miércoles, 30 de agosto de 2017

David Shields: «Cualquier cosa procesada por la memoria es ficción»
Justo afuera de Falabella, a las 10:35 exactamente, caleta de gente esperando a que abrieran las puertas. Se veía una fila inusualmente numerosa, casi como una fila de banco. Recordé de ahí los dos primeros episodios de la nueva The Mist de Netflix. Allí la gente acababa atrapada en el centro comercial, huyendo de seres malignos que afuera asolaban junto con la niebla. Los clientes de Falabella no huían precisamente de ninguna niebla ni presencia; quizá solo huían de si mismos, para perderse voluntariamente en las inmediaciones de la sucursal, bajo la influencia de algo desconocido que tampoco, a ciencia cierta, comprenden.
Es sabido que Freud se hizo un adicto a la cocaína mucho antes de su Interpretación de los sueños. Lo que aún se especula es el grado de relación de su antigua adicción con su obra posterior. Ayer hojeando la Interpretación de los sueños había pasajes un tanto sugerentes. Aparte del clásico episodio de la operación fallida con Irma, Freud relataba un sueño en el que se veía como un muñeco de nieve "con una nariz de zanahoria, de pie en un vasto campo de nieve prístina, que de repente se derrite", y cae luego en una sensación de vacío profundo. La pregunta es en qué medida la coca habría influido en el psicoanálisis o, incluso, en sus teorías sobre el yo y el inconsciente, porque de haber sido así, entonces habríamos tenido a un auténtico jalero entre los llamados "maestros de la sospecha" (Paul Ricoeur), mucho antes de que el polvo de ángel circulara como avión.

martes, 29 de agosto de 2017

Divina Comedia

"Profe ¿La Divina Comedia será género dramático?", preguntaba una de las chicas al frente. Justo otro alumno se interpone y pregunta otra cosa: "¿Tendrá tallas sobre dioses?. Unos tantos se rieron y le leseaban. -No, es más bien lírica narrativa. Dante le había puesto Comedia solo porque tenía un final feliz-. La chica del principio asentía, pero no parecía entender todavía cómo la Divina Comedia no fuera en estricto rigor una obra cómica. El cabro de la broma, por su parte, insistía en ver la obra de Dante como un catálogo de tallas sobre dioses. O más bien un tratado sobre el humor con temática divina. Detrás de esas intervenciones, en apariencia superficiales, se escondía, sin embargo, el quid del asunto: La comedia entendida, por el propio Dante, como aquello que siempre tiene "final feliz", en oposición a la tragedia. La propia revelación de lo divino como un hecho cómico. Los finales felices como dignos de comedia, por ende, de irrisión, de hilaridad.

lunes, 28 de agosto de 2017

domingo, 27 de agosto de 2017

Algunos medios hablan sobre la crisis del minero Ojeda que el 2010 fue recordado por ser el autor de la famosa nota anunciando que los 33 mineros estaban bien en el refugio. Según cuenta un compañero suyo lleva más de dos meses internado en un psiquiátrico a causa del trauma de haber permanecido más de 70 días atrapado a más de 700 metros bajo tierra en una mina al norte del país. En el fondo Ojeda nunca logró recuperarse del todo. Recaía cada vez que se acercaba una fecha sensible de aniversario. Entonces la memoria se volvía su principal enemiga. El recuerdo de una herida todavía expuesta. Desde entonces, confiesa Ojeda, que el sueño le ha jugado un mal viaje, señalando que cuando no le hacen efecto las pastillas, comienza con las mismas pesadillas. La imagen de la mina vuelve. Luego, Ojeda repite a modo de sentencia o maldición: "estoy en la mina y de ahí no puedo escapar". Así como el túnel para Juan Pablo Castel, así fue la mina para Ojeda. Su propio topos existencialista. El otrora mártir, reconocido por su resiliencia y por la calidad de su desesperación, ahora, en el anonimato total, volviendo a la palestra mediática pero sin la gloria absurda de antaño. La condición de Ojeda nos demuestra que en realidad la verdadera mina interminable es siempre uno mismo, pugnando por ver la luz a través de las grietas del pasado. Se sale de una mina para entrar en otra, y se entra y se sale y se cree encontrar una respuesta, y a eso le llamamos filosofía o iluminación. Ojeda es el ejemplo del hombre traumático perseguido por el fantasma de su propio estoicismo. El sobreviviente sufriendo nada menos que las secuelas de un platonismo crónico y subterráneo.

viernes, 25 de agosto de 2017

La delgada línea imaginaria entre el creacionismo huidobriano y el creacionismo teológico.

