jueves, 17 de diciembre de 2015

En un lapso de menos de dos semanas, dos chicas que hace poco conocí me han preguntado casi de manera sincronizada qué signo zodiacal era. Nunca he sabido a ciencia cierta de qué influye realmente si se es géminis. Quizá algún indicador, alguna evocación, algún rasgo relacionado con la constelación, no algo del todo determinante, un esbozo de una cierta idea sobre cómo se es. No por descreer de buenas a primeras hay que desatender la importancia que tiene, para ellas, como una excusa para pasar a otros temas. Ahora mismo en la tele unas periodistas hablando de energías y chacras, de cómo influyen esas cosas en las relaciones amorosas, de cómo una pieza puede quedar cargada de mala vibra, incluso de cómo una pelea, una discusión fuerte afectaría al sistema eléctrico y al material de la casa. Llevando al extremo la superstición, buscándole la quinta pata al gato a rollos eminentemente sentimentales. Cómo no amar esa creencia metafísica en el alineamiento de las constelaciones y su influencia sobre uno solo porque ellas lo creen así. La postura escéptica no sería suficientemente sagaz si solo se dedicara a descartar esas pequeñas creencias, quizá científicamente falsas pero estéticamente bellas, atractivas, porque sí, sin seguirle el juego para que algo pase realmente.