domingo, 3 de noviembre de 2019

El caos también ríe: una aproximación a la figura del Guasón de Todd Phillips.


"La locura es como la gravedad, ¿sabes? Todo lo que hace falta es un pequeño empujón". El Guasón en Batman, El caballero de la noche. 


Hay que ser honestos. Casi nadie, en un principio, metía las manos al fuego por este Guasón. Decían que el de Heath Ledger había dejado la vara alta con la representación de un guasón como pocos, demasiado brillante bajo la dirección de Christopher Nolan, enmarcado dentro de un guión que abogaba por la construcción de un personaje totalmente inconfundible, un auténtico criminal, "el que Gótica se merecía", uno insobornable, capaz de hacer volar hospitales y bancos solo por el placer de verlo todo arder, un agente del caos que solo estaba ahí para entregarle a la sociedad un contundente mensaje de locura y de destrucción. Todos quedamos fascinados con este Guasón limítrofe entre la psicopatía más cruda y la anarquía más desenfadada, aunque sin un objetivo ni un móvil aparentes, solo impulsado por el "mero hecho de correr detrás de las ruedas de los vehículos cual perro rabioso". El Guasón que tanto admiramos, según palabras del malogrado Harvey Dent, era sencillamente un perro al cual le habían quitado su bozal. No precisamente un malo. Porque los malos también tienen planes. Un animal, un animal salvaje en busca de diversión y un poco de dinamita.

Sin embargo, faltaba desentrañar el origen de nuestro legendario agente del caos. Este ya venía dado desde el mundo del cómic con La broma asesina de Alan Moore. Pero aún no existía la ambiciosa visión cinematográfica. Así fue cómo, de un momento a otro, un audaz Todd Phillips se propuso llevar a cabo tamaña empresa (conocido por su reciente trabajo en A star is born), y tuvo la ocurrencia de contratar a Joaquin Phoenix para la personificación del payaso. Tarea titánica, teniendo en cuenta lo que estaba en juego: la memoria aún latente de Heath Ledger como "uno de los mejores guasones de la historia del cine". Pese a eso, decidieron emprender rumbo contra todo pronóstico, y filmaron una película dedicada exclusivamente a la figura del Guasón y su intrigante génesis. 

Durante el 2019 se fueron incubando altísimas expectativas, metiendo bulla en el celuloide, hasta el momento de su estreno, y el resultado fue totalmente explosivo. De inmediato, gran parte de la crítica y del público cinéfilo se rindió ante la magistral interpretación del payaso, además del impacto y la polémica que provocó en el seno de una sociedad estadounidense completamente arrasada por la paranoia y el pensamiento políticamente correcto, temiendo que el visionado de la cinta incitase a los más jóvenes a justificar la violencia, creyéndose la excusa del terrorismo como corolario posmoderno (para entender mejor esta referencia cabe citar la opinión de Michael Moore sobre la película). Y si uno ve la película cuidadosamente, y se deja reventar el cerebelo con su propuesta osada y su penetración psicológica, se dará cuenta que cada detalle en el filme está pensado de tal manera que la identificación con el patetismo del personaje es envolvente al punto de la enajenación. Tenemos a ArthurFleck, un perfecto paria social, cuyo único propósito en la vida es "hacer reír y dar alegría al mundo". Una criatura atravesada por el abandono, la enfermedad psiquiátrica, el malestar social, cuadro idóneo para la gestación de un potencial "villano" sin otra cosa que perder que su último grado de cordura. Y es esa denominación convencional la que ya no resiste análisis desde una lectura mucho más aguda. Villano vendría siendo el Guasón desde su concepto prototípico, mas no precisamente desde las premisas que desarrolla la película de Todd Phillips, cuyo leitmotiv siempre es la crítica subrepticia a un sistema de cosas a todas luces desigual, capaz de correr con el monopolio de la violencia en aras de un orden público que no es otra cosa que un chiste que se cuenta solo. El humor en este nuevo Guasón es patológico, es producto de una "vida de mierda", de una perturbación mental, de un cúmulo de sinsabores y frustraciones que juntos funcionan como una bomba de tiempo pronta a explotar sin contemplación frente al espectador promedio, obligándolo a cavilar sobre el sentido del estallido.

Pero ¿qué es lo que hace a este Guasón verdaderamente único, descollante? Basta pensar en dos puntos de análisis: su intertextualidad cinematográfica articulada con el correlato de rebeldía que subyace a la cinta. En primer lugar, sus guiños a Taxi Driver no son casuales, porque Arthur en ocasiones recuerda a Travis, aquel taxista veterano de guerra, demasiado traumado para retomar una vida común y corriente en una Nueva York decadente, repulsiva hasta decir basta, abiertamente cínica, sucia, injusta. Sus pasos erráticos a través de Gótica son casi los mismos. El contexto psicosocial de fondo guarda una vibración común: el hastío del individuo contra el sistema que lo constriñe y contra su propia vida vacía. Un odio parido que nace de la falta de alternativas y del complot interno sin conclusión. En este sentido, Travis se podría decir que fue el "Guasón antes del Guasón". Y ese mismo hábil juego cinematográfico se replica a modo de antítesis en la figura del hipócrita comediante de televisión, Murray Franklin, encarnado por el mismísimo Robert De Niro. Quien hizo las veces del paria, ahora hace el papel del cínico apologeta del orden. Porque el humor en esta película es una premisa ideológica. Aquel que decide qué hace reír y qué no, también decide qué es lo correcto y lo incorrecto. Desde esa vara, podríamos decir que la perspectiva del Guasón también apela a una transmutación nietzscheana de los valores. El humor acomodaticio sería revertido en aras de la provocación de los explotados, en pos de la rabia de los "payasos" de la sociedad. Aunque no hay que confundirse: el Guasón nunca tuvo un plan. No está en su naturaleza conspirar ni planificar nada. Sus acciones son solo el producto de una acumulación de fuerzas antagónicas que lo llevaron a hacer lo que hizo cual olla a presión que alcanzó su punto máximo de ebullición y jaló el gatillo al son de su risa enferma, de su risa a medio camino entre el placer y el dolor. 