jueves, 24 de agosto de 2017

La secretaria a mediodía estaba armando en la oficina un power point sobre las drogas. Era para presentar en el ramo de Orientación Valórica. Se dejaba ver en una de las diapositivas una imagen con los efectos del LSD. Era la clásica imagen de la influencia de esta sustancia en el diseño de las telarañas. Ella de repente me preguntó, al notar que miraba fijamente: -Mire lo que provoca esa droga en las arañas. La tela tiene una forma rara-. Continuó mientras apuntó fijo a una parte de la diapositiva. Su dedo apuntaba a la supuesta inutilidad de la tela fabricada bajo el efecto de la sustancia. Siempre me ha llamado la atención la forma prolija de la telaraña lisérgica. Recordé un estudio mencionado al respecto. Señalaba que científicos de la Nasa probaron hace más de tres décadas distintas sustancias en arañas (desde el café al mismísimo LSD, pasando por la cannabis). Notaron que la telaraña bajo el LSD era la que más conservaba una suerte de patrón geométrico. Por otro lado, nada se mencionaba en el estudio respecto al efecto sobre la funcionalidad de la tela, únicamente sobre su estética. Las formas de la telaraña en la pantalla eran tan simétricas que tenían un movimiento centrípeto. Las formas mostradas en aquel estudio, bajo el efecto de la cafeína o la cannabis eran, en cambio, irregulares, sin patrones evidentes, incluso parecidas a fractales deformes. La secretaria, mientras tanto, insistía en el efecto nocivo de la droga mencionado por la página de la cual sacó información. -Fíjese que bajo el LSD la telaraña, según la página, no será tan efectiva-. Deseaba decirle en ese momento que, sin embargo, su diseño era lo que importaba. El secreto detrás del diseño de la telaraña lisérgica. No capturaría muchas presas, renunciaría a su utilidad, pero a cambio de una inaudita perfección en la forma. La búsqueda de la simetría en la telaraña implicaba posiblemente sacrificar su sentido inicial. Mientras la secretaria seguía modificando el power para la presentación de mañana, la imagen de la telaraña seguía ahí, impertérrita, extrañamente capturando nuestra atención, envolviendo nuestra mente. En eso sonaba el timbre para volver a clases. Ningún alumno había visto todavía la imagen. -Ojala mañana los chicos pesquen la diapositiva-, agregaba la señora, a modo de ironía inconsciente.


Reporte: el segundo semestre avanza, las planificaciones se van añejando, las ideas oxidando. Verdaderos galimatías textuales. Malos intentos de reciclaje. De repente no queda otra que navegar y bucear hasta en la deep web con tal de encontrar algo nuevo, ese fetiche didáctico, esa cosa imposible, aquella amalgama soñada entre conductismo y constructivismo, deslumbrante en su pureza y belleza teórica pero jamás aplicada en realidad alguna.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Desde temprano en la mañana, un ruido de bocinas ininterrumpido. La orquesta del terror se prolongó aproximadamente durante el lapso de dos horas. No sabía muy bien a qué venía tanta bulla. ¿Una manifestación? ¿Un atochamiento inusual? Hasta que al salir al kiosco de la esquina, leo el titular de La Tercera: Buses y camiones "marchan" por Valpo. El motivo de los conductores según el diario era la delincuencia. La delincuencia en torno al comercio callejero. Había un detalle todavía más intrigante que el contenido de la inoportuna marcha: ese marchar entre comillas. No un marchar de "inútiles subversivos", sino que un marchar de máquinas. Un marchar perfectamente delineado, trazado, incluso asistido por policías y vasallos. Una pequeña ilusión ruidosa a costa del rumor orgánico de la ciudad.

martes, 22 de agosto de 2017

Un compadre en una esquina bajo Falabella, sentado solo, mientras llovía, cantando un tema de Germaín de la Fuente con micrófono. Pasaban frente a él un par de parejas con paraguas. El tarro de la limosna se llenaba más de agua que de monedas. Sin embargo, lo aplaudían igual. Algunos llevan el invierno en el corazón.
Definiendo el dadaísmo en la mañana, una de las definiciones anotadas en la pizarra era la de "rebelarse contra lo establecido". De repente una alumna de las que se sientan al frente preguntó por el verbo. Dijo que estaba mal escrito. Ella tenía entendido que el verbo descrito se escribía con v. Sus amigas al frente también la apoyaban en un principio. Le hice saber que el verbo en la pizarra hacía referencia a oponer resistencia contra algo, no a descubrir algo oculto, en cuyo caso debería ser como decía ella, "revelar". La chica seguía confiada en que el verbo debía escribirse con v, y no con b. Hasta que una amiga suya buscó la palabra en internet, y la desmintió, señalando la diferencia entre rebelarse y revelarse. Una homologación en el sonido, mas una diferencia sustantiva en el significado. Palabra contra palabra, la propia chica había puesto en práctica el verbo que negaba. Sin quererlo, se había rebelado, haciendo de su propia duda un acto dadaísta. De ese modo, se puso a escribir en silencio, seguramente abrigando la paradoja de su inquietud gramatical.

