el insolente velo de lo Real. 




Bibliografía 



NUYS, ÁNGEL: “Oprobioso olvido de nuestra Silver Age”. (2003). Disponible en: http://www.esperpentia.cl/drmortis.htm


GALINDO V, Oscar. Metatextos e imaginarios identitarios en la literatura chilena (1950-1970). Estud. filol. [online]. 2008, n.43 [citado 2009-11-16], pp. 101-114 . Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132008000100007&lng=es&nrm=iso


BRODSKY, PABLO: “Un Comic: E. Lihn, A. Jodorowski”, 1992. Impreso en Santiago de Chile. 


BARRERO, MANUEL: “La novela gráfica. Perversión genérica de una etiqueta editorial”, (sin año). Disponible en: http://www.literaturas.com/v010/sec0712/suplemento/Articulo8diciembre.html


TORO, JOHN: “La Ciencia-Ficción del Siniestro Doctor Mortis”. (2008). Disponible en: http://puerto-de-escape.cl/2008/la-ciencia-ficcion-del-siniestro-doctor-mortis/


TODOROV, T: “Introducción a la literatura fantástica”, 1981. 


RYAN, MARIE-LAURE: “Mundos posibles y relaciones de accesibilidad: una tipología semántica de la ficción”. 

jueves, 11 de junio de 2015

La forma del jazz que vendrá



Se nos va Coleman, sonando al unísono, desafiando nuestras limitaciones. "La forma del jazz que vendrá", disco profético, piedra angular de la vanguardia, el Sergeant Pepper del jazz moderno. Recuerdo escuchar este disco en la Contemporánea a fines del 2006. El primer disco de jazz que escucho entero, y continúa pateando el límite del espectro acústico. En su momento incluso Charles Mingus no soportaba tanta disonancia: "No es un músico del sur". La propuesta de Mingus apuntaba más hacia una unidad entre estructura y renovación (blues y jazz moderno). Coleman sencillamente priorizaba la melodía por sobre la armonía. La partitura supeditada al pulso. Incluso hay un tremendo impulso poético en esa forma de interpretar el jazz. Una pugna entre ritmo e imagen. "Hay tantos unísonos como estrellas en el cielo". Fue una iniciación aunque caótica, necesaria en el mundo de la música que hace de la improvisación más que un método, la manifestación de un espíritu, de una manera de expresar el bello caos del mundo sin concesiones.


miércoles, 10 de junio de 2015


Después de la clase particular en Con Con, algo me decía que anocheció demasiado pronto.... la chica cansada, aunque nunca tanto como yo, descifrando cuestiones que solo para alguien como uno implicarían si hay o no fin de mes, por ejemplo el por qué la frase "caer la noche" es imagen y no metáfora.... en el fondo por qué es necesario enseñarle un artilugio innecesario del lenguaje, para qué y por qué, mientras el día se acaba y el clima acogedor de su casa le recuerda que mañana no habrá tiempo para la poesía... Ambos sabíamos que lo único real era el cansancio, la noche, esa ventana oscureciéndolo todo, y todo lo demás, la clase, la utilidad de la retórica, la prueba, el futuro, eran producto del cansancio, de la esperanza remota de aprobar algo, sin saber qué era ese algo realmente.... "¿Para qué tantas figuras, tanta materia, profesor, si no lo ayudará a conseguir lo que quiere?" En ese no conseguir puedo imaginar lo imposible, que ella apruebe, que yo ame lo que hago, que cuando llegue a casa no esté demasiado oscuro, que lo que enseñe le ayude en algo a alguien y que cambie algo en alguien, que lo que escriba sea verdaderamente auténtico, comprensible y digno de ser aprobado o, en su defecto, reprobado para siempre.
Tantas palabras, deseos, verdades, mentiras, ficciones circulando por este y otros medios, y solo se pueden explicar mediante una fórmula binaria, la simple ecuación que un genio autista en su soledad inventó para instalarla en el mundo y desenvolver toda esta red y consagrarse. El extraño paraíso de la perfección matemática, esos números aparentemente lógicos, fríos y racionales controlando nuestra vida de culebrón; toda nuestra farsa, vanidad, ansia de cambio, ansia de orden. Las palabras que una vez nos dijimos y las que nos callamos para no enredar al otro: todo era el baile cínico y eterno de los números. Entonces cuando los problemas nos hagan perder la cabeza, piensa solamente en la extensión infinita de esos números que ni con nuestras vidas sumadas y multiplicadas alcanzaríamos a calcular. Pero basta con cerrar sesión y te das cuenta que eres un dígito entre tantos otros, y, sin embargo, tu mundo continúa incalculable, simplemente un número abierto, imposible.

