miércoles, 27 de junio de 2018

Preguntas herejes en una prueba de lenguaje: "La Biblia ¿podría considerarse un libro mítico? ¿Por qué?". Metiendo el bichito de la duda o el bichito de la maldad...
Tres investigadores de Oxford han publicado un artículo en el que refutan la idea de que pueda haber vida inteligente allá afuera en el espacio, confirmando el hecho de que como especie estaríamos completamente solos. El artículo explica a su vez la paradoja de Fermi para la tesis de los investigadores, según la cual, teniendo en cuenta la edad del Universo y el tamaño de la galaxia, debería ya estar repleto de civilizaciones inteligentes y, al menos, una de ellas debería haber detectado a la humanidad. Luego, Frank Drake habría resuelto esa paradoja mediante una ecuación en la que explicaría matemáticamente la conjetura respecto a la posibilidad de la existencia de civilizaciones inteligentes en el espacio, independiente de que estas no puedan ser conocidas aún por el ente humano. Pareciera que de acuerdo a las conclusiones de este artículo, todo apunta a una incertidumbre cósmica que lleva al abismo de la soledad. La soledad espacial del humano, de acuerdo a esa tesis demoledora, sería demasiado probable. Que no completamente cierta. La ciencia en este punto siempre se aproxima a la realidad, pero se le va en collera su relieve, su fondo. Como la teoría del big bang, avanza en cuanto su perspectiva se expande, pero carece de piedra de tope. He ahí su vicio y también su virtud. Pero más allá de que se demuestre o no científicamente nuestra desolación a nivel universal, el hecho del extraterrestre ya excede el mero plano de la ciencia dura. El extraterrestre no es otra cosa que un excedente de nuestra alteridad. Un vástago de la ficción especulativa. Basta con dimensionar otras realidades y otros universos para hacer del extraterrestre un ente posible. O tal vez la respuesta a nuestra soledad no se encuentre solamente afuera, sino que adentro. ¿Habrá otros mundos? ¿Estarán acaso en este? tomando la frase de Paul Éluard. Del modo que sea, el extraterrestre sigue ahí, etéreo, metafórico, abduciendo nuestra imaginación. La soledad humana no es otra cosa que su nicho.