lunes, 21 de agosto de 2017

"Aquí somos europeos. Cada uno anda por su lado" escuchado recién a un vendedor de cigarrillos sueltos en la Uruguay.
Boric citando a Camus en Tolerancia cero: ”yo sería del partido de los que no están seguros de tener la razón".
Por la tarde pasé frente a una agencia de lotería. Paré ahí un rato, pensando por un segundo en jugar al kino o al loto. Lo hice recordando en que mañana es día Lunes y toca volver a trabajar como siempre. En el fondo, solo por aburrimiento y un entusiasmo vano. En un poster al fondo: "Tú pones el sueño. Nosotros los millones". Recuerdo que un amigo un tiempo insistía en apostar a la suerte. Decía que si se persistía en el juego y se lograba adivinar la estadística de los números algo podía caer. Detrás de su impulso lúdico, a simple vista, jovial, se escondía, sin embargo, el mismo tedio que envuelve al pensar en el trabajo. Su atroz mecánica de esfuerzo y recompensa. La voluntad de juego movida por dos razones muy disímiles, como se explicaba en El jugador de Dostoievski. El noble jugando solo por el placer de jugar, solo por la ludopatía del azar. En cambio, el otro, el inoportuno, el que siempre va en busca del premio, puede apostar a ganador pero su juego siempre dejará en evidencia su necesidad. A pesar de eso, uno elucubra, movido casi por automatismo publicitario, un escenario en el cual se gane el premio mayor. No podría calcular a ciencia cierta lo que haría con semejante premio, pero si puedo calcular, más o menos, las razones -circunstanciales, psicológicas, económicas- que llevan a desearlo. Lo único real, por lo pronto, es ese cálculo. La vida con el premio de lotería resulta tan inverosímil como la vida en el más allá. ¿Qué te lleva a desearla? ¿Un sueño, una necesidad? cualquiera de las dos, menos el simple ánimo de jugar tentado por un simple capricho del azar. Guardé entonces las monedas al bolsillo y seguí de largo. Justo al salir, un viejito había raspado un polla gol. Lo más curioso e hilarante de todo es que miraba al techo como encomendando el boleto al cielo. Dios vuelto lotería. El cielo, según el viejito, era para los tocados por la suerte. La tierra, el mundo, era simplemente para los eternos jugadores, o los que pasan de jugar.

sábado, 19 de agosto de 2017

Titular de La Estrella: ¿Puede caer un meteorito en Valparaíso? Esa inquietud, por lunática que parezca, surgió a raíz del incidente ocurrido en la Aracaunía, una probable explosión de masas de aire o "cielomoto". El astrónomo porteño Luis Paredes relata en el diario que hace cincuenta años, cuando era chico, había vivido algo similar, cuando en el puerto se produjo de repente un estruendo tan grande en el cielo que la teoría más popular por ese entonces fue que se trataba de un posible meteoro aproximándose a la provincia casi como en una invasión cósmica. Lo anecdótico acá es que lo cuenta con un carácter de recuerdo, de tal manera que el suceso se vuelve más una leyenda que un hecho astronómico probado. Un recuerdo de niño, el primer avistamiento del espacio exterior. Luego, alentado por el asombro y el miedo de la mayoría, el recuerdo se convierte en relato, hasta que surge de pronto el interés científico, la voluntad de conocimiento, a la cual solo le interesa la verdad a rajatabla. Puede que de ese modo la teoría del meteorito sea eventualmente desmentida con explicaciones convincentes, sin embargo, los periodistas, movidos por su afán sensacionalista, seguirán hablando de "cielomotos" y otros neologismos extraños. Se podría incluso descartar el hecho de que algo caiga desde el cielo en dirección al puerto, pero la memoria colectiva, ansiosa de ficción, seguirá hablando sobre aquel meteorito solo por el afán de contar algo, algo apocalíptico sobre la ciudad, tal como el Vigilant lovecraftiano en su tiempo, orbitando el mito, esperando estrellarse contra la realidad de los incrédulos.
Hoy en el metro, un par de cabros disfrazados de no sé qué. Una chica ocupaba una almohada para dormir en los asientos mientras roncaba a propósito. Su compañero le contaba al público su historia. Una especie de fábula dadaísta. Decía que era algo así como un pájaro. En eso, el playlist tocaba Fiona Apple, Fast as you can. Parte del video ocurría también dentro del vagón de metro. A lo que acababa el tema, los cabros comenzaron a tocar la armónica, y luego uno de ellos, después de haber rematado la historia, le solicitaba al público una cooperación. Pasaba por los asientos la mujer pájaro. Nadie había entendido nada, pero algunos, más por el incómodo silencio que por convicción, acabaron por aplaudir el show. Los aplausos se sentían rutinarios, e incluso un poco mecánicos. La rutina de los chicos, extrañamente, no lo fue para nada. Incomprensible por inaudita. Lo único rutinario en ese lapso fue el aplauso y la limosna. El propio viaje lluvioso servía de contexto para nuestros artistas incipientes. Acaso siempre el aplauso y la limosna se vuelven una rutina. Acaso siempre el auténtico viaje es hacia el absurdo, como el propio teatro en movimiento, a hora punta, un día viernes por la noche.

