lunes, 21 de agosto de 2017

"Aquí somos europeos. Cada uno anda por su lado" escuchado recién a un vendedor de cigarrillos sueltos en la Uruguay.
Boric citando a Camus en Tolerancia cero: ”yo sería del partido de los que no están seguros de tener la razón".
Por la tarde pasé frente a una agencia de lotería. Paré ahí un rato, pensando por un segundo en jugar al kino o al loto. Lo hice recordando en que mañana es día Lunes y toca volver a trabajar como siempre. En el fondo, solo por aburrimiento y un entusiasmo vano. En un poster al fondo: "Tú pones el sueño. Nosotros los millones". Recuerdo que un amigo un tiempo insistía en apostar a la suerte. Decía que si se persistía en el juego y se lograba adivinar la estadística de los números algo podía caer. Detrás de su impulso lúdico, a simple vista, jovial, se escondía, sin embargo, el mismo tedio que envuelve al pensar en el trabajo. Su atroz mecánica de esfuerzo y recompensa. La voluntad de juego movida por dos razones muy disímiles, como se explicaba en El jugador de Dostoievski. El noble jugando solo por el placer de jugar, solo por la ludopatía del azar. En cambio, el otro, el inoportuno, el que siempre va en busca del premio, puede apostar a ganador pero su juego siempre dejará en evidencia su necesidad. A pesar de eso, uno elucubra, movido casi por automatismo publicitario, un escenario en el cual se gane el premio mayor. No podría calcular a ciencia cierta lo que haría con semejante premio, pero si puedo calcular, más o menos, las razones -circunstanciales, psicológicas, económicas- que llevan a desearlo. Lo único real, por lo pronto, es ese cálculo. La vida con el premio de lotería resulta tan inverosímil como la vida en el más allá. ¿Qué te lleva a desearla? ¿Un sueño, una necesidad? cualquiera de las dos, menos el simple ánimo de jugar tentado por un simple capricho del azar. Guardé entonces las monedas al bolsillo y seguí de largo. Justo al salir, un viejito había raspado un polla gol. Lo más curioso e hilarante de todo es que miraba al techo como encomendando el boleto al cielo. Dios vuelto lotería. El cielo, según el viejito, era para los tocados por la suerte. La tierra, el mundo, era simplemente para los eternos jugadores, o los que pasan de jugar.