"Las fantasías que la “progresía” iba repitiendo desde los tiempos de Rousseau, al creer que ya existía un clima adecuado para “el tránsito de la Era de Piscis” a la “Era de Acuario”, la “nueva era” (creencia que está tras los desvaríos de la élite funcionarial de la ONU y la UNESCO), creyeron poder acelerar la implantación de los cambios, con la excusa de la Agenda 2030. El resultado no ha sido el que esperaban: sino unas convulsiones agónicas, incluso mucho más extremas de lo que algunos garantizábamos desde el principio del proceso.
Hoy estamos viviendo la introducción a la primera parte de la reacción conservadora. O, más bien, la irrupción del “nuevo conservadurismo”. Rouseau empieza a ser cuestionado".