viernes, 18 de agosto de 2017

Javier Lesaca, a propósito de los yihadistas: «Daesh creó un mundo de terror al estilo de 'Juego de tronos'»
Voy a escribir otro poema en vez de buscar un trabajo, se titula un poema de Tao Lin, el llamado guaripola de la Alt Lit. No por casualidad, algunos diletantes posmodernos la llaman, sin reparo, “nueva sinceridad”.

jueves, 17 de agosto de 2017

"¿Cuál era su nombre? nunca me lo aprendí" un alumno después del recreo. Había confundido mi apellido por mi nombre, como suelen hacerlo la mayoría. "Bah, y yo que pensé que se llamaba Profe (sic). Hasta le iba a revisar si en su carnet decía "Profe". El chico andaba particularmente gracioso. Fuera de hueveo, resulta cuático cómo la identidad puede llegar a ser correlativa a la profesión. "Haces esto, entonces eres esto". El nombre, la identidad, la profesión. "Ser alguien" ¿para quienes?. Meras convenciones. Rótulos vacíos. El nombre no era lo importante para el alumno. El nombre de su profesor no lo era. Lo era solamente el hecho de que fuera el suyo, en ese instante, para bien o para mal.
"Él no es humanista, ni filólogo, ni erudito; sus letras son pobres; ha olvidado casi todo lo que ha leído; las bellas letras nunca le apasionaron, etc. Es evidente que Machado no está diciendo la verdad: el desarrollo posterior de su discurso, tan rico en erudición e ideas originales, lo desmiente". Ángel González, Las otras soledades de Antonio Machado. Lección: El ejercicio de la cultura no implica necesariamente la verdad. Es más: la verdad no es necesaria para su desarrollo.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Adynaton

Adynaton o impossibilia, se le llama al tópico clásico que expresa el deseo o bien el temor de que las cosas cambien y se den la vuelta como un guante y pasen a ser lo contrario de lo que en verdad son. Manifestaba una suerte de hipérbole paradójica y una subversión del orden imperante. Así el adynaton podría representar tanto el reino del sueño como el reino de lo absurdo. Veíamos ese tópico en clases y me preguntaba si acaso el adynata no era más bien la máscara de un mundo invertido, si el adynata pudiera no solo ser una cuestión literaria, sino que la proyección de la propia contingencia, la dirección que está tomando el orden de cosas general, subvirtiendo su propios principios, su propia orgánica inicial. Chile, según como veo, con sus contradicciones, su hipocresía, su doble estándar, su propia política chapucera, podría entonces pasar a ser perfectamente un ejemplo del reino del adynaton, no tanto un absurdo como una posibilidad que siempre se sabotea a si misma.
En uno de sus tantos recuerdos en Nueva York, Poli Délano contaba que, en medio de combos y matones, conoció a una chica que lo volvió loco. Era nada menos que la sobrina de Lauren Bacall. Agregaba que gracias a ese primer amor por poco conoce a Humphrey Bogart. Un duro elegante. De no haber sido por los imprevistos de la vida, -repetía- habría entrado a Hollywood por la puerta ancha. Conoció, en cambio, a Bukowski, un duro sucio. Se dice que después de concederle una entrevista en Los Ángeles y emborracharse, experimentó la senda del perdedor, ese camino ya descrito a su manera por Claudio Giaconi en La difícil juventud. La desilusión le había permitido codearse con los más duros, y adoptar su mirada descarnada. Nada de intelectualismos; él solo quería contar historias.