martes, 9 de junio de 2015

Hellblazer



Al comprar el cuarto número de Hellblazer en el kiosco de Plaza Victoria la señora atiende con cara rara seguramente pensando que estoy demasiado viejo para comprar comics o bien que le parece satánico el arte de la historieta en un lugar donde abundan revistas de farándula y periódicos infames. Más allá unos señores evangélicos vociferando la llegada del Redentor. Los cruzo con el número en mano como cábala. Mágicamente lo rehuyen. En la próxima esquina, unos tipos pidiendo donaciones de sangre no se sabe por qué ni para quién. Saco de nuevo el número, como si con eso combatiera alguna clase de fuerza oculta. Lo que no saben es que se parecen mucho a Constantine: Invocan sus propios métodos. Venden su propia basura. Combaten sus propios demonios. En una pura esquina se descubre la verdad: el mundo está plagado de anti héroes.

domingo, 7 de junio de 2015

Uno podría desentrañar el misterio de la noche únicamente a raíz de la mirada obsesa del cine.

Uno podría desentrañar el misterio de la noche únicamente a raíz de la mirada obsesa del cine. A ratos las noches en vela parecen una escena sacada de una película de Hitchcock, al mantenerte en un suspenso indefinido pero con una causa y un efecto planeados de antemano, y reservados solo al público (en este caso, la alucinación nocturna o derechamente el insomnio)... Por ejemplo, la típica chica que uno observa llegar de juerga a altas horas de la madrugada, sola, aparentemente sin prisa pero siempre cauta, para no despertar sospecha de nadie y menos de su familia a pesar de su estado... el conserje como único testigo, mudo en su labor de voyerista y guardián, un saludo de protocolo y la chica entra prolongando un crimen silencioso, como la noche entre sus piernas, ella simplemente abre y cierra la puerta del departamento para llegar al fondo del asunto, entonces todo permanece quieto con el dulce aroma del suceso... la materia etílica de su encanto en la entrada, mientras el guarda actúa como un cinépata más, armando un rollo a partir de cierta impresión, cierta mirada, gesto o balbuceo en la escena. Una chica que entró sin preguntar a nadie, una noche, observada únicamente por el guardián, sin derecho a tocar y solo mirar, y también imposibilitado de comunicar el por qué de su destino y de su aparición tan a destiempo a causa de su alegría extraviada... Son las interrogantes que plantea una noche en vela en la que su soledad asemeja una idea robada del padre del suspenso. Quizá la noche sea otra forma de enfocar el suspenso de la realidad. Quizá haya más misterio en la belleza fugaz de una chica que llega tarde sin mediar razones que en todos los crímenes cometidos a plena luz del día. Quizá simplemente la realidad sea otra forma de cine que mirado de noche desenrolla sus secretos más ocultos. En cambio, la mañana sigue pareciendo incomprensible, siempre alguna clase de cinta absurda, en que se abren los ojos sin mediar palabra, no se sabe cómo, cuándo ni por qué, algo parecido a Kubrick, o con mayor justicia a Tarkovski, en que el hecho de despertar acaba siendo una prolongada cita existencial que dura más de lo que en realidad debería durar, para luego comenzar otra jornada y aguardar nuevamente (durante la noche) la mirada deseante del cine.