Y he aquí que, en segundo lugar, la película entronca directamente con el espíritu del Guasón en el Caballero de la noche. Lo verdaderamente destacable es que en el filme todo lo que el espectador pueda estar pensando respecto a este Guasón en ciernes ya se sabe, pero lo hace explícito casi al final cuando es entrevistado en vivo por Murray Franklin y suelta, en el clímax, una especie de risible e impactante declaración de principios. Subyace la postura del caos en esta secuencia, pero no lo verbaliza como sí lo hace el Guasón del Caballero de la noche, porque entiende que esa perspectiva es solo el germen de la neurosis y la psicosis social en su conjunto. O sea, en definitiva, cualquiera que sea considerado por la sociedad elitista como un miserable "payaso" (dicho  por el propio padre de Batman, Thomas Wayne) puede devenir un potencial Guasón, y eso mismo es lo que el Guasón de Heath Ledger declara en más de una ocasión, incluso con acciones temerarias, al pervertir hacia el lado de los malos a Harvey Dent y sembrar el pánico en Ciudad Gótica con tal de tentar a Batman. "Solo somos tan buenos como la sociedad lo permite", y ese cinismo moral vendría siendo el irónico velo que separa a los privilegiados de los desposeídos. ¿Quiénes tienen el monopolio del humor? Los mismos que cuentan con el monopolio del poder. Reírse del otro puede ser un acto profano, pero también un acto de vendeta, un acto de rebelión. 

En tercer lugar, y en un intertexto que quizá no es demasiado evidente, el Guasón de Todd Phillips pareciera también inspirado por el personaje de William Foster (Michael Douglas) en Un día de furia. Los que vieron la película se acordarán que un ex empleado de una importante firma de defensa de repente explota atravesado por una serie de circunstancias adversas que no logra sobrellevar (aquí se cumpliría una de las referencias de La broma asesina de Alan Moore: la idea de que una persona normal y corriente puede convertirse en un desquiciado solo teniendo un "mal día"). Eso, sumado a un desequilibrio mental manifiesto, provocan que William se rebele con todo y contra todos quienes osan ponerse en su camino, simplemente cabreado contra quienes interfieren en su neurótica "vida normal", la misma vida que por simple contigüidad existencial e imposición político-económica somos empujados a llevar a pesar de nuestros propios sueños e ideas, y que, al menor cuestionamiento, repercuten en forma de represión y de instintos buscando un tubo de escape en la violencia como expresión del inconsciente social. Tenemos también en William Foster otro caso de "Guasón", un individuo que sencillamente ya no dio más, y cuando la razón, la cordura y el manido sentido de la realidad ya no dan más sabemos de sobra lo que pasa: da rienda suelta el estado de locura que, liberado de sus limitantes psíquicas y sus barreras ético-morales, no contempla otra salida que el ciego odio, la cólera a aquello que vuelve al sujeto nada más que un número, una insignificancia trágica hasta el punto de la comedia. Bolaño decía "todo lo que empieza como comedia termina como tragedia", y en el Guasón este postulado se plantea perfectamente reversible. La tragedia como el destino último de los payasos del sistema. La comedia como su estilo de vida. La risa como su nihilismo activo. Su caos militante. Y qué mejor ejemplo que la ola de estallidos sociales que como en un sarcasmo del destino se suscitaron casi al mismo tiempo que el estreno de la película de Todd Phillips. Es el caso de Chile, en el cual la figura del Guasón era usada prácticamente como un sustituto de aquella máscara de V, un símbolo de hastío político al uso, un referente de la rebelión de las masas contra las minorías poderosas. Pero cabe recordar que el Guasón no se alza cual caudillo, solo encarna la sublimación del odio de los payasos del sistema con una risa sonora y estruendosa, la risa del nihilista, la risa que no reconoce credos ni entronizaciones, la risa del que ya lo ha perdido todo. Dicen que el que ríe último ríe mejor. Pues el Guasón te desafía, espectador, a poner tu mejor cara frente al acabóse. La risa que se regocija al caer al abismo. La risa que es en sí misma un abismo. La risa del caos.


"Nosotros solo somos sombras de la misma oscuridad". ¿Cioran? ¿Ligotti? ¿Caraco? ¿Shakespeare? No, un indigente en Santiago Centro. (Me quedó esa frase dando vueltas durante días, incrustada en el espinazo)