martes, 15 de agosto de 2017

Jack Kerouac, "La vida es un país extranjero". A propósito del tema de la inmigración.
Según algunos medios, se les llama "eventos" a los socavones en el pavimento. El origen del término sería irónico, periodístico. No va a faltar mucho para que esa acepción sea luego incluida hasta en el diccionario.. La realidad, entonces, como un evento a gran escala. Un acontecimiento imprevisto, un socavón.

lunes, 14 de agosto de 2017

7:38 La afición de escribir (de amanecida), afición ingrata. La palabra sale algo vencida, oscilante entre el delirio y el ensueño. Se siente como un desdoblamiento, una imaginería que llama a la despersonalización, sobre todo cuando la rutina vacila -un lunes libre- y no queda otra cosa que seguir pateando el tiempo. Así lo siento, así lo escribo, mientras voy a la cocina por cereal, y lo último de la noche -su exceso- se difumina, se sacude junto con el polvo de las cortinas.
"La idea del futuro y la idea de sentar cabeza, ideas necias que no dejan de acosarme como groupies, como fanáticas irracionales vueltas locas con la melodía de mi aburrimiento".

sábado, 12 de agosto de 2017

"El problema con los paraguas es que se dan vuelta con el viento" le decía una señora en la esquina de Pedro Montt con Francia al vendedor, guarecido bajo el alero de la farmacia. "Hay que hallarle la maña no má" le replicaba el vendedor, seguro de estar vendiendo un producto de calidad, y no de esos paraguas pirateados de cuneta. La señora asentía un tanto escéptica. Aunque finalmente lo compró, más urgida que convencida. Más allá, en la plaza, sin embargo, un paraguas roto sobre el césped. Un paraguas oscuro, casi con el puro esqueleto, seguramente abatido por el viento o abandonado sin más por su antiguo portador. Ese parecía ser, en el fondo, el destino de todos los paraguas después del aguacero. No era, después de todo, ni superstición ni mala suerte. Simplemente era su vida útil que había acabado, junto con la última gota de lluvia chorreando la tela negra.

jueves, 10 de agosto de 2017

Una alumna en la calle al ir saliendo del instituto -¿Profe por qué faltó el Martes?-. Le respondía al paso que era porque estaba resfriado, justo en el momento en que ella iba rumbo al instituto. Curiosamente, había faltado hoy. Le pregunté de vuelta que por qué. Dijo que por motivos personales. Luego se animó a explayarse, y señaló que fue porque se marchó de casa de su madre. -La salida fue en mala, así que ahora ando buscando dónde vivir. Necesito trabajar. Necesito pega-. Decía eso, mientras volvía al instituto, fuera del horario de clases, a pagar la cuota de la mensualidad. Dijo que vendría mañana, aunque no prometía nada. Lo afirmaba con una naturalidad que hasta provocaba envidia. Le sobraban motivos para desertar. Incluso motivos para ausentarse de todo. Sin embargo, no parecía preocuparse demasiado por nada. A lo lejos se veía cómo contaba los billetes bajo la lluvia, los billetes mojados que seguramente juntó de forma estoica, mientras me disponía a sacar del bolsillo el último pañuelo elite comprado en la mañana en el kiosco de la esquina.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Me despierto a las 7 y media, pero solo para ir al baño, botar los pañuelos usados y volver a la cama. Era la hora en que debía salir de la casa para trabajar. Pero no. Olvidaba que tenía la mañana libre. Duermo otro tanto y despierto a mediodía. Sueños raros de por medio. Húmedos. Pasados a película. El día nublado. El vecino del depa pregunta si acaso va a llover. Nadie le contesta. En eso tomo un poco de la limonada dejada sobre el velador. De fondo comienza a sonar una ópera, una ópera traviata. Viene del colegio del frente. Alguna suerte de acto o algo por el estilo. Unos perros comienzan a ladrar. Al terminar, suena el timbre. Todos adentro. Abro la ventana creyendo que con eso los bichos se irán volando. Y con ellos, los restos de la noche. Entonces, de nuevo, el silencio.

