martes, 7 de junio de 2022

Otro fragmento de Onirómano, el futuro libro de cuentos oníricos.

Se quedó viendo una serie y soñó de manera cinematográfica. Una de las cosas que solo la noche puede auspiciar. La serie era The man in the high castle, capítulo 5. Ocurría un asesinato entremedio. Un disparo público contra un príncipe, a lo Taxi Driver. Una chica judía, en una hipotética Norteamérica dominada por nazis y japoneses, hacía entrega de una película a una banda de rebeldes afroamericanos, dentro de la conocida Zona neutral, para hacérsela llegar a un tal "Hombre en el castillo". Los motivos eran difusos. Fue escoltada por un nazi encubierto. El nazi perdió los estribos, pero se comenzó a enamorar. Creyó ver en la película -como la propia chica- un arma política secreta. No se reveló en ningún momento su trama, solo hablaron sobre su peligrosidad. En el sueño, luego de ese episodio, él se encontraba cargando un libro. Lo presentaba ante un sujeto de incógnito. El libro era como una especie de curriculum. Sobre la mesa, había una pila de fotocopias. Debajo, se vislumbraba el curriculum de una chica. Las preguntas del sujeto eran ilegibles, intraducibles. Lo único real era la tensión, la peligrosidad de lo que presentaba. El contenido del libro era un compendio surrealista. Versaba sobre la propia biografía, pero en términos incomprensibles, solo explicables de forma traumática, inconsciente.

En uno de sus episodios, una chica -quizá la del curriculum- esperaba a alguien en un sitio de noche, parecido al escenario de la serie, sobre un puente. Se encontraba imaginándola, en completa soledad, temiendo que fuese perseguida. Su asesinato era inminente. Los motivos seguían ocultos. Ella lograba escapar, pero no podía seguir recordando. Regresaba a la entrevista imaginaria. El sujeto especulaba sobre el prontuario suyo y el de ella. El número de preguntas crecía conforme avanzaba. Por supuesto, la tensión subía, junto a la incertidumbre. Ya no sabía en dónde terminaba la serie y dónde empezaba el sueño. Todo acababa siendo una sola cosa. Un gran teatro interior, una alegoría política en donde era el Eje el que triunfaba. La película que aquella chica de la serie sostenía, la difusa biografía que cargaba dentro del sueño, no eran sino el símbolo de un lenguaje ultrasecreto, vetado al poder de la realidad. El Eje, representado en la serie, en el propio sueño, no era otra cosa que aquellos miedos vueltos una entidad política. Quizá toda la historia tenga sus propios móviles, su propio reino desconocido, vetado todavía a la vigilia policial de las acciones.

Si entendemos la poesía, según la definición aristotélica, como el arte de contar lo que podría haber ocurrido, tanto lo que es posible como probable, entonces, querida, todas las cosas que hicimos o dejamos de hacer en el pasado podrían llegar a adquirir ritmo y carne de metáfora. Todas las palabras dichas u omitidas podrían expresar, bajo esta mirada, el nuevo mantra de la historia, la nuestra o la de esos otros que no fuimos y que podrían haber llegado a ser.