viernes, 29 de septiembre de 2017

Mil tambores. Paso por Bellavista y Plaza Victoria, docenas, quizá para mañana, miles de cubículos de baños químicos en las calles. De un momento a otro Valpo pasará a convertirse en una instalación a gran escala, a lo Duchamp. Un urinario gigantesco.

Moby Dick

Unos chicos veían en clase un catálogo de Dinafem seeds. Ante la curiosidad acudí a cachar lo que estaban hojeando. Uno de ellos miraba con estupor una de las variedades de semilla de marihuana. Era la llamada Moby Dick. -¿Como la ballena blanca?- le pregunté al cabro del catálogo. Otro salió al paso a responder y aclaró que sí, "como el libro de Melville". Si no hubiera sido por ellos, no habría dado jamás con la existencia de una semilla de weed con semejante nombre. Decían que el efecto de la hierba era tal que se sentía como un "coletazo mental", algo en cierta medida comparable al sentimiento del capitán Ahab al enfrentarse en la novela al monstruo marino. De ahí que habría sido bautizada, con toda justicia, Moby Dick. Les pregunté de nuevo si acaso conocían la referencia de Moby Dick antes de haberla leído en el catálogo. Solo uno de ellos afirmó haber conocido el libro y la leyenda de la ballena blanca. "Sí, profe, conocemos la Moby Dick pero solo la hemos fumado, no la hemos leído". Sus compañeros le seguían las de abajo, mientras reían desaforadamente. "¿Y usted, ha fumado?", preguntaba entonces sin tapujos el cabro del catálogo. "Sí, sáquese uno", replicaba otro. Es lo que siempre dicen cada vez que andan con el tema de la hierba, esperando que en algún momento asienta con alguna mirada cómplice. De ese modo, guardaron el catálogo mientras conversaban respecto a los planes para después de clases, planes que seguramente se estaban empezando a maquinar a raíz de la conversación. Ya fuese leída o fumada, se sabía que era Moby Dick la criatura que los estaba desafiando.