martes, 8 de agosto de 2017

Geniol

Fui a la Cruz Verde a comprar algo para el resfrío. Farmacomanía. Consulto por algo efectivo. La farmacéutica dice que mi consulta es demasiado ambigua. Le repito que algo con la triple b (bueno, bonito, barato). Sonríe. Señala que hay algo que se llama Geniol. Comprimidos para día y noche. Una especie de Tapsin pirateado. Quedo mirando el envase, medio indeciso por el nombre, por el contenido del producto. Me queda dando vuelta la marca, la referencia pirata. Geniol. ¿de dónde sacan tanto nombre de fantasía? ¿bajo qué estado alterado a alguien se le ocurrió asociar la palabra genio con el nombre de un fármaco? Un sujeto al lado hace otra consulta. Se percata del producto, su extrañeza, y agrega que es un "paracetamol versión fruna". La farmaceútica vuelve a sonreír. Solo por eso, lo compro sin chistar.
En más de 18 horas he salido únicamente para comprar aspirinas y almorzar. Tuve que forzosamente faltar al trabajo, cosa que solo hago cuando la enfermedad resulta invalidante. Aprovecho a tientas de sacar la ropa tendida y airear la pieza. Una rutina que viéndola de lejos no es tan diferente a la que toca hacer de sano, cuando la pega no da abasto y solo se llega a la casa a revisar cuestiones pendientes. Sin embargo, desde esta condición enfermiza se advierte otra mirada, al horizonte de la convalecencia. La reflexión adquiere un tono dilatado, como de gato. El pensamiento se somatiza, por lo que el ánimo no decae, solo que el cuerpo no le acompaña. Se vuelve solo un organismo que combate su propia lucha biológica. No le interesa la disquisición de la mente, solo recuperar su equilibrio inmune, su cúmulo de anticuerpos. Leí por ahí que la obstrucción nasal y el dolor de garganta es posible que sean síntomas no solo físicos sino que psicológicos, réplicas de algún estado anímico o emocional reprimido. Leo sobre ello con cierto escepticismo, intentando buscar una respuesta alternativa al cóctel de antibióticos. La dependencia química supeditada a la propia sugestión. Entonces, al persistir en ese estado enfermizo, bajo su propia ley, en la zona de confort, llega un momento en que todo se distiende y pierde su peso habitual. Cesa la culpa por no seguir el itinerario planeado. (Después de todo, un solo día ausente por un simple resfrío no haría una diferencia sustantiva). Deja que el maldito cuerpo haga lo suyo para exorcizar la basura interior. De ese modo, provoca que la recuperación se interprete luego como una suerte de clímax, para darle algún condenado sentido. Está demás decir que escribo todo esto desde la cama. No pocos lo han hecho de esa forma. Así este resfriado y su consecuente reflexión no son nada nuevo. Se ha salido de peores. Y se volverá a caer otras veces. Solo cobra vida cuando se le aumenta a través de esta verborrea. Debería existir una metafísica del resfriado. Una literatura secreta sobre su sintomatología. La sensación de que algo se vuelve irrespirable, de que algo comienza a oler mal, empezando por la propia idea de la unidad del yo y del mundo. Me pregunto cuántos otros enfermos, en peores condiciones, bajo peores circunstancias, lo habrán pensado así, como el mismísimo Gonzalo Millán, quien decía, citando a otro autor desconocido, que el enfermo sin voz se vuelve el objeto de su propio malestar

lunes, 7 de agosto de 2017

La calle de los niños se hizo esta vez en Av Brasil. Me acuerdo cuando estaba de alcalde el guatón Pinto iba y era en la Pedro montt. Había en toda la esquina de Freire hasta un rincón juvenil. Karaoke, baile, jugar a ser artista. Paso hoy de noche por la Brasil, de vuelta, y en la vereda se apreciaban los restos de la fiesta de la tarde: globos, envases, juguetes plásticos. Mas allá bajo la estatua de Bilbao, unos cabros en actitud sospechosa, seguramente fumando sus caños. Uno de ellos reía efusivamente y miraba hacia atrás, perseguido. El verdadero rincón juvenil en valpo, al parecer, siempre fue de noche y a escondidas, entre los restos de la calle, mientras los niños, enguatados de dulce e ilusiones, duermen.
Al pensar en los niños más pequeños, no puedo tampoco dejar de pensar en esas situaciones en las cuales parecen desentonar: en una misa o en una reunión de carácter solemne, por ejemplo, donde no paran de llorar o juguetear, según sea su estado de ánimo, desconociendo por completo el contexto en su inocencia. O incluso en el cine, donde no reina lo solemne sino que la atmósfera de silencio que exige el visionado. ¿qué habrá sido de aquellos niños que fuimos? se preguntaba Lihn, esos que reían a carcajadas en el medio de un velorio, que pedían un helado mientras el resto se inundaba en lágrimas, que no tenían miedo de gritar cuando la diversión de los grandes no le resultaba divertida, que veían en la oscuridad de la pieza la suya propia. El niño se aburre fácilmente, no entiende de contratos ni de convenciones; en su mente no funciona lo tácito ni lo implícito. Por eso al pasar por el cedazo de la escuela también actúa de una forma similar. Su instinto le dicta que hay algo ahí que huele a falta de naturalidad, a reglas que sustraen al individuo de si mismo. El niño no se piensa una persona independiente todavía pero tampoco adhiere a las infinitas leyes de la sociedad. Está en ese limbo en el que la energía permanece aún sujeta a la imaginación. La figura del niño de la que hablaba Nietzsche, un tanto idealizada, la de un nuevo renacer, pero también la de una nueva transmutación de los valores. La tabla de la moral entendida como un puzzle de la voluntad. El niño ve al mundo como si fuese un juego a gran escala. Un juego en el que pierde y gana indefinidamente. La vida adulta, entrampada en deberes y responsabilidades, tiende a sustraerse de ese querer íntimo. La vida adulta no ríe. El llanto del niño es también el llanto del mundo. Su risa debería ser también la risa del que juega.