miércoles, 3 de junio de 2015

Felicidad


Felicidad, ese término que solo le incumbe a la especie humana (¿para qué querría un animal o un dios ser feliz?), al parecer tiene más que un alcance existencial, un alcance pedagógico. En una reunión salió a la palestra ¿somos felices haciendo clases? ¿Son felices los alumnos tanto fuera como dentro de la rueda educativa? Es necesario definir que se es feliz? Uno de los profes dijo que no importa al fin y al cabo si se es feliz, al menos si se quiere definir uno así, por lo que un test o prueba de felicidad no tendría que ser calificada buena ni mala, la felicidad al fin y al cabo carece de categorías, como todo lo que no se puede definir, como todo lo absolutamente esencial y contingente a la vez. Entonces, el director habla de Coca Cola como la nueva institución moderna de la felicidad, quizá el problema pase por eso: en que hemos vendido un concepto de felicidad, en que nos hemos comprado un concepto de lo que debe ser la felicidad. Si no se puede ser feliz mediante el conocimiento, cuestión que plantea la vieja disputa del sabio infeliz y el ignorante feliz, al menos que lo hagan unas cuantas dosis refrescantes y baratas de calorías. Científicos hablan incluso de las endorfinas para justificar todo esa enredadera de cuestiones subjetivas.... entonces ¿qué diablos es la felicidad? una simple descarga positiva de las hormonas o una construcción vital, subjetiva, humana demasiado humana? Si en definitiva el pedagogo ya no pudo ser feliz puede que ayude a conducir al otro a que sí lo sea... ese conducir, indeterminado, inclasificable, libre de recetas, de fórmulas, de calorías, de paraísos, únicamente personal, infinitamente irreductible, quizá la única felicidad posible, la única legible.

martes, 2 de junio de 2015

Muchas cosas todavía por hacer, parece la constatación histérica de los que se escudan en una agenda para en el fondo no pensar en el por qué hacerlas... Esos libros en el estante comprados por diversos motivos, cada uno con su historia propia, mucho antes de llegar a las manos y acumular el polvo de su no lectura; esos papeles de cuentas pasadas que de cuando en cuando te recuerdan que al otro día es preciso desplegar una responsabilidad de contrabando; esas llamadas y mensajes de texto simplemente vistos e ignorados o todavía pendientes como promesa de un futuro debut o de una ignota despedida; incluso los deseos aprendidos que se acumulan en el interior, y que como cuando se era niño ni siquiera se sabía el nombre de esos deseos y de esas cosas, pero se querían ya; todas estas cuestiones conformando una fila bancaria imaginaria en la mente.... constituyendo la gran camada existencial que luego desfila por las calles e interrumpe por un momento este instante de tensión en que se debe proseguir con el presente y con la obligación de mañana, esa camada de preocupaciones que mediante el poder popular de su procrastinación busca nada menos que destronar el ahora para asegurarse un lugar gratuito y de calidad en el pandemonio de las expectativas. En eso consistirá entonces su revolución: en dilatar el futuro o el mañana (palabra esta más poética y menos política) hasta nuevo aviso...


Al parecer existe cierta tendencia a acoplarse a tal o cual bando, una cierta intención de formar parte del grupo más lúcido o, en su defecto, el más fuerte, a partir de hechos puntuales que dividen las aguas. La falacia de dividir en buenos y malos, poco efectiva en el análisis de la realidad pero práctica para asuntos de vida o muerte. El punto es que el bien y el mal son usados casi siempre como un arquetipo que se sigue de manera implícita. Pareciera que existe una frontera entre nosotros, los "buenos" y los otros, los "malos", cuando esas categorías vienen de intereses ajenos. En uno mismo dialogan de tanto en tanto, en la vida cotidiana, en nuestros roces más íntimos. La realidad supera a la moral. Los móviles que mueven a los hombres, al fin y al cabo, no muy distintos entre sí: la fama, la reivindicación, el orgullo, la libertad, etc... solo que en el campo de batalla de la realidad únicamente unos pocos pueden contar la historia al resto de los mortales, y establecer allí los valores que luego los lectores impertérritos del futuro leerán como verdad o como ficción.