jueves, 16 de enero de 2014

Inception

Anoche tuve un sueño como de Inception, que se instaló un día que iba en la micro de vuelta a Valpo y hacía mucho calor, y justo me quedaba dormido cuando una pendeja cuica al lado publicaba por celular que odiaba a la gente que reclamaba frente al reloj de flores y provocaba el medio taco en Av Marina. En el sueño me despertaba, la micro estaba casi vacía y había un taco provocado por una manifestación de minas reclamando por el nuevo color del reloj de flores , una especie de contra manifestación cuica que le hacía el peso a la protesta municipal por los sueldos. Entre esos dos bandos me debatía mientras permanecía en el taco más solo que la cresta, y el chofer solo atinaba a esperar con paciencia zen. Entonces miraba para afuera e intentaba captar otro rayo de luz para quedarme dormido, y bajé a otra capa de sueño, ahora en la playa frente al mar, también vacío, solo que estaba nublado y Av Marina seguía en taco pero esta vez los municipales protagonizaban la protesta y las niñitas cuicas solo atinaban a llamar a sus papis o pololos para largarse en auto, como queriendo ir al mall a sobrellevar la experiencia traumática. 

Mientras contemplaba todo eso, me quedé nuevamente dormido bajo la marea que se recogía, y en esa capa de sueño aparezco en Sausalito en un escenario kafkiano de fin de semestre , cuando no quedaba nada para entregar el trabajo de título, y yo en medio del taco de sujetos fuera de la oficina del profesor, no hacía sino concluir y concluir el informe (el trabajo mismo era una conclusión gigante , sin marco teórico, sin estructura, sin nada). En eso llegaba una mina que, dentro de los límites oníricos, conjugaba belleza e inteligencia; era como la encarnación de un ideal, todo en ella era levedad, ya que al pasar el taco se deshacía (el nivel de burocracia y de idealización en esa capa era de película) y al tomar mi informe para leerlo, mientras en mi desesperación consultaba al resto de los compañeros, la conclusión mágicamente aparecía al final, donde la conclusión debía estar desde siempre. En esa visión escatológica, dando luz al fin de ese fin, entonces se transforma en una suerte de editora. Sin más, Kafka, el más lúcido de los enfermos, debe haber tenido secretarias como esta (ella se llamaba "flor"), ediciones que solo lo femenino podía engendrar; siempre editando el deseo de los hombres, de hecho su misma vida no es sino una edición infinita del mundo.

Al entregar el informe solo me acuerdo que en medio de la espera por la nota, con su correspondiente taco incluido, accedo a otra capa de sueño esta vez involuntariamente. Allí aparecí en medio de un cataclismo como del 2010, en Av España esta vez, y un montón de gente que solo miraba hacia el mar o hacia el cerro, y en medio me doy cuenta que se encontraba una chica parecida a la de la micro, pero se hallaba como en situación de calle, sin celular, sin auto, sin padres. Cuando me acerqué, en un acto de ridiculez heroica (dentro del sueño lo ridículo parecía sublime, la catástrofe era comedia humana), le entregué una flor, directamente desde arriba -yo señalando hacia arriba, luego tocándome el corazón- y a su alrededor aparecieron unos funcionarios que recogían a quienes, en ese caos, deambulaban solo con su humanidad, con el polvo y la sequía material que parecía sublimada -convertida en el peso del mundo- bajo las lágrimas que corrían por ese rostro leve, virgen. Ella se hacía más distante a medida que era correspondida y alrededor las bombas, autos, funcionarios, convertidos en velos de maya, no fueron sino el sentimiento y la fuerza natural que se debatían en el taco de los hombres. Entonces entre tanta solemnidad, conspiró el animal interior, (el escritor inundado de tinta) y se arrojó contra los funcionarios para robarse a la mujer y en un abrazo sabotear el ideal, de vuelta a la calle, y de entrada al deseo. No fue sino en ese acto, en el instante en que le agarro la mano, en que una cachetada en plena mejilla asola el imaginario, como debe ser, en una explosión interna, en un relámpago como de romántico alemán, me hace abandonar la ilusión y regresar de golpe a través de las capas de sueño.

Luego de esa "patada" me encuentro de nuevo en la micro en Av Marina con el tremendo taco y la muchacha al lado. Entonces me levanto, miro directamente, ella desvía su mirada, y diviso sin embargo su sonrisa frente a la ventana. Su desenfado, su regocijo y ternura frente al reloj de flores repleto de pancartas y voces, como si en el calor de la masa encontrara el gesto amoroso del peso del mundo. Me toco la mejilla, su cachetada, el movimiento de la victoria, la idea que como un caballo de troya la invadió, fue el triunfo sobre el deseo. Entonces, de regreso, concibo en la película el doble filo del Inception: ella también instala en mí su idea, la del audaz sentido de empatía ciudadana que aplaca el salvajismo del eros, superando cualquier malentendido erótico en pos de aquel movimiento social suscitándose afuera, en el zen de la espera. Bajo de la micro, me voy a pata, solitario y distante, pero seguro de que la chica (con la idea dentro) en cada sonrisa invocará la insurrección colectiva.