sábado, 5 de agosto de 2017

Hay un minuto en el que no se sabe si es todavía la madrugada, la noche o la mañana, y en el que todo se vale.......

viernes, 4 de agosto de 2017

Titular de la Tercera: Investigadores corrigen genes defectuosos en embriones humanos por primera vez. Parece guión de ciencia ficción. Pero no. Se trata de una noticia reciente. Hace veinte años, 1997, la película Gattaca ya trataba sobre una sociedad que ocupaba esta ingeniería genética de avanzada. De inmediato, se hacen sentir las reacciones polarizadas en torno a lo ético y a lo legal del asunto. La opinión pública dividida entre los optimistas que ven en el avance el advenimiento de un probable futuro sin enfermedades ni defectos vitales; y los apocalípticos que, en cambio, avizoran un panorama desalentador, donde solos unos pocos tendrán la posibilidad de la edición genética y otros tantos se quedarán atrás. Lo interesante y lo apasionante es que siempre que se produce un avance científico de tales proporciones, ahí viene la ficción, la insistente, la invicta ficción a probar sus límites. Netflix, ya tienes acá dos realidades, o mejor dicho, dos guiones, dos narrativas para tu próxima franquicia. Humanos editados genéticamente en serie. Una distopía entre editados y naturales. La incansable lucha entre el bien y el mal, puesta en jaque ahora por la propia genética. Oro puro. Grito y plata.
Un titular de Lun señala: ¿Por qué a los mecheros no les importa que los detengan a cada rato? Explican que porque les sale a cuenta irse detenidos y luego ser dejados en libertad por hurtos pequeños en tiendas. Así van repitiendo la operación en varios lados y realizan una suerte de trabajo de hormiga. Se señala que la propia ley propicia que así sea, porque de todas las veces que son pillados los mecheros, solo algunas son multadas. De manera que, según el artículo, se trata más de "avivadas" que de hurtos propiamente tales. Hay ahí un código que el propio mechero sigue y tiene que cumplir. Un código que solo él y sus pares conocen. No sé por qué relacioné de inmediato el caso del mechero con el del roba libros. Este último, si se quiere, con una afición mucho más burguesa, aunque respondería, después de todo, a un espíritu similar: un espíritu de ir en contra, probarse, desafiar una barrera legal, cultural, psicológica. Bolaño y Rodrigo Fresán hablaban sobre ello, el robar libros, como un deporte, una forma deportiva de la literatura. Fresán no tenía necesidad de hacerlo, pero lo hacía por el romanticismo que encerraba, el ánimo de desafiarse a si mismo y a la sociedad. Claro está que, después de todo, nunca veremos a un roba bancos citar a Bertol Brecht. El mechero está ahí por una cosa orgánica, no se cuestiona el por qué hace lo que hace, simplemente lo lleva a cabo. El roba libros, en cambio, pareciera tener una idea en mente más allá del acto mismo. Lo suyo también tiene mucho de simbólico. Los dos extremos del hurto: la avivada del mechero, su necesidad, hasta cierto punto, darwinista de acción; y el robo de libros, motivado por un impulso más bien romántico, un vicio puramente poético. Ambos, disputándose el título del "vivo".

jueves, 3 de agosto de 2017

Fantasmas

Durante la clase de poesía, los chicos de al fondo estaban literalmente buscando fantasmas. Sonaba un ruido similar a un radar. Venía del celular de uno de ellos. Fui a verlo. En su celular había efectivamente algo así como una aplicación para simular una búsqueda de entidades paranormales. "A lo que vino el profe, los fantasmas huyeron", bromeaba una alumna. Al minuto, volvía el sonido. "Mire, mire, caleta de fantasmas al hilo". Para seguirles la corriente, pregunté acaso donde estaban. Dijeron que detrás de usted. Uno de ellos señaló a mis espaldas. Me di la vuelta. Casualmente, el dedo del chico apuntaba hacia la pizarra. Ahí estaban escritos los nombres de cinco poetas chilenos: Neruda, Mistral, Huidobro, De Rokha, Lihn. Se rieron al haberme dado la vuelta. De pronto, la clase de poesía chilena se volvió en realidad una cacería de fantasmas. "Siguen wn, siguen aquí", gritaba un compañero como corriéndose a la esquina, mientras el sonido del radar se hacía más agudo. ¿Cree usted en los fantasmas, profe? preguntaba el chico que apuntó a la pizarra, mientras su atención se iba diluyendo con el desorden del compañero, que seguía fregando con la aplicación. No supe qué responder en ese momento. Cuando recién había craneado una respuesta y estuve a punto de decirla, sonaba el timbre, y los cabros ya estaban hueveando afuera de la sala, con su cacería virtual, sin que me hubiese dado cuenta. Los fantasmas también, en cierta forma, invisibles, inadvertidos, habían desaparecido de la clase junto con ellos. Ya se habían ido, en busca de otra imaginación que poseer.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Lepra

Jack London tenía un relato, Koolau el leproso. En él los leprosos eran confinados en una isla. Algo así como una isla de los enfermos. Se veían obligados a rebelarse. La premisa de London era la de la lepra asumida como bandera de lucha. En el Levítico bíblico, en cambio, la lepra era una especie de castigo divino, individual, asumido de forma penitente y silenciosa. Una prueba para sus creyentes enfermos. Una prueba para su purificación. Los relatos sobre la lepra han ido cambiando. Al parecer la histeria colectiva sobre la lepra en Chile tiene más que ver con su carácter mítico que con su carácter clínico. Perdura todavía el imaginario literario del leproso destinado a enfrentar con sus congéneres el holocausto, o el imaginario religioso del leproso pagando por sus pecados al fondo de un desierto sometido al arbitrio de la enfermedad de los dioses.

martes, 1 de agosto de 2017

Fui donde un amigo a cortarme el pelo. Me contó una idea que tiene. Algo más ambicioso que simplemente seleccionar poetas para antologías y publicar poemarios. Tenía pensado hacer una suerte de revisión histórica sobre las peluquerías de Valparaíso. Le decía que la idea tenía potencial. Repetía que era caleta de pega, pero era una idea que lo perseguía hace tiempo. Había estado hablando con un fotógrafo para comenzar a capturar imágenes. Le sugerí que quizá no lo hiciera solo de forma enciclopédica, sino que además hiciera una especie de crónica que incluyera anécdotas literarias, como por ejemplo, haciendo alusión a la propia peluquería donde trabaja, en la cual se dice que fue a cortarse el pelo el mismísimo Arturo Rojas. Una crónica de los personajes que alguna vez tuvieron una relación orgánica con las peluquerías de la ciudad. Qué se podría contar sobre ellos a raíz de su visita a ciertas peluquerías. Qué se podría decir de esos personajes a partir de sus propios cortes de pelo. Porque entre el peluquero y su cliente, después de todo, hay una relación confesional. Un nutrido campo de conversaciones, un espacio capilar para la palabra entre cabellos y tijeras. Claro está que el amigo cavilaba sobre esa idea a medida que rasuraba los resabios de mi anterior peinado. Se podría decir mucho sobre el mundo solo a partir de sus cortes de pelo. Para bien o para mal, el cliente que se ha cortado el pelo ya no es el mismo que entró a la peluquería. Hay ahí algo que cambia, un signo, un estilo, que se asemeja al propio hecho de la poda, de la escritura. Después de haber emparejado las patillas y recortado las últimas chascas, el amigo remataba diciendo que el afeitado corría por cuenta de la casa. Decía que iba a meditar sobre la idea del libro, mientras guardaba el efectivo y se disponía a limpiar los restos de pelo desperdigado alrededor. "Ahora sí vai a matar", lanzaba a modo de broma, sabiendo que era la típica talla de los peluqueros que revisan el cambio de look de sus clientes como quien revisa un texto recién escrito. El cliente que seguía se incorporó enseguida y le tendió la mano. Con la otra, el amigo se despedía. Su palma estaba llena de gel. En el espejo se reflejaba la sonrisa del cliente, mirando hacia su propio peinado. A la salida se alcanzaban a notar en el suelo, conspirando, los vestigios del último recorte.
"La vida es como lenguaje", escribía una alumna en una hoja al revisar su cuaderno. A juzgar por el ceño de su rostro, el significado de la frase no era muy favorable. No la culpo. Es muy probable que haya significado que la vida es una lata. Sin embargo, pese al sentido que quiso darle la chica en ese momento, la frase tiene un potencial insospechado más allá de la mera alusión a la asignatura. La vida, un lenguaje, para uso y abuso de sus usuarios, los vivos.